Sorpresas y paisajes

Fotografías de lo que veo por esos campos…

Archive for enero 2011

Sola, perduta, abbandonata…

Posted by Pele Camacho en 30 enero, 2011

Hay días en que la naturaleza nos muestra escenas tristes, donde un animal pierde el encanto del espíritu de libertad que tiene en su ambiente natural; aparentemente, poco o nada cambia en su gesto, o no somos capaces de apreciarlo, aunque una pose forzada puede mostrar todo lo anormal de una escena imprevista, un desenlace que pocos segundos antes era inimaginable y donde gustaría que el tiempo diera “marcha atrás”, que ofreciera una segunda oportunidad a la criatura que acabábamos de ver feliz mientras parecía jugar a que no le hicieras una foto.

La  Palpares hispanus (Hagen, 1860) y la Palpares libelluloides (Linnaeus, 1764), que frecuentemente se confunden,  son dos especies del orden Neuroptera y familia Myrmeleontidae, la de las “hormigas león”.  La principal diferencia entre ellas está en la coloración del abdomen: la hispanus tiene anillos negros en cada segmento del abdomen, mientras que la libelluloides tiene tres gruesas líneas longitudinales, una dorsal y otras dos laterales. Los individuos adultos suelen estar entre la maleza, mimetizados en los tallos de plantas medio secas, de donde salen volando cuando se pasa cerca de ellos y se asustan. A pesar de tener cuatro hermosas alas, fuertemente nervadas, de unos 5 cm. de longitud, su vuelo es corto y algo torpe. Baten el aire de forma ruidosa y se posan pocos metros más allá, casi de cualquier manera, agarrándose en lo que haya por allí cerca… y, a veces, lo que hay es un cardo erizado de púas donde queda clavada cualquier cosa que se arrime a ellas.

 Macho de Palpares hispanus, en un posadero traicionero y una pose desafortunada

Después de haber hecho varias fotos de esta especie en poses mucho más agraciadas, de verlo volar o revolotear con su vuelo torpón y de corto alcance, pero suficiente para alejarse de elementos extraños  -fotógrafos incluidos-, encontrarlo como crucificado en aquel cardo, producía una extraña sensación de lástima y duda acerca de cómo ayudarle a salir de aquel trance. Permanecía muy quieto, como resignado, y me recordó el aria de “Manon Lescaut”, de Puccini, con la que he titulado esta entrada: sola y perdida en un desierto, aterrorizada por un final que adivina cercano, Manon canta un aria desgarradora y emotiva que, aun sin entender lo que dice, pone el vello de punta.

Manon Lescaut: Sola, perduta, abbandonata… (click si deseas escucharla) 

No hace falta ser aficionado a la ópera para sentir algo con el canto final de Manon:  ¡Ah!…Tutto é finito… ¡No! ¡Non voglio morir!…

Afortunadamente, gracias a una navaja “suiza” y una bolsa de plástico que suelo llevar en mi atuendo campero, la cosa no terminó aquel día como en el aria de Manon. Fui capaz de sacarlo de allí sin apenas hacerle más daño del que le hizo el cardo. En cuanto se sintió libre, salió volando casi con toda su habilidad para hacerlo; hasta diría que, a su modo, debió cantar un aria de inmensa felicidad…


Pose y entorno típico.  Posiblemente, hembra de Palpares hispanus

En otras ocasiones he podido fotografiar otras Palpares con poses mucho más elegantes, impresionantes ellas, aunque sean incapaces de quedarse casi inmóviles en el aire, como hacen las libélulas. Sin embargo, no extraña al verla así que su nombre sea libelluloides, es decir, con forma de libélula, y que las libélulas -como referí en la entrada  ¿Por qué “Odonatos”?- antes de que Fabricius se fijara en sus mandíbulas y las pusiera en el orden Odonata, Linnaeus las alineara dentro del antiguo y heterogéneo orden Neuroptera, después de observar las nerviaciones de sus alas.


Retrato de medio cuerpo: Detalles del tórax velloso y los palpos labiales de un Palpares

El nombre del género Palpares (Rambur, 1842), etimológicamente viene del latín  palpus, en referencia a la gran longitud de los palpos labiales, como se aprecia en la anterior foto de detalles.

