Sorpresas y paisajes

Fotografías de lo que veo por esos campos…

Archive for septiembre 2012

Ya es otoño…

Posted by Pele Camacho en 27 septiembre, 2012

En todo el hemisferio Norte, no solo en «El Corte…».   Ya era hora y empezó bien: lloviendo suave, para apagar fuegos y regar sequías, pero como si el tiempo se subiera, también, al carro de las malas noticias, la cosa va ahora de desbordamientos e inundaciones. Lástima que no arrastre alguna plaga de langostas, chupópteros o de otros parásitos sociales… pero eso llevará más tiempo, aunque los campos reverdezcan con auténticos brotes verdes.

A pesar de las sequías, la naturaleza  -que no sabe de “primas arriesgadas”, ni de “hombres de negro”, ni de otras mandangas tóxicas y cantamañaneras- cada otoño nos regala lo poco que corresponde a este tiempo equinoccial, cuando ni frío ni calor, sino mero aviso de buenos tiempos para ir al campo y no pasar las “calorinas” de hace pocas semanas.

Colchicum lusitanum, prima de las rosas de azafrán, pero silvestre

(Picar en las imágenes para verlas con más resolución)

Entre esas pocas, pero espectaculares marcas de la estación, aparecen los Colchicum, que por algunas partes salen “autumnale” y por otras “lusitanum” , pero igual de llamativas en unos campos todavía secos, donde emergen sin hojas ni preámbulos, como si el suelo reventara ante su empuje o ganas de respirar el aire fresco que les faltaba el mes pasado.

Siempre hay alguien que sabe sacar provecho…  para bien propio y común

Las Colchicum son tóxicas, pero de ellas salió la primera colchicina, que todavía se usa como tratamiento genérico para “la gota” producida por la acumulación de compuestos del ácido úrico en las articulaciones. Y para más cosas malas, aunque entre ellas, desgraciadamente, no están los bichos provocadores de plagas. A veces, me pregunto cómo o quién tuvo el valor, la osadía o la “chispa” de probar ciertas plantas para determinadas dolencias y gritar aquello de  ¡Eureka! , ¡Gooool!  o el equivalente castizo correspondiente con saltos de alegría después de encontrar algo útil, aunque poco se sabe de los “efectos colaterales” que, posiblemente, las técnicas de prueba y error traerían consigo.

Urginea maritima, un último canto a la alegría de los campos otoñales

Otra que canta ahora, aunque con talla más alta, es la Urginea marítima. Recuerda a los gamones primaverales, los asfódelos de aquellos Campos que los griegos antiguos asociaron a esa especie de “Sala de espera” del inframundo, antes de pasar a los Campos Elíseos o al Tártaro.  Con las nuevas culturas los nombres cambiaron y algunos hablan de Purgatorio, Gloria e Infierno, pero la idea es de hace 25 siglos, por lo menos, si a los griegos no les vino de más allá en el tiempo pasado…

Y terminan en cápsulas esféricas, tristes y oscuras…

Como muchas otras las plantas -diría yo, que sé poco de ellas- han servido de mágica cura o, tal vez, de útil placebo,  para ciertas dolencias. La Urginea marítima –¡qué nombre tan biensonante!-  que algunos llaman “cebolla albarrana, cebolla almorrana o cebolla del diablo” –¡qué nombres tan malsonantes!-  también ha sido utilizada como “acelerador » cardíaco, y como  diurético, que es una especie de “acelerador” nefrítico.  Cosas admirables del pasado y sorprendentes en el presente.

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Bishos con ojos a rayas

Posted by Pele Camacho en 18 septiembre, 2012

Dice la sabiduría popular que las desgracias nunca vienen solas. Y si no, que les pregunten a los egipcios, de los que se cuenta que tuvieron diez  plagas seguidas, una de ellas con unas langostas que arrasaron todos los vegetales del entorno hasta llevar el hambre a los egipcios.

Anacridium aegyptium (Linnaeus, 1758), con mandibulas devoradoras y ojos rayados como «entre rejas»

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Fueran de la misma especie o no -cualquiera sabe, después de tantos siglos- los entomólogos de nuestra moderna civilización llamaron Anacridium aegyptium (Linnaeus, 1758) a una de las langostas que, de vez en cuando, se dejan caer por algunos países donde la hambruna es casi habitual y les recuerdan esa circunstancia con alguna plaga como aquella de los egipcios. En los tiempos actuales, las plagas de moda son más sutiles y las llevan a cabo individuos degenerados de la especie “superior”, de  una variante a la que podrían denominar “Speculatorium financierum”  o algún otro latinajo parecido, aplicable también a esos personajes de guante blanco y alma negra que, según dice un ministro metemiedos y recortador, son los «hombres de negro»  que llevan al hambre a muchas familias, víctimas de la plaga.

