Sorpresas y paisajes

Fotografías de lo que veo por esos campos…

Archive for octubre 2016

Devotos impíos

Posted by Pele Camacho en 19 octubre, 2016

Dentro de la clase Insecta, el orden Mantodea tiene unas características diferenciadoras que parecen evidentes hasta para los profanos: sus poses recuerdan las de algunos devotos creyentes que pliegan sus brazos en posición orante o de plegaria. Pero esa pose es la paciente preparación para un ataque inmisericorde, sin piedad, a muerte, para cualquier bichejo que se ponga al alcance de esas patas con apariencia de pose reverente, pero con intenciones impías.

imgp4505_1200_1075knEn pose sumisa, con patas plegadas y prestas al salto: Una Sphodromantis viridis (Forskal, 1775)

Los miembros de la orden Mantodea son los mantodeos, un nombre que me recuerda a filisteos, saduceos, fariseos… nombres bíblicos que, casi perdidos mis recuerdos, eran un poquito “malos” en aquellos párrafos bíblicos donde se hablaba de ellos. Pero los mantodeos no son malos para los humanos: ni pican, ni muerden, ni son plagas… simplemente, son carnívoros y devoran las piezas que capturan con esas patas delanteras que proyectan como pinzas punzantes con alta velocidad. Otros artrópodos, como algunos arácnidos o himenópteros, paralizan a sus víctimas con un quelícero o un aguijón de efectos químicos inmediatos; los mantodeos paralizan, bruscamente, por los efectos mecánicos de sus pinzas. En la Naturaleza hay miles de alternativas para comer y vivir.

imgp4500_1200_1386knSphodromantis viridis, con su mancha dorsal blanca y sus pinzas artilladas de púas, camuflada entre verdes

Lo de mantodeos les viene de las Mantis, uno de sus géneros más destacados, con representantes archifamosos en nuestro país de profundas raíces religiosas, de las que salieron nombres populares como el de “santateresitas” para la especie Mantis religiosa, en la que hasta los entomólogos -quizás no tan creyentes- cayeron en la comparación casi inevitable a la hora de buscarle un nombre. Mantis, según dicen algunos, viene del griego antiguo -como tantos otros nombres- donde significaba adivino, profeta… en el sentido que se aplica al usar quiromancia, otra palabra con la misma raíz.

imgp2934_1200-_knMantis religiosa -(Linnaeus, 1758),  la que da nombre a un orden

Pero en la familia mantidae, o de los mantidos, hay subfamilias como la amelinae, en la que está clasificado el género Ameles. Como representante de esa subfamilia, en las fervorosas tierras de allende y aquende la mar mediterránea se deja ver la Ameles spallanzania, nominada en honor del naturalista italiano Lazzaro Spallanzani. Las Ameles hembras se caracterizan por tener un abdomen rechoncho y respingón, en el que descansan unas alas muy cortas, inútiles para volar. Pero su cabeza triangular, sus enormes ojazos con «pupila» diminuta y, sobre todo, sus patorras delanteras son de puro mantido.

imgp2980_1200_knHembra de Ameles spallanzania – (Rossi, 1792), en paciente espera

Los machos de Ameles son algo más esbeltos que sus hembras y tienen alas suficientemente largas para un corto y ruidoso revoloteo, pues no destacan apenas por su capacidad de volar. La foto siguiente muestra un ejemplar macho de Ameles picteti, otra especie de la subfamilia.

imgp7160_1200_knMacho de Ameles picteti – (Saussure, 1869), dispuesto a revolotear

Y para terminar esta entrada con referencias o matices religiosos, ahí queda un ejemplar de Iris oratoria, también conocida popularmente como Mantis mediterránea, casi una copia reducida de la Mantis religiosa, en la forma y en el nombre, pues casi tanto da religiosa como oratoria.

imgp9481_1200_knIris oratoria – (Linnaeus, 1758), esperando en pose de apariencia reverente

Y es que parece como si la naturaleza y algunos entomólogos, hubieran puesto a los mantodeos para recordar  a creyentes y agnósticos que, desde tiempo inmemorial, en todas las latitudes hubo dioses que marcaron las vidas presentes de los Homo sapiens con la promesa futura de goces eternos o la amenaza de suplicios sin esperanza: el temor a hechiceros, brujos y santones de muchas santas instituciones, carentes unos y otras de cualquier atisbo de santidad y, a veces, con fanáticos guardianes de verdades eternas,  propiciaron desde suplicios psicológicos hasta guerras santas.  Pero esas son otras historias de triste recuerdo o dolorosa actualidad.

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Aquí no hay playas

Posted by Pele Camacho en 4 octubre, 2016

Cuando llegan los meses en que bichos y yerbas pierden su vigor primaveral o veraniego y se preparan para una nueva campaña, a los aficionados a los campos solo nos quedan las naturalezas muertas que siempre han estado allí, las bases de los paisajes que cambian de color con las lluvias, los vientos y las calores.

