Dice el diccionario web de la R.A.E:
eufemismo (Del lat. euphemismus, y este del gr. εὐφημισμός) “Manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”
Sorprende en este vocablo la limitación de acepciones que ofrece ese diccionario web tan popular y, en general, suficientemente explicativo. Yo pediría a los académicos de la RAE que, en la próxima edición del diccionario, intentaran ser algo más explícitos con el uso y propósito moderno de ese concepto. Pienso que estaría bien decir que ciertos eufemismos modernos, como “activos tóxicos”, por ejemplo, se emplean con una intención que yo -que no soy académico- prefiero expresar con disfemismos, es decir, con lo contrario de eufemismos, por ejemplo, “darla con queso”, “dorar la píldora”, “colar goles”… y otras expresiones más sutiles o indignantes que en castellano se entienden claramente. El lenguaje permite comunicarse y entenderse, pero puede utilizarse para disimular o escamotear algo vergonzoso con pamplinas “políticamente correctas” como esa de “activos tóxicos” que disfraza, simplemente, pérdidas multimillonarias que afectarán largo tiempo a los dolientes paganos de siempre. Un disfemismo asociado al eufemismo sería, por ejemplo, “taimados hijoputas”, para referirse a los especuladores y gestores de desastres financieros que reventaron la economía de algunos países, pero hablemos de bishos menos dañinos…
En el contexto zoológico de estas páginas, escribir “activos tóxicos” es un disfemismo coyuntural para referirse a bishos venenosos de manera activa o pasiva, porque un bisho puede tener un veneno muy activo aun siendo él muy pasivo, frente al atrevido que lo coge o se lo come y queda inactivo, trastornado o muerto. Esta entrada muestra algunos ejemplos que vienen al caso.
Zygaena hilaris, con cianuro al rojo
(Picar en las imágenes para verlas con más resolución)
La Zygaena hilaris (Ochsenheimer, 1808) es una mariposa heterócera de un género con más de veinte especies en la península ibérica, todas ellas con una característica común: en su fase nutricia metabolizan cianuros, uno de los venenos que –disfemísticamamente hablando- “pasaportan” a los vertebrados de manera fulminante. No se puede negar que su aspecto avisa que tienen algo especial, comentado en una entrada que titulé ”Veneno en la piel -pica para verla-” recordando una canción de Radio Futura que me gustó y puedes oír en el enlace.
Utetheisa pulchella, glamourosa y venenosa
La Utetheisa pulchella (Linnaeus, 1758) es otra de esas heteróceras mariposillas a las que no me gusta llamar polillas, por sus aspectos tan vistosos y glamourosos; en su fase de oruga metaboliza alcaloides tóxicos que siguen activos en la fase de imago, aunque con sus colores aposemáticos advierte de su peligro a posibles predadores, algo que la ennoblece, a diferencia de los taimados gestores tóxicos que no advirtieron de nada, sino todo lo contrario, actuaron en silencio, con premeditación y alevosía dolosas.
Zerynthia rumina, con hemolinfa rica en aristoloquina
La Zerynthia rumina (Linnaeus, 1758), la mariposa Arlequín, es una ropalócera preciosa: sus alas son un mosaico de colores contrastados que permiten verla de lejos, pero aunque algunos bishos no aprecian la belleza cuando el hambre les aprieta, para muchos otros ese contraste de manchas negras, rojas y amarillas es una especie de STOP impreso en sus neuronas como aviso de peligro. La clave de su activa toxicidad está en sus plantas nutricias, las Aristolochias, que en sus extrañas flores -puedes verlas picando “Tres fases y una flor”– parecen advertir sobre algo fuera de lo corriente: unos cuantos compuestos extraídos de ellas motivaron su uso medicinal en tiempos pasados, hasta que se vio que, para muchos pacientes, era peor el remedio que la enfermedad. Algo parecido está ocurriendo con la economía: entre los taimados causantes de los problemas y los curanderos de sus efectos están dejando a países y paisanos en un estado cada día más preocupante, tanto como para pensar, también, que hay taimados curanderos aquende y allende los Pirineos que podrían decir como aquel cirujano del chiste: «La operación ha ido muy bien, pero el enfermo se muere».
Larva de Papilio machaon, aposemática y con osmeterios pestilentes
Por si no fuera suficiente con los colores aposemáticos, algunas especies recurren a olores repelentes: es el caso, por ejemplo, de las orugas de Papilio machaon (Linnaeus, 1758), otra belleza que destaca tanto en su fase de larva como de imago. La oruga devora con ansia tallos tiernos de hinojo, una planta que huele a anís, pero su metabolismo transforma ese aroma en algo desagradable o pestilente que esparce con los osmeterios, una especie de cuernecillos flexibles y húmedos de color naranja que saca cuando se siente amenazada. No he llegado a sentir ese tufo repelente que, supongo, debe ser similar al sentimiento que provocan los taimados que tanto daño han hecho y que, muchos de ellos, siguen impunes ante las injusticias de la justicia -con minúscula- y la inactividad de los politicastros, pero esas son otras historias.