Calliptamus barbarus (Costa, 1836), una especie polimórfica con potencial explosivo

Tal vez, las langostas egipcias fueran las que ahora se llaman Calliptamus barbarus (Costa, 1836), una de las langostas polimórficas de alas rojas que merodean por nuestras latitudes. Al parecer, cuando las condiciones del verano les resultan favorables -¿?- pueden tener una explosión demográfica de consecuencias fatales para la agricultura. En otros aspectos de nuestra sociedad moderna, surgen cíclicamente otras explosiones fatales provocadas por unos “barbarus” que crean burbujas explosivas a las que nadie ve ni oye, pero que se sufren, porque siempre acaban estallando. Pienso que, quizás, algunos de esos “barbarus” tengan algo que ver con aquellos a los que aquí llamaron “barbaros del norte” que se han transformado en especies polimórficas a las que ahora se llama “mercados”, “merkeles” y cosas afines de las que pocos entienden, aunque los “medios” las repitan machaconamente, millones de veces, como si la repetición fuera, también, otra plaga.

La mirada «entre barrotes» de un Eyprepocnemis plorans (Charpentier, 1825)

Como no hay dos sin tres y el mundillo de las langostas es muy amplio y variado, además de las anteriores especies de ojos rayados, por aquí pulula también el Eyprepocnemis plorans (Charpentier, 1825) al que algunos llaman “saltamontes llorón” por esas marcas a modo de lagrimales escurridos de sus ojos rayados. Por similitud con el mundo animal, otra de las plagas en nuestra sociedad evolucionada es una amplia y variada gama, o sea, polimórfica, de los “homo sapiens” a los que vendría bien un latinajo genérico del estilo Mangantis elegans que englobaría a subfamilias como las de Politicastrus corruptus y Banquerus codiciosus que, aunque no tengan ojos a rayas, merecen trajes a rayas y vestirlos tras los barrotes de unas celdas con catre, lavabo e inodoro… pero esas son otras historias, casi de ciencia ficción, porque la justicia, ya se sabe…

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Apuntando al otoño

Posted by Pele Camacho en 10 septiembre, 2012

Aparece siempre a finales de Agosto, como anunciando el fin de las calores del verano, cuando todo está “agostado” y colorean los chumbos. Dicen por la interné que la llaman “flor de la estrella”,  pero no conozco a nadie que la conozca, porque es rara y se deja ver en sitios y momentos en los que no apetece mucho ir al campo. Su nombre científico es Lapiedra martinezii (Lagasca, 1816),  en honor de Dª María Josefa La Piedra, o de la Piedra, gaditana aficionada a la botánica, donde sobresalió entre las pocas mujeres que por entonces se dedicaban a la ciencia en un país muy poco científico.

Lapiedra martinezii (Lagasca, 1816), un endemismo mediterráneo que canta el fin del verano

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El nombre de la Lapiedra martinezii se lo adjudicó el botánico zaragozano Mariano Lagasca (1773-1839), que fue director del Real Jardín Botánico de Madrid desde 1814 hasta 1823, cuando se exiló por obra y gracia del absolutismo impuesto por Fernando VII, una desgracia nacional que algunos bautizaron como “el rey felón”. Después de la muerte del felón  en 1833, volvió Don Mariano del exilio y en 1834 fue repuesto en su cargo de director del Botánico, hasta su muerte en 1839. Otros dieron el apellido de este honorable Don Mariano a una calle de Madrid que empieza muy cerca del Parque del Retiro y del Jardín Botánico,  donde también una estatua lo recuerda.

«La flor estrella» crece sola, sin competencia, una belleza «incomparable»

El género Lapiedra es monotípico y monoespecífico, es decir, solo tiene una especie. La especie es, lógicamente, la martinezii, que en latín quiere decir “de Martínez”, porque María Josefa “Lapiedra de Martínez” era la esposa de Juan Antonio Martínez Eguílaz, un riojano establecido en Sanlucar de Barrameda donde promovió la agricultura y la vid. Quizás, pues, la manzanilla de Sanlucar le deba algo a ese riojano recordado, también,  en esa flor. Las flores surgen de un tallo esbelto de unos 15 cm. o poco más, que crece sin más hojas ni soporte que el bulbo enterrado del que nace. Más tarde salen unas hojas como cintas verdes con una línea blanca,  a mediados de Septiembre, cuando ya las flores y sus frutos han desaparecido, apenas tres semanas después de abrir.

Tamaños relativos: un pequeño himenóptero de apenas 5 mm. en una «estrella» de poco más de 25…

Suelo ir a ver cómo evolucionan “las estrellas” y me sorprende ver el éxito en la fecundación de las flores. Quizás se deba a la longitud y disposición de sus estambres y a la forma y amplitud de las anteras bífidas que, por alguna razón, atraen a pequeños bishos, como diminutos himenópteros, que se rebozan en polen y, posiblemente, dejan caer parte en los estigmas de las flores que suelen terminar en un fruto con forma de capsula verde de casi un centímetro de grosor.

Un racimo de «estrellas» a medio abrir

Solo las he visto en un lugar, apenas una hectárea de terreno con abundantes rocas en semisombra, donde sorprende ver a este endemismo mediterráneo de secano que, según dicen, solo florece desde Cádiz a Valencia y en el norte de África. Cuando broten sus hojas verdes empezará el otoño, donde parece que otros prometidos “brotes verdes” seguirán sin salir, impedidos por los recortes y las felonías de otro régimen “absoluto”. La historia se repite en el país poco científico.

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