Sorpresas y paisajes

Fotografías de lo que veo por esos campos…

Archive for marzo 2013

Silvestres anónimas

Posted by Pele Camacho en 14 marzo, 2013

En Abril de 2008, el “New York Times” publicaba el artículo “Honey Bees: A History”, referenciando un Acta del Congreso de los EEUU de 1922. Los congresistas, alarmados por los daños que algunos parásitos estaban produciendo en las abejas melíferas europeas, intentaban proteger a las americanas; sin embargo -indicaba el mismo artículo- los apicultores americanos perdieron entre un 50-80% de sus colmenas en la década de los 80. El problema no era solo la pérdida de producción de miel, sino también la baja polinización de muchas especies vegetales cuya productividad depende de los insectos polinizadores, que unas veces son melliferas, y otras, ni siquiera son abejas

IMGP6011_1200_1350KNApis mellifera (Linnaeus, 1758),  produciendo miel de azahar y, posiblemente, una naranja

(Picar en las imágenes para verlas con más resolución)

Hace un par de semanas, “El País” comentaba un resumen de la investigación dirigida por L. Garibaldi, del CONICET Comahue -Argentina-, sobre los insectos silvestres que polinizan las especies más importantes para la alimentación mundial. El estudio -publicado el pasado Febrero en la prestigiosa revista “Science” (*)- analizó la presencia de insectos en 600 campos de 41 regiones del mundo con diferentes cultivos, concluyendo que la Apis mellifera mejoró la producción en sólo seis de esas 41 regiones, mientras que los insectos silvestres fueron polinizadores mucho más efectivos, pues mejoraron la producción en todas las regiones.

IMGP5647_1200_1544KNDasyscolia ciliata (Fabricius, 1787), una avispa silvestre con aspecto de abeja, polinizando una inflorescencia silvestre

En esa anónima denominación de insectos polinizadores entran miles de insectos que, en el desarrollo de sus cortas vidas, alargan las nuestras con su constante revoloteo de flor en flor, polinizando especies que, si no fuera por ellos, pasarían por la naturaleza sin dejar recuerdo ni producto alguno para los homosapiens. Se atribuye a Einstein la frase: «Si la abeja desapareciera de la superficie del globo, al hombre solo le quedarían cuatro años de vida: sin abejas no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres«; cierta o no la cita, posiblemente fuera más cierta si, en lugar de «abejas», hubiera dicho «insectos polinizadores».

IMGP4013_1200_1484KNAmegilla quadrifasciata (Villers, 1789), un pequeño himenóptero de la tribu Anthophorini, con vuelo de zumbido agudo

Probablemente, entre los himenópteros, llamados así por sus alas con aspecto de membrana, se encuentran los polinizadores más eficientes de nuestros campos: hay miles de especies, algunas de ellas oligolécticas que polinizan una especie o un género vegetal concreto, lo que podría ser un riesgo si el animal desapareciera por cualquier circunstancia; pero hay muchas más especies polilécticas, que cambian de una flor a otra, polinizando a troche y moche sin buscar un aroma ni un color específico, por ejemplo, la Anthophora plumipes (Pallas, 1772). El género Anthophora (Latreille, 1803) y el género Amegilla (Friese, 1897) se integran en la tribu Anthophorini, formada por algo más de 700 especies de abejas llamadas solitarias, porque forman nidos independientes en el suelo o paredes en talud, por lo que también se las llama abejas cavadoras. Hasta no hace mucho, la tribu se consideró como la familia Anthophoridae. Cosas de los homosapiens…

IMGP4879_1200_1407KNMacho de Anthophora plumipes  (Pallas, 1772), una abeja pelijosilla y poliléctica

Dentro de la superfamilia Apoidea, la familia Megachilidae (Latreille, 1802), con más de 4000 especies de megaquílidos, son abejas dotadas de una lengua larga -la glosa– que les permite libar sin posarse sobre las flores; es una de las familias con mayor eficiencia polinizadora, porque su vuelo oscilante agita las estructuras reproductoras de los estambres que contienen el polen, esparciéndolo de manera efectiva sobre los estigmas de las flores que visitan; por el contrario, su proceso recolector de polen es poco eficiente: cargan un receptáculo ventral llamado escopa, provisto de una pilosidad pegajosa donde queda adherido el polen que levantan con los remolinos de sus vuelos. Para cargar la escopa se estima que necesitan bailotear sobre 10 o 12 veces más flores de las que necesitan visitar las especies polinizadoras que recogen polen por contacto directo con las flores, lo que unas harán porque les gusta así y otras, porque su corta lengua les obliga a ello.

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Pareja de Megachilidae, aprovechando el tiempo mientras libaban con su glosa larga en las profundas flores de lavanda

Solo en las subfamilias de las abejas -dicen los expertos- hay unas 20.000 especies conocidas y, quizás, otras tantas en espera de que algún entomólogo les ponga nombre… lo que no significa, ni mucho menos, que sea fácil identificar a muchas de las, supuestamente, conocidas: las diferencias entre especies son tan sutiles que, a veces, la identificación requiere el uso de un microscopio, después de haberlas atrapado con una red o uno de esos cucuruchos llamados «cazamariposas»; poder distinguir a qué subfamilia o género pertenecen es, frecuentemente, lo más que se puede saber sin ser un experto con recursos ópticos apropiados.

¡ Buena gente, excelentes bishejos, esos silvestres personajes anónimos…!

(*) “Wild Pollinators Enhance Fruit Set of Crops Regardless of Honey Bee Abundance”, http://www.sciencemag.org, Feb. 28th., 2013.