Las diferencias entre las especies hispanus y libelluloides, aparte de las citadas en relación a los colores del abdomen, están en la densidad y distribución de las manchas alares, más opacas en la libelluloides que en la hispanus, En la observación en campo no es fácil distinguir una de otra, a menos que la pose permita apreciar los detalles abdominales. Aunque las dos especies se encuentran en España, la distribución de la libelluloides se extiende hasta el sur de Francia e Italia, mientras que la hispanus parece estar solamente en Andalucía; las Palpares de esta entrada, revoloteaban cerca de Málaga, allá por Junio.

En la última entrada que hice al blog –“Paquito”- se deslizó un párrafo final algo confuso, donde lamentaba que, entre los castellanohablantes, parece que haya escaso apego por bishos y yerbas; pero aquí deseo aclarar posibles malentendidos y valorar muy positivamente el mérito de aquellos que, en España, hicieron o hacen labores de investigación o defensa del entorno y de la biodiversidad natural, tanto en Botánica como en Zoología; precisamente, en el orden de Neurópteros es destacable y mundialmente reconocido el valor de los trabajos del naturalista Longinos Navás Ferrer (1858-1938), sacerdote jesuita que dedicó casi cuarenta años al estudio y clasificación de más de 400 géneros y 2600 especies, y fundó en 1918 la Sociedad Entomológica de España.  Una lástima que su ejemplo y sus trabajos no hayan sido más difundidos entre las disciplinas que se pretende enseñar a nuestros estudiantes; quizás, por detalles de esa índole, pudiera ser cierto lo del escaso apego

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Paquito

Posted by Pele Camacho en 24 enero, 2011

La clasificación taxonómica para identificar y denominar algunas especies recorre, a veces,  caminos largos y tortuosos; parece como si un perfeccionismo etiquetador pretendiera alcanzar un grado de precisión cuestionable, intentando diferenciar especies que, si no son la misma, se parecen muy mucho, quizás mucho más de lo que se parecen, por ejemplo,  un galgo y un podenco, que no dejan por ello de ser específicamente perros.

 Macho joven de Brachythemis leucosticta

La Brachythemis leucosticta (Burmeister, 1839), así bautizada por Don Germán,   de quien ya hice algún comentario en la entrada  Doña Chrysostigma,  es una especie de gran belleza, con un marcado dimorfismo sexual y evolución de aspecto a medida que sus machos van alcanzando la madurez. Es de origen africano y, consecuentemente, en ese continente se encuentra ampliamente distribuida.  Los vientos, las aguas y las gentes  -a saber cómo, cuáles y en qué momento-  ayudaron a que algunas de ellas cruzaran las cortas distancias que separan África de Sicilia, Cerdeña y Andalucía, y aquí las tenemos, como muchas otras especies,  aclimatadas, felices y sin causar daño, aunque en un delicado equilibrio que, de vez en cuando, las miasmas de alguna multinacional química rompen por el lado más débil, es decir, el de ellas. A veces, cuando se habla de especies autóctonas y alóctonas, sin decir cuando algunas de ellas cambiaron de adjetivo, parecen mezclarse conceptos “positivos”, propios de lo autóctono, y “negativos”, asociados a lo alóctono.  La península ibérica, paso entre mares y continentes, desde la noche de los tiempos ha sido y será lugar de cruce de especies y culturas que terminaron, o terminarán, naturalizándose como lo hicieron las patatas en Europa y los caballos en América.  Dicho en castizo: “No se pueden poner puertas al campo”, aunque algunos lo intenten.

Macho joven de  Brachythemis leucosticta, balanceándose en una pose de observación de posibles presas

Volviendo al asunto nominativo, lo de “brachy” les viene por el tamaño de su abdomen relativamente corto y lo de “themis”, del nombre de  aquella diosa de la Justicia que mantenía una balanza de dos platos en equilibrio horizontal. De ahí, al parecer, les viene el nombre a todas ellas: balanza, en latin, era libra –nombre y dibujo mantenidos en la constelación zodiacal de La Balanza- y sus diminutivos “libella” y “libellula” se asociaron a esas fascinantes escenas de las libes que permanecen como quietas en el aire; un ejemplo de esa cultura popular que puso nombres a las cosas muchos siglos antes de que la ciencia se preocupara de ponerle esos nombres latinos, tan complejos, rimbombantes y difíciles de recordar.

