Sorpresas y paisajes

Fotografías de lo que veo por esos campos…

Archive for abril 2010

Emperaora

Posted by Pele Camacho en 27 abril, 2010

Las libélulas están entre los seres vivos con orígenes más antiguos. Hay fósiles de aspecto muy similar a las libélulas actuales que se remontan al periodo Carbonífero, hace unos 250 millones de años, mucho antes que aparecieran los dinosaurios y las aves, hace unos 150 millones de años, día más, día menos. Es famoso el fósil del protodonato Meganeura monyi del periodo Pérmico, con una envergadura alar de 70-75 cm. frente a los 19 cm de la mayor libélula actual, la Anax strenuus, una especie endémica de las islas Hawai. Sin ir tan lejos, en España tenemos la Anax imperator (Leach, 1815) que, sin ser tan grande, con su envergadura alar de casi 9 cm. es una de las más grandes de Europa, que no es poco.

¿Y quién le puso ese nombre tan “biensonante”?  Pues fue un zoólogo inglés, William Elford Leach (1790-1836) el que primero se fijó en ella con intención de bautizarla, cosa que hizo en 1815, por lo que cuando se nombra a la criatura con su nombre científico, como es costumbre, se incluye a Mr. Leach y el año en que lo hizo.

¿Y de qué va lo de Anax?  En la mitología griega Anax era un gigante, hijo de Urano (el Cielo) y Gea (la Tierra). Hesíodo, uno de los principales mitógrafos, considera a los gigantes seres divinos que surgieron de la sangre que Urano derramó sobre la Tierra cuando su hijo Crono (Saturno) lo castró con una hoz.  Como “el que a hierro mata, a hierro muere”,  el todopoderoso Zeus, hijo de Crono y un mal bicho, lo destronó y lo mandó al Tártaro, o sea, al infierno.
Así que, dentro de lo que cabe, el nombre científico que le puso Mr. Leach a nuestra libélula, se puede decir que, aparte de “biensonante”, estuvo bastante bien puesto, comparado a lo que se suele ver en otros insectos.

La criatura de la foto es una hembra de Anax imperator que estaba tomando el solecito plácidamente en un arbusto al borde de una laguna, descanso que suelen abandonar apenas para comer -son voraces predadoras de otros bichejos-, copular y ovipositar, como muestra la siguiente foto.

Ni ovipositar ni oviponer son palabras reconocidas por la RAE, pero son las que se usan, casi exclusivamente, para referirse al acto con el que los insectos, libélulas en nuestro caso, depositan sus huevecillos de los que algún día emergerán las ninfas -otro nombre mitólógico prestado a los insectos- que pasan su vida sumergidas en alguna charca, devorando otros bichejos, hasta que de ellas emerjan las libélulas de la siguiente generación. Fascinantes…

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Hill-topping

Posted by Pele Camacho en 22 abril, 2010

Esta “chupaleches” -y no sé qué leches podría chupar esta preciosidad para que le pusieran ese nombre- estaba “hill-topping” junto con unas cuantas primas “macaones”, el 28-03-2010, en un promontorio cerca de Málaga, desde el que hay unas vistas espléndidas de la bahía.  Los anglohablantes la denominan “scarce swallowtail”, o sea, “escasa cola-de-golondrina”, en comparación con su «prima» Papilio machaon, a la que llaman simplemente “swallowtail”, por no ser tan escasa en Albión.   Su nombre científico es Iphiclides podalirius, con interesantísimos orígenes mitológicos de los que pasamos hoy. El ejemplar de la foto corresponde a la variedad feisthamelii que, aunque no hay acuerdo en la comunidad entomológica, algunos dicen que es una especie diferente.

Es una de las mariposas de mayor tamaño y, además, sus grandes alas triangulares, una especie de “ala delta”, le permiten planear, sostenerse y hasta subir en el aire donde parece detectar las “térmicas” sustentadoras de las especies maestras en ese arte del “planeo” que intentan imitar los aficionados al parapente, después de hacer también su particular “hill-topping”.

