Sorpresas y paisajes

Fotografías de lo que veo por esos campos…

Archive for the ‘Lepidópteros’ Category

Asuntos espinosos

Posted by Pele Camacho en 8 noviembre, 2014

Hay temas muy relacionados con creencias y sentimientos que, según la vehemencia con la que se plantean o discuten, podrían calificarse como temas “espinosos”, porque “pinchan” la sensibilidad de ciertas personas y les hacen “saltar”. Uno de esos temas es el relacionado al origen y evolución de las especies.

La evolución biológica de las especies es un hecho constatado e incontestable, formulada como una teoría por algunos filósofos griegos hace más de veinte siglos y, más recientemente, planteada como una hipótesis por científicos de los siglos XVIII y XIX. Sin embargo, el “evolucionismo” surge con la publicación en 1859 de la obra “El origen de las especies” de Charles Darwin (1809-1882), que considera causas naturales para la evolución de las especies por fenómenos que podrían resumirse en mutaciones genéticas. De esos conceptos se deriva la actual teoría científica de la evolución biológica, que colisionó frontalmente con los planteamientos religiosos englobados en lo que se denomina “creacionismo” que, ante cualquier asunto con origen desconocido o sin una explicación científica convincente, atribuye la acción divina de un Ser superior que crea seres o cosas. Crea usted  lo que le parezca mejor y no intente discutirlo conmigo, porque no voy a entrar aquí en ese asunto espinoso. Punto.

IMGP7046_1200_1183KNOruga de Zerynthia rumina con una mutación particular: es hipocrómica ¿por qué? ¿cómo afectó al imago que surgió de ella?

Una especie de evolución biológica evidente y en corto plazo es la que se puede observar en las metamorfosis, unos cambios profundos que, a partir del desarrollo embrionario, afectan a muchísimas especies conocidas: en los insectos hay ejemplos de metamorfosis hemimetábola -en tres etapas- como es el caso de los odonatos, y de metamorfosis holometábola o completa, con las cuatro fases que se observan en los lepidópteros. Hasta donde yo sé -muy poco, realmente-  hay fases cuyos cambios no tienen aún ninguna teoría científica que justifique o explique los procesos de esa evolución o transformación, pero el reto atrae como moscas a muchos científicos ávidos de descubrimientos que en el futuro serán, probablemente, merecedores de algunos premios Nobel.

IMGP4919_1000_1021KNCrisálida de Zerynthia rumina: apenas se intuye la forma de la larva y, mucho menos, de la mariposa

Resulta especialmente enigmática la transformación que se produce en la tercera fase de las metamorfosis holometábolas, es decir, el cambio que tiene lugar dentro de una crisálida que, en un estado de aparente reposo, sin alimentarse siquiera, transforma una voraz larva u oruga con aspecto poco amigable, en un imago o individuo adulto de admirable belleza dotado de espiritrompa chupadora.

IMGP0566_1200_1068KNImago de Zerynthia rumina: ¿Qué fue de aquellas espinas,  patas y aparato masticador de su oruga?

Dentro de la crisálida tienen lugar complejos y desconocidos procesos de apoptosis, palabra moderna con raíces griegas antiguas, para referirse a destrucciones celulares programadas o previstas dentro de ciertas células que desaparecen porque en la nueva fase son innecesarias, siendo absorbidos sus restos de manera natural para constituir nuevas células con funciones completamente diferentes pero necesarias en la fase sucesiva.

IMGP6775_1200_658KNLarva de Nymphalis polychloros, erizada de agudas púas que no invitan a acercarse a ella

Muchas orugas o larvas de lepidópteros están recubiertas de espinas o agudas púas que les dan un aspecto amenazador: es su única defensa ante predadores que podrían atacarles o devorarlas si no tuvieran esa apariencia. Sin embargo, la mariposa en la que se transforman después de su fase de crisálida es una criatura de aspecto frágil e inocente, sin ninguna clase de espinas ni elementos defensivos: las células de las espinas o púas han desaparecido, se han disuelto, han muerto y han sido absorbidas para transformarse ordenadamente en no se sabe qué órganos, células o elementos del nuevo individuo que vuela en lugar de arrastrarse…

IMGP1729_1200_997KNReverso de un individuo adulto de Nymphalis polychloros

La apoptosis puede entenderse como una muerte celular con beneficio, necesaria para el éxito de la evolución y continuidad de la vida: las células de los seres vivos no son de vida ilimitada, necesitan renovarse de manera ordenada, sin que la desaparición de unas dificulte la acción de las nuevas.

IMGP1508_1200_1374KNEl éxito de una evolución con apoptosis: anverso de un imago de Nymphalis polychloros

El avance del conocimiento, en su acepción o sentido más amplio, es el resultado del estudio, la observación, la investigación… después de muchos años de relacionar ideas y, a veces, también, de serendipias, de encuentros casuales, de descubrir algo que no se buscaba pero de lo que se supo ver su relevancia porque ya se tenían otros conocimientos para juzgarlo de interés. El premio Nobel de Medicina de 2002 fue concedido a los científicos Sydney Brenner, Robert Horvitz y John Sulston por sus descubrimientos en relación al “desarrollo de órganos y muerte celular programada”.

Otro asunto espinoso es, también, la reducción de recursos para la investigación. No hace falta ir muy lejos para ver gobiernos y ministros erizados de púas y enrocados como crisálidas, que redujeron los presupuestos de investigación para sufragar los derroches y corrupciones de sus afines. Pero esas son otras historias que ustedes ya conocen…

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Tres cosas de Inés

Posted by Pele Camacho en 4 junio, 2014

Tres cosas me tienen preso
de amores el corazón,
la bella Inés, el jamón,
y berenjenas con queso.    