La denominación de la especie «leucosticta” se refiere al color lechoso de sus pterostigmas y, por tanto, es un identificador cromático que parecía idóneo, aunque no lo suficiente, pues  Dijkstra y Matushkina, dijeron en 2009 que, en vez de una especie, son dos, la “leucosticta” y la “impartita”, porque vieron en algunos machos adultos diferencias suficientes para preparar un documentado artículo científico que soporta su propuesta. En las hembras, sin embargo, aún no habían encontrado las correspondientes diferencias, o sea, que son indistinguibles y parece que a ellas les da igual hacer tandems y «corazoncitos» con “leucostictos” o con “impartitos”.  Dentro de esa supuesta nueva especie, la “impartita”,  están incluidas las que cruzaron el Mediterráneo tiempo ha, y aquí estamos, esperando que algún día una autoridad odonatológica de orden superior se decante y ponga a cada uno y a cada una en su sitio o sitios.

 

Macho de  Brachythemis leucosticta, con sus colores de ejemplar adulto y maduro

Mientras tanto, quizás por su menor base latina, los angloparlantes que fueron a África a ver y estudiar libélulas  les llamaron  “banded groundling”, uno de esos nombres populares que siempre tienen algo de cierto, pues aunque no se basen en profundos estudios, se apoyan en algo fácilmente observable: las bandas alares que se empiezan a apreciar en los machos jóvenes y que resaltan de forma llamativa en los maduros, y por sus vuelos bajos, cerca del suelo, el “ground”,  por donde patrullean esperando que algún bichejo más pequeño levante vuelo para cazarlo sobre la marcha.

Los castellanoparlantes han prestado poca atención a eso de los nombre populares, y hasta parece que haya escaso apego a los asuntos de “bishos y yerbas” si no hay algún interés más allá del económico o, coyunturalmente, del científico.  Pero, de vez en cuando,  con el calor del verano la imaginación se nos desmanda y, por ejemplo,  ese color pardo-achocolatado de sus manchas alares y del cuerpo de sus machos veteranos, nos trae gratos recuerdos de algo castizo y verbenero que -digo yo-  justificaría un nombre alegre y marchoso, como el de aquel pasodoble “Paquito, el chocolatero”, que aunque tenga poco de científico, tiene sabor, olor, color y… hasta el calor de personas y sitios inolvidables.  Quizás así, también por aquí, leucostictas o impartitas tendrían un nombre popular, sabrosón  y fácilmente recordable.

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Sensaciones y percepciones

Posted by Pele Camacho en 10 enero, 2011

El maravilloso sentido de la vista -como los otros sentidos- funciona por estímulos: Las radiaciones, o los corpúsculos, de lo que llamamos luz atraviesan la lente del cristalino, inciden en los fotorreceptores de la retina que actúan como transductores y la energía luminosa se transforma en señales eléctricas que se propagan por el nervio óptico hasta el cerebro. Simplemente dicho, así de sencillo, hasta que las señales llegan al cerebro, donde todo da muchas vueltas y es muy difícil y complejo, hasta que los procesos de visión terminan en sensaciones y percepciones.

Las sensaciones visuales son las impresiones, más o menos fugaces, que producen en nuestra vista los estímulos luminosos, como las escenas y colores de una pintura o fotografía, sensaciones que pueden agradar más o menos porque en nuestro cerebro hay algo que dice, por ejemplo, bonito o feo.  La mayoría de los artistas tratan de causar sensaciones agradables; pero el arte evoluciona, por ejemplo, desde la pintura clásica, figurativa y realista, hasta la pintura impresionista, cuando los maestros de esa corriente pictórica, viendo cómo evolucionaba la fotografía y la dificultad de competir con ella, decidieron romper con el estilo clásico e innovar contra viento y marea. La evolución desde el realismo -con matices- del  impresionismo hasta la pintura abstracta fue un imparable paso más adelante en la innovación artística.  El arte abstracto prescinde de elementos figurativos y utiliza formas y colores que nada tienen que ver con cualquier escena real,  crea algo autónomo sin relación con elementos de la naturaleza, paisajes o cosas, basándose en combinaciones de formas cromáticas que intentan expresar algo por medio de sensaciones visuales; pero bajo la etiqueta de “arte abstracto” han surgido multitud de extravagancias, algunas incalificables, para conseguir resultados que no pasaban de simples pegotes o manchurrones sin gusto, ni orden ni concierto.