Iphiclides podalirius ssp. feisthamelii  – «Chupaleches»  – «Scarce swallowtail» – Familia Papilionidae –  Subfamilia Papilioninae

El lenguaje es la principal forma de comunicación entre las personas que comparten un  entorno geográfico. Son ellas quienes deciden qué palabras y expresiones se usan o dejan de usarse para adaptar el lenguaje a las circunstancias de un mundo cambiante.  En algunos países hay organizaciones -en España, la RAE– que analizan las nuevas palabras y expresiones, las reconocen y las añaden al lenguaje que pudiera llamarse “oficial”, después de un tiempo de uso y extensión.

Hay idiomas, como el inglés, que  por su estructura o por la costumbre de su uso y evolución, tienen una flexibilidad que les permite crear o inventarse nuevas palabras con una facilidad que otros lidiomas no tienen o no practican.  Se dice que la comunicación en esos idiomas es más rápida, pero a cambio es más imprecisa que en otros idiomas más complejos por el uso de recursos gramaticales más amplios. Ciertos idiomas soportados en escritura de ideogramas, como el japonés, para comunicarse correctamente requieren, a veces, “dibujar en el aire” el ideograma que expresa lo que se quiere decir. Una pasada…

La palabra “hill-topping” -unas veces con guión y otras ya sin él-  es un ejemplo claro de esa facilidad para inventar nuevas palabras.  Se usa para referirse a la práctica común en algunas especies animales cuyos machos suben a lugares relativamente altos, por ejemplo, la cima –top– de una colina –hill– para disputarse las alturas y hacer allí  demostraciones de sus habilidades, fuerza, etc.  Luego, las hembras que buscan al macho “más macho” acuden a esos sitios y eligen a los individuos dominantes que quedan por allí después de haber echado a otros más débiles o torpes.

¿Se podría usar una palabra similar en castellano?  Por supuesto que sí, pero una cosa es que se invente, se reconozca y se adopte “oficialmente”  y otra es que se use, porque parece que la comunidad castellanohablante tiene tendencia a adoptar o usar barbarismos o, directamente, palabras extranjeras antes que las propias.  Ya dije algo de esto al hablar de “recentales y tenerales”, pero este es otro ejemplo más:  La palabra “encimar” -derivada de “en-cima”- está en el diccionario de la RAE desde no sé cuándo y su gerundio “encimando” tiene el mismo sentido de “subir alto” que “hill-topping”, aunque falte lo de colina -que es innecesario-,  pero puestos a dar referencia de sitio se podría usar también “alcor”, “otero”, “collado”,… todas ellas palabras preciosas, y así, además de “encimar”, tendríamos verbos compuestos como “alcor-encimar”, “otero-encimar” …  que encima de sonar más celtibéricas que “hill-topping”, casi no haría falta explicarlas.

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Nombres al gusto

Posted by Pele Camacho en 19 abril, 2010

Cuando existen, los nombres populares de animales y plantas varían de región a región y, más que vías de entendimiento son sendas de confusión, por ejemplo, el jilguero, alias “colorín”, “cavernera”, “cardelina”… tiene más nombres que colores, porque destaca su belleza y personalidad cantaora, pero ¿Qué ocurre cuando el bicho o hierba es más discreto y pasa desapercibido para los curiosos? Pues que da igual el nombre que se le ponga, porque la mayoría de los que lo vean, ni lo conocen, ni lo recuerdan, ni les importa el nombre que tenga.

Nymphalis polychloros – «Olmera»- «Large tortoiseshell»-  Familia: Nymphalidae- Subfamilia: Nymphalinae

Por otra parte, los nombres científicos de muchas especies tienen un origen más anecdótico que científico.  Si se piensa en los millones de especies a clasificar y denominar, algunas de ellas con más semejanzas que diferencias, lo probable es que se agoten los recursos del conocimiento antes de darles nombre; o que el uso y utilidad del nombre científico diferenciante quede limitado a un reducido grupo de expertos que, para el caso, viene a ser lo mismo: la gran mayoría de humanos que lean el nombre de tal especie se quedarán “a dos velas”.  Pero como la comunidad científica se siente responsable de identificar y denominar a las especies, hay que seguir la iniciativa de Linneo, tradicional y mundialmente aceptada,  y parir un nombre de familia, subfamilia, género y especie, con más o menos lógica, simpatía o afinidad y esperar que el resto de la comunidad lo reconozca y acepte. O que lo cambie.