                                                                                                        (Baltasar de Alcazar,  1530- 1606)

IMGP1251_1200_1155KNLa primera: el reverso de una Melanargia ines  que parece mirar con ocelos acaramelados

(Picar en las imágenes para verlas con más resolución)

 

Mis recuerdos de aquella Inés de Baltasar de Alcázar (1530-1606) se refrescan algunas veces cuando veo alguna Ines como esta Melanargia ines (Hoffmannsegg, 1804) revoloteando por esos campos.  Los versos donde aparece Inés me suelen transmitir una sensación de la felicidad y buen vivir que, posiblemente, disfrutó don Baltasar en buena parte de sus 76 años de vida, muy por encima de la media de aquellos tiempos del siglo XVI.  A lo que parece, debió ser un buen “triperas”, una persona aficionada al buen yantar que -imagino yo- compartió con la Inés de sus versos

…pero cenemos, Inés,
si te parece, primero.

La mesa tenemos puesta,
lo que se ha de cenar junto,
las tazas del vino a punto:
falta comenzar la fiesta

El corazón me revienta
de placer; no sé de ti.
¿Cómo te va? Yo, por mí,
sospecho que estás contenta…

 porque los placeres suelen ser mayores cuando son compartidos, aunque no sé si Inés fue esposa, compañera, hermana…  o una Dulcinea gastronómica a la que recurría en muchas de sus poesías, como en aquella de la famosa “cena jocosa”.

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La segunda: el anverso “medioluto” de una Melanargia ines descansando sobre una roca de sílice

La Melanargia ines es una mariposa que revolotea por buena parte de la península ibérica y parte del Magreb. Es bastante inquieta, con un vuelo que parece inagotable, aunque si se la observa durante un tiempo se ve que suele repetir posadero y permitir que el fotógrafo le haga algún retrato, por usar como referencia otros versos de don Baltasar:

Mostróme Inés, por retrato
de su belleza los pies;
yo la dije: –Eso es, Inés,
buscar cinco pies al gato.
Rióse, y como eran bellos,
y ella por extremo bella,
arremetí por cogella,
y escapóseme por ellos   (“Salir por pies”)

Sin embargo, las sesiones fotográficas con la Melanargia ines suelen terminar pronto porque la protagonista, como es lógico,  suele escaparse “por alas” cuando el fotógrafo “arremete por cogella”.

IMGP5989_1200_913KNLa tercera:  «medioluto» sobre la cromática sensualidad de una Scabiosa atropurpurea

 

Y en fin, para terminar esta entrada, como hizo don Baltasar,  llamo de nuevo a Inés…

Ya que, Inés, hemos cenado
tan bien y con tanto gusto,
parece que será justo
volver al cuento pasado.

De la “ines” con alas  -y sin acento- ya comenté algo en un cuento pasado que titulé “Melanargias mediterráneas… (picar para ver)» en el que, mirando hacia atrás con gusto, veo que salieron matices gastronómicos, quizás, por influencia de los versos de don Baltasar, sevillano de nacimiento y –diría yo- de sentimientos.  Sin embargo, el nombre de la alada tiene origen granadino, pues allí la vio el entomólogo Herr Hoffmannsegg que, influenciado por otra Inés que le acompañaba, inmortalizó su nombre en esta criatura.

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Vanessa volcánica

Posted by Pele Camacho en 2 abril, 2014

La Vanessa vulcania (Godart, 1819) es una especie endémica, es decir, exclusiva, de las islas Canarias y Madeira, pero como las verdades absolutas y tan puntuales son algo bastante raro, hay expertos que dicen que las “vulcanias” son una variante de la Vanessa indica a la que llaman Vanessa indica vulcania, a pesar de que no hay “vulcanias” en esa India donde abundan las “indicas”, como tampoco hay “vulcanias” en todas las islas Canarias, por muy volcánico que sea el aspecto de alguna de ellas. Y como en el mundo científico siempre hay opiniones múltiples, también otros expertos han estudiado las cuatro fases de la metamorfosis de las “vulcanias”, concluyendo que es una especie aparte. Y punto.

IMGP4252_1200_1044KN Buscando contrastes cromáticos, sería difícil mejorar las alas y la pose de esta Vanessa vulcania

(Picar en las imágenes para verlas con más resolución)

El origen del nombre genérico de las mariposas Vanessa (Fabricius, 1807) no está nada claro; dicen las crónicas que el nombre Vanessa apareció por primera vez en 1726, en un poema de Jonathan Swift (1667-1745), autor de los fantásticos “Viajes de Gulliver”. Swift creó el nombre como pseudónimo del de una alumna por la que estuvo profundamente “colado”. Desde el lado entomológico, parece raro -pero no imposible- que el danés Johan Christian Fabricius (1745-1808) pudiera conocer en 1807 el libro de Swift, ya que las ediciones y traducciones de libros no eran frecuentes por aquellos tiempos; él solía asignar nombres mitológicos originales a los bishos que iba clasificando y lo más parecido a Vanessa era Phanessa, derivada de Phanes, un padre de todos los dioses relativamente desconocido y creado por la corriente órfica, una especie de secta religiosa de la antigua Grecia. Para saber más de esto habría que adentrarse en los arcanos documentos entomológicos de Fabricius, cosa difícil, así que pasamos al nombre específico de las vulcania, que parece más fácil.

IMGP4929_1200_1060KNRojos de fuego volcánico sobre un resto de lava fría

Cuando se observa la orografía y aspecto de las Islas Canarias, es fácil imaginarse las enormes vomiteras volcánicas que por allí se dieron. Las últimas llamaradas fueron las del volcán Teneguía en 1971, en la isla de La Palma y, recientemente -algo más suaves, por ser submarinas- las de la isla de El Hierro, en 2011.  Viendo y pisando los restos de lava que llaman “malpaís”, queda claro que las Islas Afortunadas fueron en sus orígenes unas muestras de la fragua de Vulcano, dios latino del fuego, la fragua, los metales fundidos y los enfriados. Vulcano asumió las funciones de Hefesto, el dios griego feo y cojo que hizo pareja con la bella y sensual Afrodita que, lógicamente, no se conformó con el fuego de Hefesto y provocó los ardores de Ares, alias Marte latino, que dio nombre al planeta rojo. Rojo y fuego, se mire por donde se mire. Así pues, está más que justificado el nombre especifico que el lepidopterólogo francés Jean Baptiste Godart (1775-1825) les asignó en 1819, a la vista de sus manchas de un rojo fuerte, como de lava ardiente, sobre un fondo negro, como de lava fría. Sus congéneres Vanessa atalanta tienen rojos anaranjados y las Vanessa indica, muy parecidas a las Vanessa cardui, ocres anaranjados, que envidian al rojo vivo de las “vulcanias”… ¿Que cómo o cuándo aparecieron las Vanessa vulcania en las Islas Canarias?  Como con tantos endemismos de aquellas islas, esa es una pregunta “de millón”…