La fotografía abstracta fue, también, una nueva forma de expresión artística que surgió hace ya casi un siglo, como resultado de experimentos con la luz y los agentes químicos que intervenían en los procesos fotográficos, combinados con efectos casuales encontrados al utilizar nuevas técnicas.  Ahora vivimos en la revolución que han supuesto las técnicas digitales en la fotografía y el cine, una inmensa, explosiva mezcla de luz, color y efectos especiales. Casual fue, también, la foto que ves a continuación, porque varias veces he intentado hacer algo parecido, pero casi nunca me sale bien.

Veo, veo…  ¿qué ves?       2010-06-27      11:49:32

Salvo lo poco que está en foco, la foto de arriba es una mancha de colores que, tal vez, puedas imaginar de qué va; sin embargo, suponiendo que no lo hubieras hecho… ¿no te da una sensación de…? eso, eso, sí,  sí, lo que tu digas, lo que te haya sugerido, vale, vale… no pretendería más, solo una sensación, una impresión, un recuerdo de algo previo… ¿no? ¿ná de ná?  Pues también vale, porque las sensaciones son muy subjetivas y lo abstracto no tiene porque impresionar ni gustar a todo el mundo.  Ahí va otra foto que difiere de la anterior en… dos segundos de tiempo y en mucho más.

Dos segundo antes de saltar     2010-06-27      11:49:30

Cuando encuentro una criatura con “pose placentera”, suelo hacerle 20 o 30 fotos, una a una, sin ráfagas, cambiando los parámetros de la cámara para asegurar alguna foto aceptable y, como penitencia, aceptar la tarea de elegir después cual me gusta más de una serie donde las diferencias son, a veces, casi inexistentes.  A menudo, la modelo se cansa o se asusta y se va, dejando al fotógrafo y a la cámara frente a algo para lo que no estaban preparados, ni en tiempo ni en circunstancias, y sale una “cosa” como la primera foto, que solo causa sensaciones de esas que pueden agradar más o menos…

La percepción visual implica la participación voluntaria del conocimiento para reconocer e identificar elementos conocidos o desconocidos y apreciar sus detalles con un propósito o fin determinado;  es un proceso más lento y mucho más complejo, pero  la lentitud es consecuencia del regodeo del perceptor en su propósito, porque el cerebro es rápido, muy rápido.  En muchos foros de fotografía se habla a menudo de “arte”, de “calidad” y de otros conceptos donde suele haber mucho regodeo y, a veces, puede haber también una dosis de subjetividad o de condicionamiento a unas reglas difusas o palabras de gurús y santones de temporada.   La cosa se complica cuando la escena contiene imágenes de naturaleza, donde se mezclan fondo y protagonista, rareza o belleza de la especie, dificultad y oportunidad de la escena, movimiento, foco, color, luz, etc., etc.;  es difícil fijar criterios para valorar objetivamente los méritos de una foto de naturaleza y tener coincidencias subjetivas;  pero como en otros campos de la vida y la naturaleza, hay fotos que gustan o disgustan porque sí o porque no, sin más historias.

Macho de Calopteryx virgo: entre las alas más bellas de la naturaleza 2010-06-27    11:55:24

En el «porque sí», la belleza del motivo o protagonista puede influir bastante y compensar, a veces, hasta la impericia del fotógrafo.  Las Calopteryx tienen bello hasta su nombre de origen griego, que quiere decir “de bellas alas”, sin duda, un nombre muy bien puesto. Es un placer verlas volar, con su vuelo que más parece de mariposa que de libélula, de brillos intermitentes y sensaciones casi estroboscópicas,  y luego, disfrutar con la percepción de sus  brillos y de la belleza de sus alas, gracias a la técnica superrealista de la fotografía digital.

Estas bellezas bailaban en el aire, junto a un arroyo por los confines de la provincia de Málaga. El recuerdo, la sensación que me quedó de la primera vez que las vi, me hizo volver a verlas una semana después y, espero, también dentro de unos meses.

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Despeñaperros, por Enero 2011

Posted by Pele Camacho en 7 enero, 2011

La última vez que lo fotografié, un día del pasado Agosto en el que todos por allí estaban en plena faena, apenas faltaban por encajar cien metros de dovelas en la que será la rama norte del viaducto más largo de la nueva A-4, el que pasa sobre el Arroyo del Rey y el antiguo puente del mismo nombre.  No sé qué nombres pondrán a los nuevos puentes o viaductos de Despeñaperros, pero viendo la curvatura de éste, más horizontal que vertical, prefiero decir que éste parece ser allí el arco más largo do pasarán vuesas mercedes

