La influencia de la mitología en la Biología se remonta a los comienzos de la nomenclatura de Linneo, que utilizó nombres de personajes mitológicos para nominar a las especies con el sistema binomial que propuso. No había entonces más razones para usar aquellos nombres que las que haya hoy para hacerlo -como se ha hecho- con personajes de ”La guerra de las galaxias” o “El señor de los anillos”: el objetivo era, y es, clasificar organismos asignándoles un nombre que, normalmente, no detalla características del género o la especie nominada. Los detalles prolijos son objeto de la clasificación taxonómica, que supone conocimientos profundos de las especies y de sus agrupamientos dentro del reino animal o vegetal.
En uno de mis recientes safaris -fotográficos, se entiende- encontré, por azar, unas criaturas cuyos nombres recuerdan a personajes fabulosos que oí por primera vez, hace ya muchos años, en películas que ya no se hacen: Ulises, Circe, las sirenas… unas fantasías que, después de 25 siglos, siguen hechizando a científicos que igual ponen sus nombres a estrellas y constelaciones que a mariposas.
Brintesia circe, posando en tierra, sin miedo, a cuatro patas
(Picar en las imágenes para verlas con más resolución)
Primero me salió al paso -quizás, la espanté- una Brintesia circe (Fabricius, 1775), una mariposa espectacular, grande, de vuelo rápido con sus alas de colores blancos y grises o pardos oscuros, que resaltan sus contrastes frente a los pálidos secarrales del campo de Agosto. Y recordé las odiseas de Ulises y sus compañeros con Circe, la diosa hechicera que encontraron en su viaje de vuelta a casa, después de pasar diez años en la guerra de Troya, según imaginaron sus mitógrafos. Circe, como buena bruja que era, preparaba pócimas con fórmulas secretas -como la Coca Cola- con las que convertía a sus visitantes en animales más o menos domésticos, hasta que se le escapó uno y se chivó a Ulises que, provisto de un antídoto que le regaló Hermes, obligó a Circe a reconvertir a sus compañeros de cerdos a humanos. Pero Circe debía ser una bruja con muchos recursos, como ilustra una pintura de J.W. Waterhouse, porque Ulises y sus compañeros se quedaron por allí unos cuantos años, dejando descendientes y sentimientos antes de partir hacia su casa, donde Penélope le esperaba haciendo punto. Circe, que por ser bruja debía saber de muchas cosas, dijo a Ulises cómo debía actuar para librarse del embrujo de los cantos de las sirenas.
Posando en las alturas, ocelo avizor, agarrada a una hoja de encina con sus cuatro patas
La Brintesia circe, también, como cualquier buena bruja, no suele mostrar sus secretos: es muy difícil ver sus anversos, que solo muestra durante sus vuelos, muy llamativos por el tamaño de sus alas. Es una mariposa relativamente confiada, que casi siempre posa con las alas plegadas, pero cuando nota que algo se aproxima a ella, suele desplazarlas para mostrar el ocelo apical de sus alas delanteras, como si observara con ellos o quisiera asustar al intruso. Entre sus dotes de pequeña bruja está su capacidad de emitir sonidos –estridular– otro secreto que muy pocas mariposas tienen.
Las Brintesias pertenecen a la familia Nymphalidae, o de los ninfálidos, en la que hay clasificadas casi 6000 especies, aunque no todas son “ninfas”, porque en la última ordenación taxonómica se le añadieron las especies de la antigua familia Satyridae, o de los “sátiros”, quedando algo revueltos sátiros y ninfas, como en un famoso cuadro de Bouguereau. Así, podría decirse -por aquello de las ninfas- que en la nueva familia hay muchas bellezas, “salvo algunos casos” que se dice últimamente, -por aquello de los sátiros- y, por cierto, todos los ninfálidos que se muestran en esta entrada, antes de «ninfálidos» fueron «satíridos», pero como la Taxonomía es una ciencia en constante evolución…
La belleza de una ninfa aérea: Nymphalis polychloros (Linnaeus, 1758)
Las sirenas mitológicas eran unas ninfas marinas a las que muchos artistas han imaginado con su medio cuerpo inferior en forma de cola de pez, en lugar de las piernas que tenían las ninfas normales. En ese detalle, las sirenas imitan una de las características de los ninfálidos, que tienen dos patitas atrofiadas, aunque esa falta pasa desapercibida ante la belleza del resto que en nada recuerda a los peces. Las sirenas, entre otros encantos, tenían el de sus cantos; con ellos hechizaban a los navegantes, o sea, los embrujaban, atrayéndolos hacia unos arrecifes y acantilados donde encallaban y eran devorados por las sirenas. Mal asunto era, y sigue siendo, ese de los cantos de sirenas.
Nymphalis polychloros, en su papel de sirena asomada al acantilado de una pequeña roca
Ninfas mitológicas había para todos los gustos: algunas eran buenas y muy bellas, por lo que hacían como de azafatas en las reuniones de dioses y diosas mayores. Modernamente, aquellas reuniones han pasado a ser eventos que, con el nombre de asambleas, congresos, comisiones, etc., etc., siguen montando algunos homosapiens que se creen semidioses y gustan de amenizarlos con azafatas a las que suelen vestir con uniformes de poco gusto, para que no les quiten protagonismo a los semidioses, supongo yo…
Coenonympha dorus, una de las ninfas bellas, con su banda plateada que recuerda a Misses o billetes
Entre las ninfálidas normales de nuestros campos, cabe mencionar las Coenonymphas, nombre que indica eso, que son ninfas comunes, que están casi en cualquier parte y son fáciles de ver, como la Coenopnympha dorus (Esper, 1782), nominada así en honor de una bella ninfa oceánica , o la Coenonympha pamphilus (Linnaeus, 1758), cuyo nombre de especie no indicaba que fuera “pánfila”, sino “bondadosa”, “siempre amistosa”, lo que derivó en el genuino significado de «pánfilos» que se da a aquellos que se pasan de bondadosos a cándidos.
Coenonympha pamphilus, pequeña e inocente, polivoltina, cándida y amigable
En nuestras latitudes apenas hay ninfálidos dañinos, que lleguen a ser plaga de especies vegetales, un aspecto negativo que se llevan casi en exclusiva las orugas, que algunos llaman ninfas, de ciertas especies de la familia Pieridae o de mariposas heteróceras o polillas. Los ninfálidos y sus ninfas son inofensivos, pacíficos y se limitan a llamar la atención de los que gustan de mirar la naturaleza y admirar la belleza de algunas de sus criaturas, aunque tengan nombres de sirenas, de ninfas o de brujas, porque… ¿quién no conoce alguna bruja buena, aunque de vez en cuando se enfurezca?
Hace unos cuantos siglos, inquisidores y guardianes de la ortodoxia hicieron pasar muy malos ratos a las brujas, quemándolas en vivo y en directo en eventos que montaban con hogueras en las plazas públicas para librar al pueblo de hechizos y malaventuras. En los tiempos modernos surgieron otras brujas y hechiceros que, con modernos cantos de sirenas, engañaron al pueblo de manera directa y siguen intentándolo, también, en forma diferida. Está por ver si los inquisidores modernos serán capaces de librar al pueblo de tales encantadores, antes de que los hechos diferidos prescriban como resultado de las modernas técnicas de embrujo, miento y encantamiento. Pero esas son otras historias…