Vanessa cardui – «Cardera»- «Painted lady»- Familia:Nymphalidae – Subfamilia: Nymphalinae

En el caso de los nombres de algunas mariposas -pero no todas-, por su notoriedad y belleza, tanto el pueblo soberano – aunque no se sepa quien fue- como la comunidad científica les ponen nombres y, tantos unos como otros, tienen tantas razones como sinrazones para justificar o rechazar el apelativo imaginado. El pueblo recurre, supongo,  a cualquier asociación de ideas que, en base a la observación más o menos repetida, justifique el nombre y, así, ha puesto nombres tan bonitos como “olmera”, “cardera”, “saltacercas”,“velada de negro”, etc., etc., claro está que,  igual que con el jilguero, los nombres cambian a más o menos kilómetros, y pasan a llamarse, por ejemplo, “large tortoiseshell”, “painted lady”, “wall brown”,“dusky heath”, etc., etc., que no son precisamente traducciones literales, sino asociaciones de ideas totalmente diferentes, con tanta razón y justificación en Albión como en Hispania.

Lasiommata megera – «Saltacercas»- «Wall brown»- Familia: Nymphalidae – Subfamilia: Satyrinae

De manera similar, la belleza de las mariposas ha inducido a los naturalistas a “bautizar” a algunas de ellas con nombres clásicos de personajes “míticos”. Los mitos tienen el encanto de las primeras culturas de la civilización, con todo el derroche de imaginación de aquellas gentes que no tenían escapes en pasatiempos tecnológicos como los de hoy. Quizás por eso haya llegado su influencia hasta nuestros días, supongo yo… y así, dentro del orden Lepidoptera  y el suborden Rhopalocera, por ejemplo, encontramos la familia Nymphalidae o de los ninfálidos, con una docena de subfamilias tan “familiares” para los mariposeros como la Nymphalinae y la Satyrinae… ¡qué bien!

Coenonympha dorus – «Velada de negro»- «Dusky heath»- Familia: Nymphalidae- Subfamilia: Satyrinae

Y empiezan las preguntas con y sin respuesta:
¿Quienes pusieron los nombres científicos de cada especie?  Pues si se busca en esa excelente web ,  Insectarium virtual,

www.insectariumvirtual.com/galeria

cada foto suele llevar el nombre de la especie, el del naturalista que la bautizó y el año en que lo hizo, pero no por qué lo hizo con tal nombre.

¿A quiénes se le ocurrieron esos nombres de familias, subfamilias, géneros  y por qué?  Pues no lo sé y, además, ahí empieza lo anecdótico, con más sorpresa que lógica porque, por ejemplo,  ¿Qué razones hubo para asociar unas mariposas a ninfas y otras a sátiros? Me lo expliquen, por favor… unas deberían ser bellas y encantadoras, mientras los otros serían feos y rijosos. Y las únicas referencias que hay son la imaginación de quienes las describieron, esculpieron o pintaron, pero que nunca las vieron, porque existir, lo que se dice “existir”, nunca existieron…

Y aquí, por ejemplo,    www.artrenewal.org/pages/artwork.php?artworkid=25&size=large

en el mismo cuadro se ve lo feo y lo bello y una explicación de ello.  Que ustedes disfruten viendo y leyendo.

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Lucy in the sky…

Posted by Pele Camacho en 14 abril, 2010

Sorprende ver mariposas en invierno, cuando ni siquiera hay flores donde puedan libar de vez en cuando, pero haberlas, haylas… , como esta Nymphalis polychloros que vagaba solitaria por el PN Montes de Málaga, un sábado 16 de Enero 2010 en el que no llovió.