Viaducto – puente del Arroyo del Rey:  a falta de asfaltar

-Picar en las imágenes para verlas con mayor resolución-

Ya desmontaron la mastodóntica nave que había al otro lado de Santa Elena y también los armatostes que dentro de ella transformaban hierro y hormigón en una especie de gigantescos trapezoides huecos -las dovelas- aunque no estoy seguro de que esas piezas de los nuevos viaductos mantengan aquel viejo nombre que recuerda piedras y claves de arcos y bóvedas de aquellos puentes de tiempos pasados. Un aparatoso cachivache, a modo de grúa horizontal, parecía estirarse y arrastrarse para ir pegando aquellos trapezoides, uno a uno, y dejar como testigo la línea oscura en la que se fundieron con geométrica y precisa monotonía.  Ya están puestos casi todos los quitamiedos, las vallas que daba miedo imaginar cómo se pondrían en los bordes donde empieza el vacío.

Mirando al sur: los primeros tramos de la nueva A-4,  a cielo abierto

Mirando al sur, los tramos a cielo abierto parecen estar en pleno proceso de recubrimiento asfáltico, como si ya hubieran iniciado la fase de acabado que debería culminar en algún momento de 2011, si todo va según lo previsto y no lo retrasa el mal fario o la mala sombra de alguna de las «lumbreras» financieras -europeas o yanquis, da lo mismo- que con tan poco fuste hablaron y, como aquellos duros antiguos de la chirigota gaditana, tanto dieron que hablar en 2010.  Se puede apreciar la anchura de las dos ramas de la nueva autovía, frente a la estrechez de los actuales tramos de la A-4 que culebrean y parecen jugar al escondite por debajo y a los lados del nuevo trazado, que ha crecido entre y sobre los antiguos sin más molestias que las de algunas sombras, pero buenas.

Mirando al norte:  el río Despeñaperros, los túneles  y las vías hacia Castilla – La Mancha

Mirando al norte, desde las cimas del Parque Natural se ve el inicio del paisaje manchego, más sereno y suave que el de los barrancos y lomas de la subida que baja hacia el sur. En la foto, a la derecha del tramo sur de la actual A-4, cruzando sobre el arroyo que ya es río Despeñaperros -unión de los arroyos Magaña y Cabezamalo–  está el puente metálico de la vía de ferrocarril que aparece a la salida del último túnel manchego y, a su derecha, el viaducto y el último túnel de la actual A-4 norte que seguirá en uso con la futura autovía, pero en dirección sur, porque el futuro último túnel de la nueva A-4 norte es único, aunque más ancho, y sale a un nuevo viaducto, relativamente corto, que empalmará con la actual rama norte de la autovía, ya en la provincia de Ciudad Real, bordeando por la izquierda al área de servicio de la estación de Venta de Cárdenas y serpenteando después mientras sube a la meseta que se inicia al fondo, donde el horizonte todavía deja ver las casas de Almuradiel.

En la  curva donde acaba la sombra, el mirador de «Los Órganos», un lugar donde todo lo que se ve parece enorme

Los viajes por Despeñaperros serán más rápidos, las operaciones retorno serán, previsiblemente, más fluidas y, en los reportajes que la DGT seguirá elaborando, se hablará menos de la muy alta y muy serena villa de Santa Elena.

El impacto medioambiental -aunque no el visual- será menor que el de la actual autovía A-4,  y la cuidadosa observación del paisaje de Despeñaperros no será algo casi forzoso y, a veces, peligroso para conductores y conducidos, sino todo un privilegio opcional para los que quieran disfrutar de la naturaleza de manera más serena.

Los túneles que podríamos llamar el lado oscuro, o mejor, la parte sin sol de la nueva autovía, parecen guardar el secreto de la posible fecha de apertura, con cintas, tijeras, sonrisas, palmas y otras alharacas que merecidas serán, porque bien estará todo si todo bien acaba, pero…  ¿cuándo?  Pronto, imagino, unos cuantos meses; probablemente, antes de que acabe la crisis, pero mucho después de cuando sus causantes, que siguen sueltos y ocultos en el lado oscuro de ella, debieron ser puestos, sin opción, a una sombra más oscura y serena que la crisis que ellos, como fieras financieras provocaron.  Una vez oí una maldición gitana que decía: Ojalá se lo tengan que gastar en «endiciones»…, y es que, a veces, se entiende más el caló por el sentido que por las palabras.  Pero esas son otras historias…

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