Sorpresas y paisajes

Fotografías de lo que veo por esos campos…

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Con sexo confuso

Posted by Pele Camacho en 23 febrero, 2013

Muchos insectos siguen «patrones» de colores que parecen inmutables cuando entran en su fase de imagos. Es el caso, por ejemplo, de los lepidópteros. Los odonatos, por el contrario, evolucionan con relativa rapidez y sus colores cambian no sólo al pasar a adultos, sino que algunos, incluso una vez en ese estadio, siguen cambiando sus colores hasta llegar a otros que marcan o indican su veteranía. Muchas libélulas tienen»patrones» de colores que pueden inducir -a algunos humanos, claro- a una confusión de sexos, al olvidar que algunos caracteres sexuales secundarios, como los colores libeluleros son, a veces, un identificador poco fiable.

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Macho adulto de Libellula depressa (Linnaeus, 1758) mostrando sus cercoides puntiagudos

(Picar en las imágenes para verlas con más resolución)

Los machos adultos de Libellula depressa (Linnaeus, 1758), por ejemplo, son difíciles de confundir por su abdomen ancho y de un intenso color azul pruinoso y, quizás por eso, cuando se ve algo parecido de lejos -o de cerca- pero con la atención puesta en el encuadre de la escena y el enfoque de la cámara, es posible que el color confunda hasta que una mirada más tranquila frente al ordenata, dirigida a los caracteres sexuales primarios, nos da la sorpresa.

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Hembra adulta de Libellula depressa, mostrando sus diminutos cercoides

La causa de la cosa, tal vez, está relacionada a la escasez de referencias previas -por no decir inexperiencia- o en la infrecuente observación de las hembras de esta especie que, como algunas de otras, suelen esconderse lejos de paparazzis, sea por vergüenza, miedo o, simplemente, porque a éstas no les gusta estar al sol que, poco a poco, «pruiniza» a los machos y, también, a hembras veteranas que engañan así a paparazzis con poca veteranía.

IMGP3951_1200_1044KNJoven macho recental de Libellula depressa, mostrando sus cercoides puntiagudos

El caso opuesto también puede ocurrir, cuando falta esa «pruinización» que se supone a los machos pero ausente en los «libélulos» jovencitos, cuando muestran aún el color marfileño de una cutícula recental que los hace parecer hembras, hasta que los agudos picos de sus cercoides saltan a la vista con el zoom del ordenata. Es otro ejemplo para diferenciar «sensaciones» y «percepciones«, porque una cosa es «ver» -o creer que se ha visto- y otra es «mirar», cuando no se cree lo que se ha visto.

Cuando lo que se ve y se oye es algo que parece increíble, como lo que ocurre en este país de nuestros dolores y vergüenzas, se pasa de las sensaciones y percepciones a las indignaciones y maldiciones… pero eso son otras historias -y ojalá no me confunda en esto- que no pasarán a la Historia si en la Justicia nacional queda algún vestigio de vergüenza para lavar la que rebosa por la impunidad y chulería de tantos sinvergüenzas.

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