Algunos asocian Málaga a Costa del Sol como si toda Málaga fuera costa. Pero basta echar un vistazo al otro lado, enfrente de la costa, para ver “Las Tetas de Málaga” y, más allá, las cuestas que llevan al Parque Natural Montes de Málaga que, en apenas 20 Km de magníficos paisajes, llegan al Puerto del León, a 932 msnm. y al radiofaro o VOR-DME que ayuda a la navegación aérea desde sus 1009 msnm. Algo más lejos, pero visible desde las zonas altas de la ciudad, el pico romo de la Maroma pone un techo de 2066 m. a los montes malagueños. Desde los Montes de Málaga se ve la Sierra del Torcal de Antequera, cuyas formaciones kársticas evocan figuras acordes a la imaginación de sus visitantes y, más allá de Villanueva del Trabuco -un nombre no menos evocador- la Sierra de Camarolos. Hacia el oeste se ve la Sierra de las Nieves con una reliquia botánica como los pinsapos y el pico Torrecilla, de 1919 msnm. No, sin duda, a la provincia de Málaga no le faltan montañas…
Pero esta entrada va por otros paisajes de belleza agreste y vértigo hasta por aprensión; en la interné hay cientos y cientos de páginas que relatan sus detalles y rutas para recorrerlos: están cerca de Ardales, un pueblo con encanto en las faldas de su peña, como anuncio de los desfiladeros y peñascos que apabullan al visitante pocos kilómetros más allá, en un paraje conocido como El Chorro. De sus vistas impresionantes, es difícil seleccionar cuatro o cinco fotos para colgar en esta entrada, pero ahí van algunas a las que siempre suelo mirar como si fuera la primera vez.
El Desfiladero de los Gaitanes, el río Guadalhorce y algunas aportaciones de los homosapiens
(Picar en las imágenes para verlas con más resolución)
Poco después de Ardales, al tomar el desvío que lleva a El Chorro, se empieza a bajar una estrecha carretera que, poco a poco, queda encajonada entre farallones y árboles que apenas dejan hacer una foto por falta de luz y de ángulo para apreciar la belleza que te rodea. Y cuando la vista se abre, aparece el tajo descomunal del Desfiladero de los Gaitanes, por donde pasa el río Guadalhorce que cede protagonismo a los farallones que lo encajonan entre paredes casi verticales de más de 100 m. de altura, y desde donde chorrea algún aliviadero cuya agua se pulveriza antes de llegar al fondo. Algo más abajo, cuando una pequeña central hidroeléctrica rompe la belleza natural de cualquier vista posible, se puede observar la magnitud de los promontorios que se rompen en el desfiladero y hacer alguna foto en la que se pierde el río mientras se intenta ocultar las torretas y cables de la central.
Una vista recortada de los promontorios que se rompen en el Desfiladero de los Gaitanes
Aparte de la central y la presa que hay poco más abajo, la obra de los homosapiens resalta en el paisaje en la forma de un puente que une los dos farallones y, además, por unas pasarelas que más se aprecian por su sombra que por su forma: son conocidas como «el caminito del Rey» y fueron construidas como una vía de servicio, supuestamente segura, allá por 1905. Algunos años después, el rey Alfonso XIII pasó por alguna parte de ellas y de ahí les quedó el nombre pero, como dice el tango: «Caminito que el tiempo ha borrado...», el tiempo tumbó las protecciones o agarraderos que entonces pusieron, abrió el suelo en algunas zonas de la pasarela y hoy, el «caminito» es calificado como la senda más peligrosa del mundo.
El desfiladero y algunos «desfilantes» de la pasarela más peligrosa del mundo
Eso dicen algunos…, porque otros disfrutan desfilando por ella, de un lado al otro en sus casi 3 Km de largo y apenas 1 metro de ancho, cruzando ese puente que no es más seguro que los «caminitos» que une -o separa, según se imagine el asunto-, presumiendo, supongo yo, de insensibilidad al vértigo y jugándose el tipo contra las leyes de la gravedad y de la Junta de Andalucía, porque dicen que está prohibido pasar por el «caminito» y que la multa es de las gordas, pero eso no corta los desfiles, ni tampoco los accidentes que hubo en tiempos recientes porque, como decía el torero Rafael «El Gallo»: ¡ Hay gente pa toó !
La peña de Los Castillejos, junto al viaducto del ferrocarril de Málaga a Bobadilla
Pero no solo están por allí esos despeñaderos de El caminito: poco más allá de la estación de ferrocarril de El Chorro hay un enorme peñasco con múltiples agujeros para cobijo de buitres y otras especies -o especímenes- amantes de las alturas. Lo llaman Los Castillejos, o Los Castillones y con su forma y dimensiones tiene poco que envidiar a los promontorios de Los Gaitanes.
Formaciones geológicas cerca de las ruinas de Bobastro, por la vertiente oeste de la Mesa de Villaverde
Saliendo de la carretera de acceso a El Chorro, hay una estrecha carretera asfaltada que lleva al Mirador del Tajo de la Encantada, desde donde se puede disfrutar de una vista espléndida de todo el valle de El Chorro, y de mucho más allá, como la Sierra Huma. Es curioso observar el cambio en la geología del lugar, donde abundan formaciones rocosas de arenisca, erosionadas por el tiempo y por los homosapiens que vivieron por allí hace más de diez siglos. A mitad de camino se encuentran parte de las ruinas de Bobastro, un enclave donde el guerrillero Omar Ben Hafsún se rebeló contra los gerifaltes omeyas de Córdoba porque, según parece, en esta península con forma de piel de toro, desde la noche de los tiempos, hubo gerifaltes secesionistas, cantonalistas, independentistas, cuentistas… que no tenían nada mejor que hacer. La parte que falta de las ruinas, se la llevó el tiempo, la erosión y los homosapiens de los tiempos modernos, cuando hicieron la carretera y la presa que alimenta la turbina de la central eléctrica que hay frente a la estación de El Chorro. Pero esas son otras historias…