IMGP4808_1200_1201KNEndemismo sobre endemismo: Vanessa vulcania  sobre un penacho de Echium callithyrsum, o tajinaste azul 

Si las lectoras o lectores de esta entrada desean ver en vivo y en directo la belleza de las Vanessa vulcania, tendrán que intentarlo, por ejemplo, en la isla de Gran Canaria, donde yo las vi muy cerca de Las Palmas de Gran Canaria. Por allí vuelan, al parecer, durante casi todo el año: ventajas de un clima excepcional que, a veces, los vientos alisios matizan con unas nubes bajas que algunos llaman “panza de burra o de burro” que ocultan el espléndido sol de aquellas latitudes, suavizan la temperatura  y hacen la vida más agradable, aunque con menos luz. Cuando se observa ese fenómeno -espectacular al hacerlo desde las alturas de sus montañas salpicadas de «roques»-  los que quieran más sol pueden coger el coche -o la guagua- y viajar algo más al sur para hartarse de sol y ponerse rojos, como los guiris, como algunos godos, como los metales de la fragua de Vulcano o las manchas de las Vanessas volcánicas.

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Brujas y sirenas

Posted by Pele Camacho en 5 septiembre, 2013

La influencia de la mitología en la Biología se remonta a los comienzos de la nomenclatura de Linneo,  que utilizó nombres de personajes mitológicos para nominar a las especies con el sistema binomial que propuso. No había entonces más razones para usar aquellos nombres que las que haya hoy para hacerlo -como se ha hecho- con personajes de ”La guerra de las galaxias” o “El señor de los anillos”: el objetivo era, y es, clasificar organismos asignándoles un nombre que, normalmente, no detalla características del género o la especie nominada. Los detalles prolijos son objeto de la clasificación taxonómica, que supone conocimientos profundos de las especies y de sus agrupamientos dentro del reino animal o vegetal.

En uno de mis recientes safaris  -fotográficos, se entiende-  encontré, por azar, unas criaturas cuyos nombres recuerdan a personajes fabulosos que oí por primera vez, hace ya muchos años, en películas que ya no se hacen: Ulises, Circe, las sirenas… unas fantasías que, después de 25 siglos, siguen hechizando a científicos que igual ponen sus nombres a estrellas y constelaciones que a mariposas.

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Brintesia circe,  posando en tierra, sin miedo,  a cuatro patas

(Picar en las imágenes para verlas con más resolución)

Primero me salió al paso -quizás, la espanté- una Brintesia circe (Fabricius, 1775), una mariposa espectacular, grande, de vuelo rápido con sus alas de colores blancos y grises o pardos oscuros, que resaltan sus contrastes frente a los pálidos secarrales del campo de Agosto. Y recordé las odiseas de Ulises y sus compañeros con Circe, la diosa hechicera que encontraron en su viaje de vuelta a casa, después de pasar diez años en la guerra de Troya, según imaginaron sus mitógrafos.  Circe, como buena bruja que era, preparaba pócimas con fórmulas secretas -como la Coca Cola- con las que convertía a sus visitantes en animales más o menos domésticos, hasta que se le escapó uno y se chivó a Ulises que, provisto de un antídoto que le regaló Hermes, obligó a Circe a reconvertir a sus compañeros de cerdos a humanos. Pero Circe debía ser una bruja con muchos recursos, como ilustra una pintura de J.W. Waterhouse, porque Ulises y sus compañeros se quedaron por allí unos cuantos años, dejando descendientes y sentimientos antes de partir hacia su casa, donde Penélope le esperaba haciendo punto. Circe, que por ser bruja debía saber de muchas cosas, dijo a Ulises cómo debía actuar para librarse del embrujo de los cantos de las sirenas.

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Posando en las alturas, ocelo avizor, agarrada a una hoja de encina con sus cuatro patas

La Brintesia circe, también, como cualquier buena bruja, no suele mostrar sus secretos: es muy difícil ver sus anversos, que solo muestra durante sus vuelos, muy llamativos por el tamaño de sus alas. Es una mariposa relativamente confiada, que casi siempre posa con las alas plegadas, pero cuando nota que algo se aproxima a ella, suele desplazarlas para mostrar el ocelo apical de sus alas delanteras, como si observara con ellos o quisiera asustar al intruso. Entre sus dotes de pequeña bruja está su capacidad de emitir sonidos –estridular– otro secreto que muy pocas mariposas tienen.

 Las Brintesias pertenecen a la familia Nymphalidae, o de los ninfálidos, en la que hay clasificadas casi 6000 especies, aunque no todas son “ninfas”, porque en la última ordenación taxonómica se le añadieron las especies de la antigua familia Satyridae, o de los “sátiros”, quedando algo revueltos sátiros y ninfas, como en un famoso cuadro de Bouguereau.  Así, podría decirse -por aquello de las ninfas- que en la nueva familia hay muchas bellezas, “salvo algunos casos” que se dice últimamente, -por aquello de los sátiros- y, por cierto, todos los ninfálidos que se muestran en esta entrada, antes de «ninfálidos» fueron «satíridos», pero como la Taxonomía es una ciencia en constante evolución…

IMGP0217_1200_786KNLa belleza de una ninfa aérea: Nymphalis polychloros (Linnaeus, 1758)

Las sirenas mitológicas eran unas ninfas marinas a las que muchos artistas han imaginado con su medio cuerpo inferior en forma de cola de pez, en lugar de las piernas que tenían las ninfas normales. En ese detalle, las sirenas imitan una de las características de los ninfálidos, que tienen dos patitas atrofiadas, aunque esa falta pasa desapercibida ante la belleza del resto que en nada recuerda a los peces. Las sirenas, entre otros encantos, tenían el de sus cantos; con ellos hechizaban a los navegantes, o sea, los embrujaban, atrayéndolos hacia unos arrecifes y acantilados donde encallaban y eran devorados por las sirenas. Mal asunto era, y sigue siendo, ese de los cantos de sirenas.