En el mundo mariposil se encuentran especies que entran como adultos en una situación de “dormancia”, un estado biológico en el que la actividad física queda en suspenso. Eso supone una fuerte reducción del metabolismo y, en consecuencia, una conservación de la energía que el organismo “dormante” tiene al entrar en ese estado que, en el caso de los insectos, se suele denominar “diapausa”. La RAE no recoge aún las palabras “dormancia” y “diapausa”, pero existir, existen… y se usan; diapausa, especialmente, en relación a insectos que durante los solsticios no soportan bien las temperaturas extremas de los lugares donde habitan y, si no tienen costumbres migratorias, lo que hacen es “diapausar”, una forma de dormancia, para ponerse a salvo de las temperaturas extremas que su organismo no soportaría.

Hibernar y estivar son formas de dormancia que se usan, a veces, para describir esos comportamientos mariposiles, pero el sentido más preciso de esas dos palabras supone un comportamiento predictivo del animal, cuyo organismo se prepara, por ejemplo, con acumulación de grasas, para entrar más tarde en ese estado de metabolismo minimizado que supone importantes cambios fisiológicos, como reducción del ritmo cardíaco, bajada de la temperatura corporal, etc., etc.,  ese mecanismo es el que siguen muchos roedores y algunos otros mamíferos, pero no es exactamente lo mismo en las mariposas y otros insectos. La diapausa está prefijada genéticamente y es inducida por estímulos específicos, tanto en su inicio como en su fin, y en ésto es diferente de la hibernación o estivación. Punto.

Como el invierno de 2009-10 fue húmedo y largo, las especies que empezaron a despertar de sus diapausas allá por Enero, quizás lo fueron haciendo hasta allá por Marzo, como esta Nymphalis polychloros que aunque vista por su reverso no lo parezca, pero lo es, volaba por los mismos parajes malagueños que aquella que mostraba su anverso en Enero. Se la veía espabilada y con vuelo firme, libando no-sé-qué en fisuras del tronco de una encina o entre los líquenes que por allí había. Hay detalles difíciles de ver cuando se enfoca a un bisho que raramente deja que te acerques a él en horas en las que está despierto y espabilado; pero luego, al ver las fotos en un monitor se aprecian detalles sorprendentes que evocan recuerdos lejanos.

Allá por los años 60, The Beatles compusieron una canción de extraño título, “Lucy in the Sky with Diamonds”, con esas LSD que evocaban “viajes” profundos a mundos multicolores donde había una “girl with kaleidoscope eyes”, ojos difíciles de imaginar pero, tal vez, fueran parecidos a los de esa Nymphalis polychloros que, posiblemente, no hacía mucho que salió de su diapausa invernal y revoloteaba, como un poco perdida, en un “viaje” con poco sentido y en un tiempo y un lugar en el que apenas había ni flores ni individuos de su especie con los que compartir nada de nada…

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El efecto mariposa

Posted by Pele Camacho en 12 abril, 2010

La Papilio machaon (Linnaeus, 1758) es una de las mariposas más grandes que vuelan por nuestra geografía y ha sido una de las que más me ha dejado acercarme a ella. Es hermosa y tiene un vuelo potente y enérgico. Impresiona ver sus remolinos, algunas veces casi verticales, cuando dos machos pelean o cuando un macho persigue a una hembra.  Alguna vez, al hacerle una foto macro, he podido oír el batido de sus alas en el aire cuando arrancó su vuelo. Y recordé “el efecto mariposa”.

La Papilio machaon ( Linnaeus, 1758),  casi 10 cm de envergadura alar

Se dice que, en 1961, el meteorólogo Edward Lorenz (1917-2008) simulaba en un ordenador el comportamiento de un modelo de predictor meteorológico. Los ordenadores de aquellos tiempos apenas eran un boceto de lo que son hoy día y, para acortar el tiempo de la simulación, en una de las simulaciones debía poner como dato la cifra 0,506127, pero abrevió y puso 0,506. El resultado de la simulación fue un disparate imprevisto que llamó su atención. “Sorprenderse, extrañarse, es comenzar a entender, decía Ortega y Gasset en 1930.

