En todo el hemisferio Norte, no solo en «El Corte…». Ya era hora y empezó bien: lloviendo suave, para apagar fuegos y regar sequías, pero como si el tiempo se subiera, también, al carro de las malas noticias, la cosa va ahora de desbordamientos e inundaciones. Lástima que no arrastre alguna plaga de langostas, chupópteros o de otros parásitos sociales… pero eso llevará más tiempo, aunque los campos reverdezcan con auténticos brotes verdes.
A pesar de las sequías, la naturaleza -que no sabe de “primas arriesgadas”, ni de “hombres de negro”, ni de otras mandangas tóxicas y cantamañaneras- cada otoño nos regala lo poco que corresponde a este tiempo equinoccial, cuando ni frío ni calor, sino mero aviso de buenos tiempos para ir al campo y no pasar las “calorinas” de hace pocas semanas.
Colchicum lusitanum, prima de las rosas de azafrán, pero silvestre
(Picar en las imágenes para verlas con más resolución)
Entre esas pocas, pero espectaculares marcas de la estación, aparecen los Colchicum, que por algunas partes salen “autumnale” y por otras “lusitanum” , pero igual de llamativas en unos campos todavía secos, donde emergen sin hojas ni preámbulos, como si el suelo reventara ante su empuje o ganas de respirar el aire fresco que les faltaba el mes pasado.
Siempre hay alguien que sabe sacar provecho… para bien propio y común
Las Colchicum son tóxicas, pero de ellas salió la primera colchicina, que todavía se usa como tratamiento genérico para “la gota” producida por la acumulación de compuestos del ácido úrico en las articulaciones. Y para más cosas malas, aunque entre ellas, desgraciadamente, no están los bichos provocadores de plagas. A veces, me pregunto cómo o quién tuvo el valor, la osadía o la “chispa” de probar ciertas plantas para determinadas dolencias y gritar aquello de ¡Eureka! , ¡Gooool! o el equivalente castizo correspondiente con saltos de alegría después de encontrar algo útil, aunque poco se sabe de los “efectos colaterales” que, posiblemente, las técnicas de prueba y error traerían consigo.
Urginea maritima, un último canto a la alegría de los campos otoñales
Otra que canta ahora, aunque con talla más alta, es la Urginea marítima. Recuerda a los gamones primaverales, los asfódelos de aquellos Campos que los griegos antiguos asociaron a esa especie de “Sala de espera” del inframundo, antes de pasar a los Campos Elíseos o al Tártaro. Con las nuevas culturas los nombres cambiaron y algunos hablan de Purgatorio, Gloria e Infierno, pero la idea es de hace 25 siglos, por lo menos, si a los griegos no les vino de más allá en el tiempo pasado…
Y terminan en cápsulas esféricas, tristes y oscuras…
Como muchas otras las plantas -diría yo, que sé poco de ellas- han servido de mágica cura o, tal vez, de útil placebo, para ciertas dolencias. La Urginea marítima –¡qué nombre tan biensonante!- que algunos llaman “cebolla albarrana, cebolla almorrana o cebolla del diablo” –¡qué nombres tan malsonantes!- también ha sido utilizada como “acelerador » cardíaco, y como diurético, que es una especie de “acelerador” nefrítico. Cosas admirables del pasado y sorprendentes en el presente.