_IGP2574_1200_1256KNNymphalis polychloros, en su papel de sirena asomada al acantilado de una pequeña roca 

Ninfas mitológicas había para todos los gustos: algunas eran buenas y muy bellas, por lo que hacían como de azafatas en las reuniones de dioses y diosas mayores. Modernamente, aquellas reuniones han pasado a ser eventos que, con el nombre de asambleas, congresos, comisiones, etc., etc.,  siguen montando algunos homosapiens que se creen semidioses y gustan de amenizarlos con azafatas a las que suelen vestir  con uniformes de poco gusto, para que no les quiten protagonismo a los semidioses, supongo yo…

IMGP0877_1200_1094KNCoenonympha dorus, una de las ninfas bellas, con su banda plateada que recuerda a Misses o billetes

Entre las ninfálidas normales de nuestros campos, cabe mencionar las Coenonymphas, nombre que indica eso, que son ninfas comunes, que están casi en cualquier parte y son fáciles de ver, como la Coenopnympha dorus (Esper, 1782), nominada así en honor de una bella ninfa oceánica , o la Coenonympha pamphilus (Linnaeus, 1758), cuyo nombre de especie no indicaba que fuera “pánfila”, sino “bondadosa”, “siempre amistosa”, lo que derivó en el genuino significado de «pánfilos» que se da a aquellos que se pasan de bondadosos a cándidos.

IMGP5119_1200_1314KNCoenonympha pamphilus,  pequeña e inocente, polivoltina, cándida y amigable

En nuestras latitudes apenas hay ninfálidos dañinos, que lleguen a ser plaga de especies vegetales, un aspecto negativo que se llevan casi en exclusiva las orugas, que algunos llaman ninfas, de ciertas especies de la familia Pieridae o de mariposas heteróceras  o polillas.  Los ninfálidos  y sus ninfas son inofensivos, pacíficos y se limitan a llamar la atención de los que gustan de mirar la naturaleza y admirar la belleza de algunas de sus criaturas, aunque tengan nombres de sirenas, de ninfas o de brujas, porque…  ¿quién no conoce alguna bruja buena, aunque de vez en cuando se enfurezca?

Hace unos cuantos siglos, inquisidores y guardianes de la ortodoxia hicieron pasar muy malos ratos a las brujas, quemándolas en vivo y en directo en eventos que montaban con hogueras en las plazas públicas para librar al pueblo de hechizos y malaventuras. En los tiempos modernos surgieron otras brujas y hechiceros que, con modernos cantos de sirenas, engañaron al pueblo de manera directa y siguen intentándolo, también, en forma diferida. Está por ver si los inquisidores modernos serán capaces de librar al pueblo de tales encantadores, antes de que los hechos diferidos prescriban como resultado de las modernas técnicas de embrujo, miento y encantamiento. Pero esas son otras historias…

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Juventud y senectud

Posted by Pele Camacho en 20 junio, 2013

En las pocas semanas de vida de las mariposas no es frecuente observar cambios de aspecto relevantes: pocos minutos después de eclosionar las crisálidas y estirar sus alas, las mariposas parecen tener todos los atributos y apariencia que mantendrían de adultas. Sin embargo, aunque a primera vista lo parezcan, ni todos los individuos de una especie son iguales, ni tampoco sus fisonomías se mantienen invariables: hay diferencias sutiles entre ellos que, en algunas especies, son más apreciables que en otras, con patrones o marcas que se repiten con cierta frecuencia dando pie a “variantes” de la forma “nominal” que, en algunos casos, se conocen con denominaciones particulares y en otros se admite la variabilidad, sin más comentarios.

IMGP7729_1200_1112KNGlaucopsyche melanops: Los azules destacan en el anverso y los ¿glaucos? en el reverso, aunque no los enseñe

(Picar en las imágenes para verlas con más resolución)  

Para ejemplo del asunto, las protagonistas de esta entrada son unas pequeñas “azuleantes” que llevan en su nombre recuerdos de “Aquellos griegos antiguos que tanto aquí dieron que hablar…” -parafraseando un famoso tanguillo carnavalero y chirigotero-  porque aquellos antiguos llamaban ψυχη a las “maris” -que romanizado sería algo como “psyché”- y de allí les viene el nombre a las Glaucopsyche melanops que, más o menos alegremente, podría traducirse como “mariposa con azul-verdoso y manchas negras”.

IMGP0798_1200_1275KNAnversos de una “morenita” de Glaucopsyche melanops: escasos azules sobre canela oscura

Dejando aparte las diferencias normales y frecuentes -los caracteres sexuales secundarios, que se dice- que identifican a los sexos de tantas especies -y ésta es una que puede servir de ejemplo-  en los ejemplares de Glaucopsyche melanops (Boisduval, 1828), ni sus colores predominantes son azules, ni los azules son totalmente verde-azulados o glaucos en los machos -porque en las hembras están casi ausentes- ni sus manchas o lunares son siempre negros -en caso de que los tengan, claro- porque para eso están las “variantes” y si no, sigan y vean…

IMGP6572_1200_1046KNOjos y ocelos negros, bordeados de blanco, en una morenita muy normal, con escamas de canela clara

Aunque el ejemplar típico muestra una serie de lunares u ocelos bordeados de una fina línea blanca, hubiera sido interesante poder seguir la evolución de las Glaucopsyche melanops de esta entrada pero, por las circunstancias ecológicas y fotográficas de cada caso, todas son individuos diferentes, captados en lugares distantes y momentos distintos; sin embargo, las diferencias en sus aspectos son notables y, diría yo, relacionados a su juventud o senectud, a su “edad”, tal vez expresable en unos pocos días que podrían ser la clave para ver que de esos días de vida depende la evolución de sus aspectos, porque todas ellas son de biotopos próximos, dentro de una cuadrícula geográfica de apenas 10 x 10 Kilómetros.