Dos años más tarde de aquella sorpresa, en 1963, Lorenz publicó el resultado de sus investigaciones en un artículo que envió a la Academia de Ciencias de Nueva York y en él se decía que ”si la teoría fuera correcta, el aleteo de una gaviota podría provocar un cambio de la predicción meteorológica”. Como el tema era muy interesante y con aplicaciones potenciales, continuó sus estudios y publicaciones y, en algún momento, cambió la gaviota -pajarraco algo carroñero y de graznido desagradable- por una mariposa, más poética y silenciosa. Y ya con el lepidóptero como protagonista, olvidó dar título a una conferencia que tenía que pronunciar en 1972. Pero alguien que conocía a Lorenz y el tema de la conferencia, se inventó un título atractivo que ha hecho historia: Does the flap of a butterfly’s wings in Brazil set off a tornado in Texas?, cuya traducción podría ser “¿Puede el aleteo de una mariposa en Brasil desencadenar un tornado en Texas?”. Desde entonces, las referencias en todo el mundo a lo que se dio en llamar el “efecto mariposa” han sido muy numerosas y, con ese nombre, por ejemplo, se ha dado título a dos películas, una de ellas española, varios libros y hasta incluso a algún conjunto pop.

El esfuerzo de su vuelo termina dejando marcas…

El “efecto mariposa” es una referencia metafórica a la sensibilidad de los “sistemas caóticos” que, a pesar de su nombre, son relativamente importantes y reales. Son sistemas dinámicos cuya evolución depende mucho de múltiples condiciones cuyo efecto, a veces, no se conoce bien; por ello, el más mínimo factor que pueda afectarles, como el simple aleteo de la mariposa del ejemplo, puede desencadenar una secuencia de acontecimientos de resultados imprevisibles, una especie de “efecto dominó” donde no debe entenderse que el aleteo sea “la causa” del tornado, sino el posible factor modificante de una turbulencia que altera una situación inicialmente prevista y… en fin, algo muy complicado que sólo se puede justificar con un profundo estudio matemático. El caso es que la “Teoría del Caos” tiene aplicación en actividades de uso cotidiano como, por ejemplo, las predicciones meteorológicas y otros fenómenos conocidos de forma incompleta, que necesitan el soporte de potentes ordenadores para calcular cosas que, de vez en cuando, son erróneas por el comportamiento algo “caótico” de esos sistemas y por el aleteo de una mariposa a la que, como no protesta, se le puede echar la culpa del desastre…

El mismo Lorenz, en su libro The essence of Chaos, reconoce que la idea de la mariposa fue original de Ray Bradbury, un visionario y genial escritor de temas de ciencia ficción que usó la referencia mariposil en un relato corto publicado en 1952, “ El sonido del trueno” sobre un “viaje en el tiempo” en el que la muerte de una mariposa en la época de los dinosaurios, influye en hechos del mundo actual.

Las Papilio machaon de las fotos estaban el 28-03-2010 aleteando cerca de Málaga, en una colina con vistas a la bahía donde a ellas les gusta encimar, algo que algunos llaman hacer “hill-topping”, donde demuestran el poder de sus alas haciendo filigranas y tirabuzones de vuelo indescriptibles.

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¿Y de los recentales de Trithemis…?

Posted by Pele Camacho en 9 abril, 2010


Abusando del lenguaje, se podría decir que los “bebés” y los “adolescentes” del Orden Odonata se parecen mucho más a las hembras que a los machos, pero ya se ha dicho también en las dos entradas previas que en el mundo de los odonatos es muy normal la evolución rápida en el aspecto de los individuos, sobre todo en los machos, a medida que van alcanzando su madurez.

Si bien es cierto que en sus primeros días de vida, a primera vista, parecen hembras, no lo es menos que muestran sus atributos sexuales más característicos desde que emergen de la exuvia, una especie de cascarón, camisa o cutícula, es decir, el exoesqueleto que protege a las ninfas de los odonatos antes de sus mudas o emergencias.

