«Volando voy, volando vengo
por el camino, yo me entretengo… «
(Disco «La leyenda del tiempo», Camarón de la Isla, 1979)
Las Anax ephippiger (Burmeister, 1839) parecen pasarse la vida volando; hay quienes dicen -pero no sé si exageran- que vuelan hasta de noche, pero lo normal es verlas de día, hasta el atardecer, patrullando de manera casi permanente, incluso en “tandems”, con apenas las interrupciones mínimas necesarias para hacer sus puestas en algunas de las charcas y lagunas que encuentran en sus periplos.
El nombre del género Anax -“señor, individuo con mando…”- hace honor al tamaño de las especies y a su carácter dominante, agresivo, un tanto chulesco, aprovechando la suficiencia que les debe dar su porte y circunstancia. El nombre de la especie, ephippiger, aunque suena como alemán, parece derivar de una combinación del vocablo griego “ephippion”, que significaba “silla de montar”, y el sufijo latino “ger”, indicativo de “llevar”: con la combinación de ambos se resalta lo llamativo de la mancha azul que llevan los machos en la parte dorsal del segundo segmento abdominal, como si fuera una “silla” para algún jinete imaginario que pudiese montarla.
Tienen una distribución muy amplia por toda África, de Este a Oeste y de Norte a Sur, e incluso Asia, pero es una especie de marcado carácter migratorio y hay frecuentes citas de su paso por oleadas de cientos, quizás miles, de ejemplares que al comienzo de la primavera vuelan hacia el Norte. En España se la ve -con distribución errática- desde Febrero hasta Octubre, aunque, excepcionalmente, se las puede ver también casi todo el resto del año. Si bien es difícil apreciar detalles de su anatomía en vuelo, es característico el brillo ligeramente dorado de sus alas al ser atravesadas por la luz solar.
Al parecer, suelen aprovechar vientos sureños africanos, como el siroco, que les impulsan hacía Europa, empalmando por ahí arriba con vientos atlánticos que las llevan incluso hasta Islandia, hasta donde no llega ninguna otra libélula. El nombre popular anglosajón es Vagrant Emperor, emperador vagabundo, precisamente por su carácter de especie migratoria, porque bien podría decirse de ella que es una especie a la que “le va la marcha”.
... yo me entretengo
Sin mucho riesgo de exagerar -diría yo- es más probable hacer una foto de ellas en vuelo que en reposo, circunstancia coyuntural poco frecuente para el fotógrafo que las observa; pero aunque solo sea en cortos intervalos, el instinto de propagación de la especie -y la suerte- permite, alguna rara vez, ver una quietud en parejas que es casi imposible a nivel de individuos. Las que aparecen en estas fotos volaban, aparentemente felices, inquietas e incansables, hace apenas una semana, en unas charcas cerca de donde el río Despeñaperros se junta con el río Guarrizas, camino de los primeros embalses de la cuenca del Guadalquivir. Vaya usté a saber, camino de donde volaban ellas…