IMGP8486_1200_1067KNUna jovencita de principio de temporada: canela clara, con apuntes a lunares mayores

Sean “variantes” o no, es posible ver diferencias en esta especie -y en algunas otras-  que no son tan apreciables o distinguibles en la mayoría de las especies. Por si no fuera suficiente admitir el caso de “variantes”, cuando las variaciones son tan exageradas como para “dar que pensar”, entonces se dice que hay individuos “aberrantes”, posiblemente, por circunstancias que modificaron de forma excepcional los patrones que caracterizan a los individuos normales o con variaciones dentro de ciertos márgenes.

IMGP1675_1200_1284KN“… se adivina con mirarte que no te han querido bien… ”   Letra del tango «La última»  para un caso «aberrante»

Si antes cambié la letra de un alegre tanguillo de Cádiz, como pie para el ejemplar «aberrante» de la última foto puse, tal cual, una línea de un tango clásico: “La última” que, también, es el título de ese tango de letra triste y sublime pero, tangos aparte, siempre que veo un ejemplar veterano, con improntas que recuerdan aquel “Confieso que he vivido” de Pablo Neruda, me vienen a la memoria unos versos inmortales, con más de cinco siglos, de un paisano que se llamó Jorge Manrique:

Decidme: la hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
la color e la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?

Las mañas e ligereza
e la fuerça corporal de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega el arrabal
de senectud.

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«Miembras» de la misma tribu

Posted by Pele Camacho en 26 May, 2013

« ¡Ténganse todos, todos envainen, todos se sosieguen,…  … si todos quieren quedar con vida!«,  que dijo el ingenioso hidalgo… porque lo de «miembras» lo dijo una tribuna, «miembra» ella del gobierno precedente, a la que muchos miembros de la sociedad hispanohablante, e incluso alguno de la Real Academia Española de la Lengua, respondieron de forma contundente y casi unánime, poniendo -en sentido gramatical- las cosas en su sitio. Luego, la tribuna, «…miró al soslayo, fuese, y no hubo nada«, como escribió, también, el padre del ingenioso hidalgo. Y es que, parece que algunos tribunos y tribunas elegidos en nuestros territorios, creen -para no decir piensan– que las urnas les dan derecho a decir o hacer multitud de barbaridades, hasta que las tribus los botan con votos – los bajan del burro, de las tribunas o del escaño, vamos- cuatro años o menos, después de hacer y decir borriquerías de manera pertinaz, con desfachatez y sin vergüenza.

IMGP8406_1200_1183KNMelitaea phoebe, mostrando sus anversos entre sol y sombra

(Picar en las imágenes para verlas con más resolución)

El caso es que, hace unos días, tropecé con unas mariposas -en femenino genérico– que, siendo de distintos géneros, forman parte de la misma tribu: la Melitaeini  (Newman, 1870), y provocado, supongo, por el recuerdo de aquella tribuna y de su oratoria, me salió el título esperpéntico de esta entrada.

La primera de ellas es la Melitaea phoebe (Dennis & Schiffermüller, 1775) , cuyo nombre de género es copia simple del de su tribu, es decir, de la Melitaeini, porque los homosapiens que se dedican a la taxonomía decidieron aplicar  las costumbres humanas para clasificar y distinguir a los individuos -e individuas, claro- de otras especies inferiores.

IMGP0999_1200_1540KNMelitaea phoebe, posiblemente, de su variante occitanica

Es por ello que -taxonómicamente hablando- las familias se dividen en subfamilias y tribus, las tribus en géneros y los géneros en especies que, en algunos casos, tienen variantes, quizás porque -hasta donde yo sé- ningún taxonomista se atrevió a llamar razas, etnias o alguna otra palabra similar al concepto de tribu de nivel inferior. De eso puede pensarse que la «clase taxonómica» utiliza, generalmente, un lenguaje políticamente correcto, mientras muchos individuos -e individuas, claro- de la «clase política» utilizan un lenguaje frecuentemente falso y socialmente incorrecto, actúan de forma éticamente deleznable y judicialmente siguen impunes. Pero eso son otras historias con tintes «negros»,  que prefiero dejar aparte ante la variada paleta de colores de las «miembras» de la tribu Melitaeini.

IMGP5799_1200_1314KNUn reverso de la Melitaea phoebe

El nombre de Melitaea tiene su origen en la nereida Melita, «la graciosa» ninfa hija de Nereo y Doris, que en aquellos tiempos y lugares debían tener gran relevancia porque, por ejemplo, según argumentan algunos autores, el nombre de la isla de Malta deriva de Melita, como la «dulce miel» que en alguna parte de la isla producían las abejas «melíferas». Particularmente, la especie Melitaea phoebe tiene fama de ser una de esas especies con múltiples variantes que diferencian a ejemplares observados en biotopos distantes, hasta parecer especies distintas. Si los tonos amarillos o anaranjados de alguna variante recuerdan a la miel es un aspecto subjetivo que ahí queda. En cuanto a Phoebe, debió ser un nombre muy corriente en aquella Grecia mitológica, pues hay, por lo menos, ocho personajes míticos que lo tuvieron, alguno tan importante como Artemisa, la diosa virgen, identificada también con Selene, la diosa de la Luna, cambiante con sus fases como la mariposa con sus variantes… habría que leer las notas del taxonomista que puso este nombre para saber que mito le inspiró.

IMGP5843_1200_1191KNEuphydryas aurinia, otra especie de la tribu Melitaeini

Otra especie de tal tribu es la Euphydryas aurinia (Rottemburg, 1775), claramente distinta de la Melitaea phoebe, pero también parecida a ella en el aspecto del mosaico multicolor de sus alas, que dan la sensación de un fragmento de vidrieras con amplia gama de anaranjados, casi «aureos», de donde viene el nombre de «aurinia«. El de Euphydryas se deriva de la ninfa Dryas, que no era una ninfa de los mares, como las nereidas, sino de los árboles y los bosques. El prefijo Euphy parece que se asocia a fuerza, vigor… quizás, en referencia a la encina, pero la especie Euphydryas aurinia está clasificada como especie vulnerable en varios países, porque ya ha desaparecido en algunos biotopos donde los homosapiens han hecho «tabla rasa», invadiendo y destrozando sus habitats. También en esta especie existen algunas variantes o subespecies, como en su compañera de tribu phoebe.