La libélula que muestra su perfil en la foto contigua apenas tenía una hora de vida; recién emergida de la exuvia, frágil, como luchando por espabilarse a la vida entre temblores, mostraba aún sus alas arrugadas y lentamente las estiraba; su abdomen de color marfileño era casi transparente y los colores de su exoesqueleto, que parecían broncearse u oxidarse por momentos, apenas recordaban a los de sus madres, mucho más “morenas” y, desde luego, en absoluto recordaban a sus violáceos progenitores, PERO… al trasluz de su ala izquierda medio arrugada ya se dejaba ver la protuberancia de su genitalia secundaria, casi igual en forma y proporción que la de un macho maduro.  No he tenido la suerte de ver una «baby» hembra, pero no imagino que sea muy diferente de este tierno infante…

Pocos días después ya será capaz de volar con la habilidad de sus padres y con un aspecto que recuerda bastante a una hembra joven, PERO… cuando se observan sus cercoides largos y juntos se disipa cualquier duda: es un machito inmaduro, sin vestigios de rojos ni violetas en su tórax y abdomen, aunque sus ojos ya han evolucionado hacia los rojos de su especie.


Es frecuente leer artículos y descripciones en castellano utilizando la palabra “teneral” para referirse a los insectos inmaduros que emergieron recientemente de su pupa o larva. Sin embargo, cuando se consulta el diccionario de la RAE la respuesta es tajante: La palabra teneral no está en el Diccionario. La palabra teneral es utilizada en inglés, idioma flexible donde los haya, pero no es una típica palabra anglosajona, normalmente monosilábicas; es trisílaba y tiene su origen en la palabra latina “tener” traducible por suave, joven, tierno,… palabras que describen perfectamente las características del exosqueleto del individuo muy joven.

Es extraño que en castellano, con un alto porcentaje de palabras con raíces latinas, no se haya acuñado ningún vocablo para denominar ese estadio de bichejo inmaduro… ¿o sí?. Lo más parecido es la palabra castellana “recental”, con origen en el latín “recens” según el diccionario web de la RAE, que define a una persona o cosa reciente, además del uso más frecuente para referirse a ejemplares “tiernos”, como un ternero o un cordero (ternasco), o sea, que “recental” tiene el mismo “tierno” trasfondo latino que “teneral” y entonces, me pregunto yo, ¿no sería más legal usar el castizo “recental” que el guiri “teneral”?. Hasta es posible que la RAE no haya aceptado “teneral” porque ya existía “recental” que viene a ser casi lo mismo… ¿o no?.
Y si alguien asocia lo de tierno a la jerga gastronómica celtibérica, no se olvide que en muchas culturas consideran auténticas exquisiteces a ciertas pupas e imagos y, supongo que los individuos “tiernos” también allí serán más cotizados que aquellos con exosqueletos duros, crujientes o “crunchy”, que dirían los anglosajones.

Estos tiernos infanzones aparecieron en el PN Montes de Málaga, como cantaba el prisionero del romance, en la segunda quincena de Mayo…
…cuando hace la calor,
cuando se encañan los trigos
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,…

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Las hembras de Trithemis

Posted by Pele Camacho en 9 abril, 2010

Es interesante e instructivo comparar detalles entre las hembras de estas fotos y los machos de la entrada anterior.
Dentro de la variación de colores entre individuos del mismo sexo y especie, con una evolución hacia tonos más oscuros que acompaña al envejecimiento, se aprecia la “moderación” en los colores pardos de las hembras frente los llamativos colores rojo-violetas de los machos de Trithemis annulata.

Es algo que ocurre en muchas otras libélulas y también en otras especies del mundo animal; parece como si las hembras intentaran pasar más disimuladas, con más capacidad de mimetizarse con el medio ambiente, tal vez, por ejemplo, para proteger la prole en algunos casos de aves, mientras que los machos están preparados para exhibir sus galas ante las hembras o para atraer sobre ellos la atención de posibles depredadores…; la generalización o extensión del ejemplo probablemente fuera errónea, pero el hecho es real y amplio en especies.

Si se trata de comparar el dimorfismo sexual, lógicamente, lo procedente es examinar los detalles sexuales apreciables: frente a la genitalia secundaria que se aprecia en los primeros segmentos del abdomen de los machos, con forma de gancho o anzuelo para acoplarse con el apéndice abdominal de las hembras, en éstas no existe nada similar.


