Sorpresas y paisajes

Fotografías de lo que veo por esos campos…

Posts Tagged ‘tándem’

Alegrías de Cádiz

Posted by Pele Camacho en 29 junio, 2013

Tirititrán, tran, tran

Tirititrán, tran, tran

Tiritrán, tran, trero, ¡¡¡ aaa…ay!!!

Tirititrán, tirititrán...

Con esos versos o «tercios de salida” arrancan algunos palos o cantes flamencos cuyo nombre copia esta entrada, en prosa y sin música.

Cádiz es una tierra que me gusta una «jartá» -que se dice por aquí abajo- porque tiene cantidá de cosas güenas: güena comía, güena bebía, güen paisaje y güen paisanaje… y «alegrías de vivir», algo difícil de explicar y que hay que ver para entenderlo, aunque podría resumirse como buen rollo, buen ambiente y disposición para ser y hacer feliz al personal con poco más, que no es poco en los tiempos que corren…

Entre el buen paisaje que se puede disfrutar en Cádiz, yo resaltaría «Los Alcornocales», unos pedazos de naturaleza monumental que rebosan esa majestuosidad y hermosura que, de vez en cuando, paran a los homosapiens como diciéndoles: «¿Pero… te has fijao bien? ¿Has visto lo que te rodea, o es que el bosque no te deja ver los árboles…?”  Y entre el buen paisanaje tengo que resaltar a mi amigo Arturo, libelulero admirable y conocedor de múltiples rincones -reliquias, diría yo- en esos trozos del Paraíso que hay en «Los Alcornocales». Con él he ido ya unas cuantas veces por aquellos parajes y en todas he tenido la alegría de ver algún bichejo que desconocía, casi reliquias, también, porque algunos de ellos son criaturas en estado vulnerable, amenazados por la moderna civilización de los homosapiens que han limitado sus biotopos a reductos de acceso difícil, que parecen reservados para el disfrute de personas que saben apreciar la esencia, el néctar de la naturaleza.  Arturo es una de esas personas.

IMGP9589_1200_1011KNMacho de Gomphus graslinii, en espera de un estiramiento de sus cercoides ocultos

(Picar en las imágenes para verlas con más resolución)

Como ya comenté en una entrada lejana sobre “Los Gomphus”, quizás por su exigencia de naturaleza limpia de ruidos, humos y miasmas, una de esas criaturas amenazadas es la Gomphus graslinii (Rambur, 1842), una libélula de tamaño hermoso, aunque no llegue a estar entre las «grandes» de tamaño, pero sí entre las que podrían catalogarse como con más «estilo», con más belleza en las marcas o dibujos de su «librea» y más elegancia en sus formas y proporciones. Sin duda, es un subidón -que se dice últimamente- ver volar de cerca una de estas criaturas y seguir su evolución esperando que se pose en algún sitio cercano. Y una enorme alegría, si eso ocurre, llegar cerca de ella después de algunos tropezones con zarzas o pedruscos fuera de atención, por tener la vista fija y la mente absorta en la escena de un bisho poco acostumbrado a intrusos que se le aproximen con pasos que pretenden ser sigilosos.

IMGP9574_1200_1010KN Hembra de Gomphus graslinii, mostrando sus ojos separados

En muchas especies de odonatos, parece que las hembras esperaran unas condiciones o circunstancias de galanteo, mientras los machos vuelan o patrullan como si estuvieran vigilando o manteniendo su territorio libre de competidores, con una táctica similar a la que siguen muchas otras especies del reino animal. Es relativamente frecuente ver más machos que hembras, sea porque aquellos pretenden hacer patente su presencia mostrando su superioridad sobre otros, o porque las hembras se reservaran sabiendo que no faltarán candidatos aspirantes cuando ellas decidan hacer sus «llamadas feromónicas«. Por eso, suele ser mayor la alegría cuando el macro deja ver que se ha tenido la suerte de coincidir, en el tiempo y en el espacio, con la protagonista de uno de esos encuentros que pronto acaban en un enlace o un enganche que, visto con ojos románticos, tiene forma de corazón, aunque no deja de ser una presa bestial con unos cercoides enganchados en las cervicales, si se recuerda la anatomía de cualquier vertebrado.

IMGP9852_1200_950KNLa precisión de un enganche rodeando unos ojos

El momento de mayor alegría -para el fotógrafo, claro- es cuando la pareja enlazada se deja ver y fotografiar a una distancia razonable. La duración del enlace varía de unas especies a otras y, mientras en algunos casos no va más allá de 10 segundos, en otras especies se prolonga varios minutos, manteniéndose el enlace incluso para cambiar de posadero, lo que fuerza a la pareja a volar en tándem con un extraño batido de alas cuyo sonido parece confirmar que las condiciones aerodinámicas van muy forzadas.