IMGP5554_1200_1246KNReversos de aurinias : miembro y “miembra”…  ¿otra forma de decir macho y hembra?

En cuanto a los nombres que, a veces, se dicen vernáculos, a la Melitaea phoebe la etiquetan en muchos sitios como «Doncella Mayor«, o de los cardos, o de las centáureas que, aunque no son cardos, lo parecen. De forma similar, a la Euphydryas aurinia la llaman «Doncella de ondas«, que a veces son «ondas rojas» o «Doncella de la madreselva«, lo que puede tener algún sentido si se admite que la madreselva Lonicera implexa es una de las múltiples plantas nutricias de sus larvas, que parecen dispuestas para devorar lo que tengan a tiro. Ciertos o no, esos apelativos de «Doncellas de…» parecen algo raros, o sospechosamente falsos, con un dudoso sentido y justificación, si intentamos imaginar quien les pondría nombres tan cursis y versallescos.

IMGP3396_1200_1157KNFrutos de la madreselva Lonicera implexa, una nutricia de las orugas de Euphydryas aurinia

Si los colores de las aurinias del lugar tienen algo que ver con los de los frutos de esta planta nutricia, es algo que desconozco.

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Transparencias y reflejos

Posted by Pele Camacho en 1 marzo, 2013

Lepidóptero, aunque suene al griego de hace muchos años, no era el apelativo que usaban aquellos griegos para las mariposas. Fue Linneo, en 1735, quien acuñó la palabreja en referencia a ese polvillo que queda en los dedos cuando se agarra por las alas a una mariposa; recuerdo esa sensación de cuando yo lo hacía, hace ya más años de los que quisiera…

IMGP1833_1200_820KNDetalle de un ala de Charaxes jasius (Linnaeus, 1767), mostrando sus escamas imbricadas

(Picar en las imágenes para verlas con más resolución)

Ese polvillo microcópico que-queda-en-los-dedos no es más que un montoncito desparramado de escamas microscópicas – las lepis, lepidos, o λεπις, λεπιδος– que Linneo consideró como una característica o atributo común a todas las alas de las mariposas; pero siempre hay una excepción que confirma una regla: hay lepidópteros sin escamas, «alépidos«, que -imagino yo- podrían haber dicho aquellos griegos de entonces. Para decir «la verdad y solo la verdad» -cosa que últimamente no practican políticos y políticas, con explícita alusión a los dos sexos- el maestro Linneo tenía un pelín lejos la excepción de la regla, así que su vocablo está más que justificado y admitido, máxime ante lo que ahora pretenden que se admita, oyendo lo que mendaces machos y hembras dicen «a pelo», sin escamas y sin vergüenza… pero no iba yo a ese charco, aunque siempre  me meta en alguno.

IMGP5243_1200_1262KN Greta oto, (Hewitson, 1854),  un ninfálido del Nuevo continente

A lo que yo iba: que allende la mar océana, por tierra mexicana y centroamericana, mayormente, hay criaturas con forma y comportamiento de lepidóptero, pero con alas sin escamas y, para mejor demostración y exhibición de ellas, las muestran al desnudo y con la transparencia natural de sus membranas voladoras, y eso y así digo porque recuerdan aquellas de otros órdenes voladores, como el de los himenópteros así llamados por considerar que sus alas membranosas son lo más común entre las especies de ese orden, aunque también ahí hay excepciones que van hasta sin alas, y si no, miren a las hormigas…

IMGP5292_1200_1199KN ¿Reflejos o transparencias?  Su mezcla y contraste las embellece mutuamente…

En los tiempos modernos, los homosapiens han hecho posible que los trópicos puedan estar casi en cualquier parte, en forma de jardines botánicos e invernaderos, zoológicos…  y mariposarios; así que, cuando llueve, nieva o ventea de manera pertinaz, es posible echar el rato aquende, viendo yerbas y bishos de allende. Es el caso de las criaturas que aquí veis y así posaron: las Greta oto, (Hewitson, 1854), con un garbo evidente, aunque no tengan detrás ese apellido que otra Greta llevó. Hay quien dice que a estas Gretas les viene el nombre de un esmalte transparente  -como sus alas- usado en alfarería para vidriar… tal vez sí, aunque no apostaría yo por tal causa o coincidencia; pero en lo de «oto», ni vestigios de su origen encontré, y así queda el reto de oto para otro…, y si alguien lo sabe, se agradecerá que lo diga.

Por lo demás, la criatura es un ninfálido en toda regla: con sus cuatro patas y un par atrofiado, para llevar la contraria en aquello de «hexápodos». Se la llama «espejitos» en sus países de origen y «glasswings»  por el mundo angloparlante. Entre sus costumbres está la de alimentarse en fase de oruga con plantas tóxicas y metabolizarlas de modo que el efecto perdure en la fase de imago, con el doble propósito de alejar predadores y generar feromonas para asegurar la continuación de la especie. Cuando llega esa época, los machos organizan una especie de ritual de cortejo colectivo denominado «lekking» que, traducido en breve, es como una exhibición de poses o un desfile de pavoneos en un «tontodromo» donde compiten los machos en edad de servicio para ganarse el favor de las espectadoras en edad de merecer, que se decía años ha.

