Los crisomélidos son una de las familias más numerosas dentro del orden de los coleópteros, con 37.000 especies descritas y unas 10.000 más por describir. Sus tamaños van desde 1 a 20 mm y la forma del cuerpo es muy variable, desde alargada a oval. Con frecuencia son glabros y provistos de coloración muy variable, en muchos casos con brillo metálico.
Exosoma lusitanica
La pilosidad, cuando se presenta, es corta y escasa. Por lo general, son especies diurnas con capacidad de vuelo, pero esta capacidad no está muy desarrollada ni pueden emplearla durante mucho tiempo.
Lachnaia pubescens, supuestamente
La clasificación de los crisomélidos es dificultosa, por no existir claves para todos los grupos y especies que, a veces, se diferencian por ligeros detalles en las antenas, la pilosidad, variaciones en la forma, disposición y forma de las manchas en sus élitros, etc., y a menudo, se procede a extraer la genitalia para realizar su correcta determinación, como detallan en:
Cryptocephalus obliteatifer
Los adultos se alimentan de hojas, flores, frutos y polen. Las larvas tienen hábitos variables: la mayoría come hojas externamente, otras son perforadoras de raíces, perforadoras de tallos, roedores de tallos, comedores de semillas y ciertos grupos sus larvas viven en hormigueros y probablemente predan sus huevos. Algunos grupos de crisomélidos poseen preferencias por determinados grupos de plantas, como las Convolvulaceae y Solanaceae. Debido a la multiplicidad de especies vegetales que comen, numerosas especies son importantes plagas de agricultura, en montes y cultivos, del que es ejemplo el escarabajo de la patata.
Lachnaia variolosa
Entre sus capacidades expansivas, cabe recordar la velocidad de sus ciclos, que permiten a algunas especies dar hasta cuatro generaciones en un año, o la tasa de reproducción elevada, acompañada de longevidad en los de generación única.
Cópula de Lachnaia variolosa
A menudo, la acción de las larvas y de los adultos se produce al mismo tiempo por lo que el árbol o planta puede estar atacado tanto en su zona subterránea como aérea con todo lo que ello implica, favorecido porque los adultos suelen vivir un año e incluso dos. La hembra deposita los huevos en la planta hospedadora o en sus cercanías, raramente en el suelo. El número de huevos de la puesta oscila entre algunas docenas y varios miles.
Sus posibilidades de expansión son notables por su capacidad de adaptación a nuevos espacios de clima similar al de sus entornos originarios. El hombre ha servido así de transportador de uno a otro continente de especies de esa familia, a veces inconscientemente, y en otras ocasiones, al utilizarlo como frenador de la expansión de «malas hierbas» en territorios vacíos, por ejemplo, en Australia.