IMGP9836_1200_1001KNUnos ojos colgados de unas hojas

En tales casos, los vuelos son cortos y la pareja suele dejarse caer en algún posadero -percha, dicen algunos- donde parecen quedar más colgados que posantes, pero esas son sus posturas y lo que ha dado de sí su evolución en más de 250 millones de años, según dicen algunos expertos en fósiles del Cámbrico al Pérmico.

Posted in Odonatos | Etiquetado: , , , , , , , , , , , | 2 Comments »

Pinzas

Posted by Pele Camacho en 10 octubre, 2011

El sistema reproductor de los machos de odonatos es tan exclusivo que no existe nada parecido en el reino animal: aunque la ubicación de la genitalia primaria al final del abdomen es similar al de la mayoría de insectos,  la situación casi al principio del abdomen de la genitalia secundaria  -la operativa en el acoplamiento- hace que el tándem tan característico de los odonatos  sea también exclusivo y sorprendente.

  Macho de Trithemis annulata mostrando sus atributos

(Picar en las imágenes para verlas con más resolución)

Tras unos orígenes que se remontan a 250 millones de años, no se conoce un proceso evolutivo de los odonatos que explique ese extraordinario detalle anatómico de la genitalia secundaria y las consecuencias de su función en los acoplamientos, realizados con la ayuda de otros elementos de su anatomía que no son parte activa en la reproducción: los apéndices anales o pinzas con las que los machos sujetan la cabeza de las hembras de libélulas o el protórax de las hembras de caballitos.  Es de suponer que las formas de los apéndices son también resultados de ese desconocido proceso evolutivo de las especies originales en las que, al no haber genitalia secundaria, tampoco habría unos apéndices adaptados a la función que desarrollan en las especies que conocemos.

    Macho de Anax ephippiger,  ejercitando sus apéndices anales

En los machos de anisópteros, o libélulas, existen dos apéndices anales superiores o cercoides y uno inferior, cerco o lámina supraanal, situado detrás del poro genital que corresponde a la genitalia primaria, situada en el segmento 9, anterior al segmento 10 del que salen los apéndices anales. La forma de los apéndices es casi específica:  Selys, el padre de la Odonatología moderna, describe en su libro “Monographie des libellulides d’Europe” que los apéndices pueden ser  “ lanceolés, pointus, arrondis, cylindriques, coniques, contournés, filiformes, tuberculés, dentelés, fourchus, ciliés, hérissés, glabres, courts, allongés , semi-circulaires, etc.”  Tillyard,  en su magnífico libro “The biology of dragonflies”, sin entrar en más detalles, dice que la diversidad de formas es inmensa y que, salvo en un par de excepciones genéricas, las especies pueden ser identificadas de manera inconfundible por la forma de los apéndices que, además, al servir como elementos de acoplamiento preciso en la precópula, hacen que la hibridación sea muy rara entre diferentes especies de odonatos.

Apéndices superiores presionando en el occipucio de una hembra de Sympetrum fonscolombii

La forma en que los machos sujetan la cabeza de las hembras es casi inimaginable por la precisión que implica un evento que, normalmente, se realiza en pleno vuelo de los dos protagonistas. Considerando la probable dificultad o incapacidad del macho para dirigir visualmente la acción de los apéndices, hay que admitir como cierto que son las hembras las que, después de aceptar al macho, acercan sus ojos y su cabeza a los apéndices que van a sujetarla: los dos apéndices superiores o cercoides se sitúan detrás de la cabeza, en el occipucio, y presionan hacia delante en la hendidura que tiene la cabeza sobre el cuello que la une al tórax.

Vista trasera de la cabeza de una hembra de Sympetrum fonscolombii

La pinza se completa con el apéndice inferior, o cerco, que se sitúa por la parte delantera, entre los ojos, presionando hacia atrás en sentido opuesto a como lo hacen los apéndices superiores, al tiempo que los segmentos finales del abdomen del macho, aprovechando su carácter invertebrado,  se curvan casi 180º de manera inverosímil, causando una aprensión casi dolorosa en cualquier vertebrado homosapiens que observe el ejercicio…

El apéndice inferior del macho, presionando entre los ojos de un hembra de Anax ephippiger

Imagino que no es fácil hacer una estadística de los ojos de hembras que pueden resultar dañados en el intento, pero en eso, supongo, reside el éxito del supuesto proceso evolutivo y, además, los ojos compuestos de las libélulas, quizás, se pueden permitir el dispendio de perder la visión de una pequeña fracción de sus omatidios, como refería Philip Corbet, otro gurú de la Odonatología moderna, en su libro “A biology of dragonflies”, en un dibujo ilustrativo que copié en la entrada que titulé “La pequeña sirena”.

Posted in Odonatos | Etiquetado: , , , , , , , , , , , , | 3 Comments »