IMGP5294_1200_1110KNGarbo y figura de Greta oto en otra pose

Y para terminar, volviendo al asunto del inicio que quedó un poco en el aire -como las mariposas- :  ¿entonces, cómo llamaban aquellos griegos a las maris?… pues se dice por ahí -y parece que esto sí es verdad- que las llamaban ψυχη,  que sonaría algo así como «psyché«. Sea coincidencia o no, hay por aquí una mari, al menos, que arrastra en su nombre una traza de ese apelativo milenario: la Glaucopsyche melanops, (Boisduval, 1828), pequeñita y pizpireta, inquieta y bailarina, toda una auténtica y genuina «pinpilinpauxa«…

IMGP1576_1200_1376KNGlaucopsyche melanops  (Boisduval, 1828), reflejando la luz en sus escasas escamas glaucas

¡Eh! ¡eh!…¡oiga! ¿qué es eso de «pinpilinpauxa«? pues es una palabra euskera, onomatopéyica y preciosa, tanto que fue elegida en 2010 como palabra más bonita del euskera… y significa, precisamente, MARIPOSA. Puestos en ese plan, podría decirnos algún gallego -o gallega, claro- que «bolboreta» -MARIPOSA, en galego– no es menos bonita y que también fue elegida -no sé en qué año- la palabra más bonita del galego.

Pues ahí quedan las cinco palabras –lepidóptero,  ψυχη,  mariposa,  pinpilinpauxa, bolboreta– y las cinco fotos, para que ustedes elijan la que más les guste… Ea, ya…

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Activos tóxicos

Posted by Pele Camacho en 31 May, 2012

Dice el diccionario web de la R.A.E:

eufemismo (Del lat. euphemismus, y este del gr. εὐφημισμός)  “Manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante

Sorprende en este vocablo la limitación de acepciones que ofrece ese diccionario web tan popular y, en general, suficientemente explicativo. Yo pediría a los académicos de la RAE que, en la próxima edición del diccionario, intentaran ser algo más explícitos con el uso y propósito moderno de ese concepto. Pienso que estaría bien decir que ciertos eufemismos modernos, como “activos tóxicos”, por ejemplo, se emplean con una intención que yo -que no soy académico- prefiero expresar con disfemismos, es decir, con lo contrario de eufemismos, por ejemplo, “darla con queso”, “dorar la píldora”, “colar goles”… y otras expresiones más sutiles o indignantes que en castellano se entienden claramente. El lenguaje permite comunicarse y entenderse, pero puede utilizarse para disimular o escamotear algo vergonzoso con pamplinas “políticamente correctas” como esa de “activos tóxicos” que disfraza, simplemente, pérdidas multimillonarias que afectarán largo tiempo a los dolientes paganos de siempre. Un disfemismo asociado al eufemismo sería, por ejemplo, “taimados hijoputas”, para referirse a los especuladores y gestores de desastres financieros que reventaron la economía de algunos países, pero hablemos de bishos menos dañinos…

En el contexto zoológico de estas páginas, escribir “activos tóxicos” es un disfemismo coyuntural para referirse a bishos venenosos de manera activa o pasiva, porque un bisho puede tener un veneno muy activo aun siendo él muy pasivo, frente al atrevido que lo coge o se lo come y queda inactivo, trastornado o muerto. Esta entrada muestra algunos ejemplos que vienen al caso.

 Zygaena hilaris, con cianuro al rojo

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La Zygaena hilaris (Ochsenheimer, 1808) es una mariposa heterócera de un género con más de veinte especies en la península ibérica, todas ellas con una característica común: en su fase nutricia metabolizan cianuros, uno de los venenos que –disfemísticamamente hablando- “pasaportan” a los vertebrados de manera fulminante. No se puede negar que su aspecto avisa que tienen algo especial, comentado en una entrada que titulé ”Veneno en la piel -pica para verla-”  recordando una canción de Radio Futura que me gustó y puedes oír en el enlace.

Utetheisa pulchella, glamourosa y venenosa

La Utetheisa pulchella (Linnaeus, 1758) es otra de esas heteróceras mariposillas a las que no me gusta llamar polillas, por sus aspectos tan vistosos y glamourosos;  en su fase de oruga metaboliza alcaloides tóxicos que siguen activos en la fase de imago, aunque con sus colores aposemáticos advierte de su peligro a posibles predadores, algo que la ennoblece, a diferencia de los taimados gestores tóxicos que no advirtieron de nada, sino todo lo contrario, actuaron en silencio, con premeditación y alevosía dolosas.

 Zerynthia rumina,  con hemolinfa rica en aristoloquina

La Zerynthia rumina (Linnaeus, 1758), la mariposa Arlequín, es una ropalócera preciosa: sus alas son un mosaico de colores contrastados que permiten verla de lejos, pero aunque algunos bishos no aprecian la belleza cuando el hambre les aprieta, para muchos otros ese contraste de manchas negras, rojas y amarillas es una especie de STOP impreso en sus neuronas como aviso de peligro. La clave de su activa toxicidad está en sus plantas nutricias, las Aristolochias, que en sus extrañas flores -puedes verlas picando “Tres fases y una flor”– parecen advertir sobre algo fuera de lo corriente: unos cuantos compuestos extraídos de ellas motivaron su uso medicinal en tiempos pasados, hasta que se vio que, para muchos pacientes, era peor el remedio que la enfermedad. Algo parecido está ocurriendo con la economía: entre los taimados causantes de los problemas y los curanderos de sus efectos están dejando a países y paisanos en un estado cada día más preocupante, tanto como para pensar, también, que hay taimados curanderos aquende y allende los Pirineos que podrían decir como aquel cirujano del chiste: «La operación ha ido muy bien, pero el enfermo se muere».

 Larva de Papilio machaon, aposemática y con osmeterios pestilentes

Por si no fuera suficiente con los colores aposemáticos, algunas especies recurren a olores repelentes: es el caso, por ejemplo, de las orugas de Papilio machaon (Linnaeus, 1758), otra belleza que destaca tanto en su fase de larva como de imago. La oruga devora con ansia tallos tiernos de hinojo, una planta que huele a anís, pero su metabolismo transforma ese aroma en algo desagradable o pestilente que esparce con los osmeterios, una especie de cuernecillos flexibles y húmedos de color naranja que saca cuando se siente amenazada. No he llegado a sentir ese tufo repelente que, supongo, debe ser similar al sentimiento que provocan los taimados que tanto daño han hecho y que, muchos de ellos, siguen impunes ante las injusticias de la justicia -con minúscula-  y la inactividad de los politicastros, pero esas son otras historias.