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Transparencias y reflejos

Posted by Pele Camacho en 1 marzo, 2013

Lepidóptero, aunque suene al griego de hace muchos años, no era el apelativo que usaban aquellos griegos para las mariposas. Fue Linneo, en 1735, quien acuñó la palabreja en referencia a ese polvillo que queda en los dedos cuando se agarra por las alas a una mariposa; recuerdo esa sensación de cuando yo lo hacía, hace ya más años de los que quisiera…

IMGP1833_1200_820KNDetalle de un ala de Charaxes jasius (Linnaeus, 1767), mostrando sus escamas imbricadas

(Picar en las imágenes para verlas con más resolución)

Ese polvillo microcópico que-queda-en-los-dedos no es más que un montoncito desparramado de escamas microscópicas – las lepis, lepidos, o λεπις, λεπιδος– que Linneo consideró como una característica o atributo común a todas las alas de las mariposas; pero siempre hay una excepción que confirma una regla: hay lepidópteros sin escamas, «alépidos«, que -imagino yo- podrían haber dicho aquellos griegos de entonces. Para decir «la verdad y solo la verdad» -cosa que últimamente no practican políticos y políticas, con explícita alusión a los dos sexos- el maestro Linneo tenía un pelín lejos la excepción de la regla, así que su vocablo está más que justificado y admitido, máxime ante lo que ahora pretenden que se admita, oyendo lo que mendaces machos y hembras dicen «a pelo», sin escamas y sin vergüenza… pero no iba yo a ese charco, aunque siempre  me meta en alguno.

IMGP5243_1200_1262KN Greta oto, (Hewitson, 1854),  un ninfálido del Nuevo continente

A lo que yo iba: que allende la mar océana, por tierra mexicana y centroamericana, mayormente, hay criaturas con forma y comportamiento de lepidóptero, pero con alas sin escamas y, para mejor demostración y exhibición de ellas, las muestran al desnudo y con la transparencia natural de sus membranas voladoras, y eso y así digo porque recuerdan aquellas de otros órdenes voladores, como el de los himenópteros así llamados por considerar que sus alas membranosas son lo más común entre las especies de ese orden, aunque también ahí hay excepciones que van hasta sin alas, y si no, miren a las hormigas…

IMGP5292_1200_1199KN ¿Reflejos o transparencias?  Su mezcla y contraste las embellece mutuamente…

En los tiempos modernos, los homosapiens han hecho posible que los trópicos puedan estar casi en cualquier parte, en forma de jardines botánicos e invernaderos, zoológicos…  y mariposarios; así que, cuando llueve, nieva o ventea de manera pertinaz, es posible echar el rato aquende, viendo yerbas y bishos de allende. Es el caso de las criaturas que aquí veis y así posaron: las Greta oto, (Hewitson, 1854), con un garbo evidente, aunque no tengan detrás ese apellido que otra Greta llevó. Hay quien dice que a estas Gretas les viene el nombre de un esmalte transparente  -como sus alas- usado en alfarería para vidriar… tal vez sí, aunque no apostaría yo por tal causa o coincidencia; pero en lo de «oto», ni vestigios de su origen encontré, y así queda el reto de oto para otro…, y si alguien lo sabe, se agradecerá que lo diga.

Por lo demás, la criatura es un ninfálido en toda regla: con sus cuatro patas y un par atrofiado, para llevar la contraria en aquello de «hexápodos». Se la llama «espejitos» en sus países de origen y «glasswings»  por el mundo angloparlante. Entre sus costumbres está la de alimentarse en fase de oruga con plantas tóxicas y metabolizarlas de modo que el efecto perdure en la fase de imago, con el doble propósito de alejar predadores y generar feromonas para asegurar la continuación de la especie. Cuando llega esa época, los machos organizan una especie de ritual de cortejo colectivo denominado «lekking» que, traducido en breve, es como una exhibición de poses o un desfile de pavoneos en un «tontodromo» donde compiten los machos en edad de servicio para ganarse el favor de las espectadoras en edad de merecer, que se decía años ha.

IMGP5294_1200_1110KNGarbo y figura de Greta oto en otra pose

Y para terminar, volviendo al asunto del inicio que quedó un poco en el aire -como las mariposas- :  ¿entonces, cómo llamaban aquellos griegos a las maris?… pues se dice por ahí -y parece que esto sí es verdad- que las llamaban ψυχη,  que sonaría algo así como «psyché«. Sea coincidencia o no, hay por aquí una mari, al menos, que arrastra en su nombre una traza de ese apelativo milenario: la Glaucopsyche melanops, (Boisduval, 1828), pequeñita y pizpireta, inquieta y bailarina, toda una auténtica y genuina «pinpilinpauxa«…

IMGP1576_1200_1376KNGlaucopsyche melanops  (Boisduval, 1828), reflejando la luz en sus escasas escamas glaucas

¡Eh! ¡eh!…¡oiga! ¿qué es eso de «pinpilinpauxa«? pues es una palabra euskera, onomatopéyica y preciosa, tanto que fue elegida en 2010 como palabra más bonita del euskera… y significa, precisamente, MARIPOSA. Puestos en ese plan, podría decirnos algún gallego -o gallega, claro- que «bolboreta» -MARIPOSA, en galego– no es menos bonita y que también fue elegida -no sé en qué año- la palabra más bonita del galego.

Pues ahí quedan las cinco palabras –lepidóptero,  ψυχη,  mariposa,  pinpilinpauxa, bolboreta– y las cinco fotos, para que ustedes elijan la que más les guste… Ea, ya…

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