Por supuesto, son diferentes los apéndices de acoplamiento, los cercoides, cortos y separados en las hembras, largos y juntos en los machos, para poder agarrar los arcos que tienen las hembras detrás de los ojos, en esa captura que parece “sujetarlas por la nuca”, mientras ellas arquean el abdomen y acoplan su extremo a la genitalia secundaria de los machos, formando esos tándems, únicos en el mundo animal, con los dos abdómenes arqueados en una especie de figura de “corazón romántico”, característicos de las cópulas de libélulas. En la foto, un “tándem” de Sympetrum fonscolombii, se aprecian esos detalles además de la marcada diferencia en la coloración de machos y hembras.

En las hembras «veteranas», como la Trithemis annulata que muestra la foto contigua, se observa que el abdomen suele ser más abultado que en las hembras jóvenes y, por supuesto, mucho más que en los machos, que suelen tener un abdomen delgado y con cierto aplanamiento. Parece lógico que sea así, si se considera la función reproductora de las hembras y los órganos que debe tener para generar, madurar y depositar los huevecillos fecundados. Las diferencias de color entre hembras jóvenes y maduras es, en buena parte, por la “pruina” que van acumulando con la edad, formando una especie de capa mate que recubre y oculta los brillantes colores reales del exoesqueleto de tórax y abdomen que, aunque más oscuros que en las jóvenes, parecen claros y cenizosos por la ”pruinosidad”, palabra desconocida en castellano que corresponde al vocablo “pruinosity” utilizado en inglés.

Todas las protagonistas de esta entrada pasaron a los archivos digitales mientras disfrutaban del cálido ambiente de la Costa del Sol  malagueña

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Los machos de Trithemis

Posted by Pele Camacho en 8 abril, 2010

La Trithemis annulata es la única especie del género Trithemis con presencia regular en España, si bien las primeras citas de ella se remontan a finales de la década de 1970. Tiene un tamaño mediano, algo menos de 40mm, y parece haber extendido su presencia en la mitad sur de la península y la costa mediterránea. La especie Trithemis kirbyi, con escasas referencias en la península ibérica, se ha observado esporádicamente en el sur, tiene un color más rojo y un tamaño algo menor. Ambas tienen origen en el norte de África y pertenecen a la familia Libellulidae.

Como en muchas otras libélulas, su aspecto varía bastante en función del sexo y la edad. Los machos maduros de esta especie son fácilmente identificables por sus colores que varían desde el rojo vivo de sus ojos y el púrpura metálico del “frons”, o zona frontal delante de los ojos, a los tonos entre púrpura y rojo-violáceo de su tórax y abdomen que, siendo básicamente rojos, varían su coloración con el espesor de su recubrimiento de “pruina”, una capa pulverulenta de color blanquecino-azulado y aspecto mate que suele recubrir el cuerpo de muchas libélulas, dando sensaciones de colores variables según la edad del individuo e incluso el hábitat.
La venación de sus alas es espectacular, sobre todo en los bordes delanteros de las alas, con un color rojo anaranjado que, visto al trasluz, tiene unos tonos cobrizos brillantes de gran belleza.

Otro rasgo identificativo es la coloración anaranjada de la base de las alas posteriores. Un conjunto, en fin, que da a estos individuos una belleza poco corriente o, por lo menos, muy original y distintiva en el mundo de las libélulas. En los machos se puede observar su prominente genitalia secundaria, en los primeros segmentos del abdomen.

En el mundo anglosajón, más que en el latino, se suele asignar a las libélulas una especie de “nick-name”, un nombre asociado a alguna característica del insecto, que en el caso de la Trithemis annulata es “violet-marked Darter”; pero hay “darters” en los peces, en las aves,… o sea, que no hay una relación muy directa a su fisonomía. Como en muchos otros insectos, el nombre científico del genero Trithemis no parece hacer referencia a nada concreto. En cierto modo, si se piensa en los millones de especies que existen en la naturaleza, no es fácil imaginar razones simples para diferenciar a unas especies de otras en el nombre científico que se les pudo asignar y, desde luego, las referencias mitológicas que se usaron en muchos lepidópteros, por ejemplo, tienen más una razón anecdótica que científica.