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Indignadas para indignados

Posted by Pele Camacho en 24 May, 2012

En los últimos tiempos, y en muchas partes, hay muchísimas personas indignadas. Y tienen muchísimas razones para estarlo, porque mentecatos, ineptos, corruptos y sinvergüenzas de toda índole y condición, abusaron y abusan de su estatus socavando el bien común.  Ahora, bajo la soberbia intransigente de algunos gerifaltes que cabalgan como Atila en instituciones y centros de poder, otros pretenden remediar despropósitos de manera injusta y mendaz, con el esfuerzo y sufrimiento de los que no participaron en desatinos, dispendios y delitos que siguen impunes. Porque, además, la justicia -con minúscula- parece mirar hacia otro lado o hace “semana caribeña”, mientras se habla de una “generación perdida” que lo único que puede hacer es indignarse, enfurecerse y manifestarse, si les dejan… por eso, por esos indignados, por sus derechos y razones, subo indignado esta entrada de Furias libres, que de indignadas solo tienen el nombre.

Lasiommata megera, una inocente criatura con vello erizado y nombre de Furia

(Picar en las imágenes para verlas con más resolución)

Los antiguos griegos, con su facilidad para mitificar dioses y demonios, imaginaron tres deidades femeninas a las que llamaron Erinias, o perseguidoras,  que actuaban como juezas implacables para castigar y vengar los abusos que cometían los malos de entonces. En la mitología romana, heredera directa de la griega, a las Erinias se las llamó Furias, porque desarrollaban su función con furor, con indignación extrema.  Las Erinias surgieron de la sangre que derramó Urano al ser castrado con una hoz de pedernal por su hijo Cronos. Imaginando la indignación de Urano, es fácil imaginarse también el carácter de las Erinias que surgieron de aquella sangre enfurecida, o mala sangre, dicho en castizo. Las furibundas eran tres:  Alecto, “la implacable”, castigadora de los delitos morales, Tisífone, “la vengadora de asesinados” y Megera, “la celosa”, vengadora de infidelidades y la peor de las tres.

Con nombre de indignada, mostrando tranquila su docena de ocelos

No es fácil saber qué estado de indignación pudo tener  Linnaeus  cuando puso el nombre de Lasiommata megera (Linnaeus, 1767) a esta inocente mariposilla, que no es mejor ni peor que otras de su condición mariposil.  No es una especie gregaria y su oruga se nutre de hierbas silvestres de baja estofa, por lo que ni daña cultivos ni en su corta vida de apenas tres semanas afecta a otras especies. Así pues, las razones para tan indigna denominación permanecen ocultas, como las que injustamente permiten la indignante impunidad de algunos delincuentes.  Las Lasiommatas son especies relativamente huidizas, a las que hay que aproximarse con cierto sigilo para poder fotografiarlas, aunque hay situaciones en las que es más fácil hacerlo, si se tiene la suerte de avistarlas en esos momentos en que su naturaleza requiere más atención al congénere que a los depredadores o fotógrafos molestos.

Las Lasiommata megera pueden tener varias generaciones en un año cálido

El nombre del género Lasiommata (Westwood, 1841) se refiere una vellosidad  –lasios– que sus individuos tienen entre los omatidios de sus ojos –omma– compuestos, un detalle difícil de apreciar en fotografías que no estén hechas con técnicas de supermacro; pero esa vellosidad en los ojos compuestos no es algo exclusivo de este género, pues hay otras mariposas que también lo presentan. Solo hay dos especies de este género en nuestras latitudes peninsulares: la megera, a la que algunos llaman “saltacercas”, y la maera, a la que también llaman “pedregosa”, porque suelen revolotear por pedregales aislados en zonas marginales de algunos bosques.

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La vuelta al mundo con dos mariposas

Posted by Pele Camacho en 18 May, 2012

Tal vez “con” no sea la preposición más apropiada para ese título que me ha salido en recuerdo de una película famosa, pero eso fue lo que pensé en poco menos de 300 metros cuadrados, bajo “condiciones controladas” y viendo lo fácil que era saltar -con la imaginación, claro- de un continente a otro, leyendo la procedencia de algunas exóticas mariposas, fascinantes ellas, como si fueran unas “vampirosas” de belleza despampanante…

Hay muchas mariposas «multinacionales”, pero hay pocas “multicontinentales”, así que, la única forma de hacer un rápido y barato safari fotero de “vampirosas” espectaculares de otros continentes, es yendo a un mariposario y soportando, durante un par de horas, el nivel de humedad de esa especie de invernadero zoológico donde viven prisioneras por culpa de su exótica belleza.

Iridiscencias azules de un macho de Morpho peleides, sediento de zumos de frutas

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Apenas entré en aquel recinto, sentí una bocanada de ambiente tropical y me saludaron unos aletazos azules, grandes, no muy rápidos, quizás porque con unas alas de casi 10 cm. no hace falta moverlas mucho para tener el impulso de un vuelo suficientemente veloz.  Era la Morpho peleides (Kollar, 1850), un bellezón centroamericano que vuela, normalmente, y “en condiciones descontroladas”, desde México a Paraguay.  Fue como si hubiera cruzado el Atlántico, pero no había salido del Mediterráneo.

Una escena algo violenta entre una pareja de Papilio memnon 

No había terminado de mirar a la Morpho con el regodeo que merece, cuando otra «superfortaleza volante» se cruzó ante mi vista disparando movimientos sacádicos de mi sistema atencional: intenté seguirla, pero paraba poco y, cuando lo hacía, sus alas temblaban como si batieran para evitar un enfriamiento de los músculos que las propulsan… no había manera de enfocarla, pero… ¡Aahh! el impulso feromónico se cruzó en su camino y ¡por fin! la quietud de su amor permitió captar la escena: el macho azulnegro de la Papilio memnon (Linnaeus, 1758) casi escondió a la hembra pardo-listada entre las hojas de una especie de helecho gigantesco que, seguramente, también será de origen tropical, como el de las memnon, porque ellas vuelan allá por las humedades monzónicas del sudeste asiático, desde Indonesia hasta el sur de Japón. Fue como cruzar el Pacífico para ver una escena violenta… ¡qué paradojas!

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