En la provincia de Málaga, donde fueron gran parte de los safaris foteros que dieron lugar a muchas de las entradas de este blog, además de la “costa del sol” también hay muchas zonas de montaña, algunas de gran belleza, donde se podría aplicar aquel soniquete de Los Refrescos: “Vaya, vaya, aquí no hay playa”.  El criterio para seleccionar los picos que aquí se muestran ha sido, fundamentalmente, la distancia y facilidad para llegar a los puntos de observación. Por la brevedad conveniente para que esta entrada no sea un resumen de la orografía provincial, nadie se pique porque un pico de su término municipal no aparezca aquí; en otra entrada, tal vez, los protagonistas serán algunos picos que aquí no están.

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La Maroma nevada y sus vecinos

(Picar en las fotos para verlas con algo más de resolución)

Para empezar, una buena referencia es el pico de La Maroma, el más alto de la provincia, con 2.066 m s.n.m. que lo hacen visible desde muchos puntos lejanos a su cumbre. Tiene accesos relativamente fáciles -no para este fotógrafo, desde luego-  y desde allí arriba se pueden hacer unas impresionantes fotos de los paisajes que lo rodean por aquí abajo. Está en la Axarquía, la zona oriental de la provincia de Málaga que comparte con Granada la mitad del Parque Natural de las Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama, un Parque Natural extenso y con muchas cumbres dignas de senderistas profesionales.

La foto anterior muestra en su parte derecha la silueta casi simétrica de una montaña pequeña en la lejanía: es el Raspón de los Moriscos o pico Lucero (1.774m.), con una belleza espectacular por su forma casi geométrica. El Lucero y el Lucerillo, su mellizo menor con 1.687 m s.n.m., se ven en la foto de abajo con un detalle peculiar en la parte derecha de la cresta de El Lucero: los restos de una pared amarillenta casi rectangular.

imgp1680_4830_knLucero  y  Lucerillo

En la cima del pico Lucero, a caballo del límite de las provincias de Granada y Málaga, aún quedan  los restos de las paredes de un puesto de vigilancia de la Guardia Civil, construido para observar los movimientos de los maquis en los años posteriores a la contienda española. No sé si los desafortunados números de la Benemérita que tuvieron que usar aquello tenían que ascender hasta allí con capas, tricornio y mosquetones, porque el camino no es fácil ni para los escaladores profesionales con atuendo al caso. El satélite de Google Earth captó perfectamente los restos del cuartelillo en las coordenadas 36º 52’ 03.12”N  y  3º 53’26.54”O.

imgp4849_4600_2300_knLos Altos de los Tajos del Fraile, Doña Ana y Gómer

Ya en la zona norte de la Axarquía, casi llegando a Alfarnatejo desde Riogordo, se puede disfrutar de la visión de los Altos de los Tajos del Sabar: el de Gómer (1129 m.), el de Doña Ana (1202m. ) y el del Fraile (1229 m. ). La corta distancia a la que se pueden observar los tres picos desde la carretera y sus alturas en relación a sus distancias, hacen de ellos un conjunto de una belleza impresionante.

imgp4809_el-jobo-desde-alfarnatejo_4600_knEl Chamizo de la Sierra del Jobo

Con un perfil algo más continuo que el conjunto de los Tajos, frente a Alfarnatejo se puede ver la descomunal magnitud de El Chamizo (1634 m.) el pico más alto de la Sierra del Jobo que, junto con la Sierra de Camarolos, pone una barrera natural entra la Axarquía y la vega del Guadalhorce que, más allá de las Villanuevas del Rosario y del Trabuco, llanea en la extensión de los Llanos de Antequera y el Valle de Abdalajís.

imgp5944_3600_knLa Peña de los Enamorados

Y para terminar, una peña chiquitita pero no menos bonita: cerca de Antequera está la Peña de los Enamorados (880 m.), mucho más bajita que La Maroma pero con unas leyendas mucho más románticas que no voy a citar, porque ya hay bastantes copias en la web. Es un peñasco llamativo, de los que atraen la mirada cuando se pasa cerca de ellos, porque destaca en la llanura y está cerca de cruces de caminos. A los Homo sapiens nos gustan esos promontorios que destacan sobre lo que les rodea, como esos farallones del Monument Valley que salen en muchas pelis del salvaje Oeste. Parece que los salvajes pieles rojas que vivían por allí antes de que llegaran los civilizados rostros pálidos, consideraban esas zonas lugares sagrados; como en Australia y sus nativos maoríes que adoraban al Kata Tjuta y al peñasco Uluru, al que consideraban el ombligo del mundo. También de la Peña de los Enamorados hay leyendas de ese estilo, pero esas son otras historias

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