Aunque “Themis” fuera el nombre de una diosa griega del Orden y la Justicia, K.D.Dijkstra, una autoridad en el tema de las libélulas, afirma en una nota titulada “Derivatio nominis” que el entomólogo Hagen que asignó el sufijo “themis” lo hizo, quizás, de forma equivocada y, por tanto, no pasa de ser una etiqueta muy común, eso sí,  en la taxonomía de las libélulas. En cuanto a los múltiples prefijos que anteceden a los muchos géneros con sufijo “themis” en su taxón, los orígenes obedecen a razones muy variadas y, en bastantes casos, desconocidas.

En cualquier caso, se llamen como se llamen, es un placer observar a las Trithemis, y más aún al contraluz, para ver sus cambios de color y sus vuelos alucinantes.

Estos machos se exhibían por la costa malagueña, donde son relativamente abundantes en zonas con agua estancada, donde les gusta patrullar y disputar con otros su dominio.

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¿De dónde… y a dónde…?

Posted by Pele Camacho en 4 abril, 2010

La expresión-título de la última entrada –¿Qué fue antes…?– es, posiblemente, una derivación de la pregunta-duda existencial ¿De dónde venimos y a dónde vamos? a la que todas las culturas y religiones han intentado dar respuestas. La antigua Grecia, por supuesto, las tenía en los conocidos como “mitos de la creación” que Robert Graves relata con detalle en su libro “Los mitos griegos”. Uno de ellos, resumido, diría algo así:

En el principio Eurínome, la Diosa de Todas las Cosas, surgió desnuda del Caos, pero no encontró nada sólido en qué apoyar los pies y, en consecuencia, separó el mar del firmamento y danzó solitaria sobre sus olas. Danzó hacia el sur y el viento puesto en movimiento tras ella pareció algo con que poder empezar la creación. Se dio la vuelta y se apoderó de ese viento, lo frotó entre sus manos y surgió la gran serpiente Ofión. La Diosa bailó para calentarse, cada vez más agitadamente, hasta que Ofión se sintió lujurioso, se enroscó alrededor de los miembros divinos y se ayuntó con la Diosa, que quedó encinta y a su debido tiempo puso el Huevo Universal. De ese huevo salieron todas las cosas que existen: el sol, la luna, los planetas, las estrellas, la tierra con sus montañas y ríos, sus árboles, hierbas y criaturas vivientes.

¿De dónde vienen y a dónde van las Danaus plexippus? A principios del otoño, en procesos migratorios que afectan a tres generaciones, decenas de millones de ellas bajan desde Canadá y Estados Unidos hasta Michoacán, en Méjico. Allí hibernan y desde allí suben al comenzar la primavera, en una sucesión de generaciones similar a la que tuvieron al bajar. Pero algunas de ellas imitaron a la Diosa de Todas las Cosas y, en un no-se-sabe-cómo, aprovechando vientos favorables y buscando zonas cálidas, danzaron sobre las olas del océano y llegaron a los archipiélagos atlánticos y a España, donde establecieron colonias en las que cada año repiten sus ciclos reproductivos y así, en un par de semanas, aquellas voraces orugas de cuerpo rayado evolucionan a crisálidas de un verde intenso que parecen anunciar la eclosión de algún “bicho verde”, pero no…

Al cabo de unos 10-12 días, de las cápsulas de poco más de 2cm de largo, de manera casi increíble, como si de un parto se tratara, surge lentamente una mariposa que, entre temblores, estira su cuerpo y despliega sus alas de casi diez centímetros, hasta que se siente con fuerza e instintivamente inicia su vuelo, como una diosa capaz de cruzar un océano.

Su vida como adultos, o imagos, parece que raramente supera las 6 semanas, pero pronto empiezan sus ciclos reproductivos, depositando diminutos huevecillos blancos sobre las plantas nutricias de las futuras orugas, preferentemente una originaria de America tropical, la Asclepias curassavica, o Asclepias «de Curaçao«, que también se adaptó a muchas regiones de climas cálidos y tropicales. A la derecha se ve una vaina abierta de la Asclepias, con sus múltiples semillas provistas de sutiles penachos pilosos, o vilanos, dispuestos para que cualquier viento las disperse. Y allí había también unas chinches ayudando a ello.

Asclepias, monarcas y chinches disfrutaban del calorcito del otoño tropical de la Costa del Sol malagueña

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