Después de la entrada anterior, solo de machos, me dije que la siguiente debía ser solo de hembras, porque las hembras, sean de libélula o no, son tan importantes como los machos en la naturaleza, o incluso más, si se piensa en la partenogénesis o los inventos y clones de la biología moderna.
Pensé un “Falta algo si los machos están solos…” y me acordé de aquella frase bíblica “No es bueno que el hombre esté solo…” del origen de la creación, según dice el Génesis, libro anónimo y primero del Antiguo Testamento, cimiento común de la religión hebrea y la cristiana. La frase, supuestamente pronunciada por el creador del hombre, parece decir que el creador hubiese dejado algo pendiente en su primera faena –como el autor de estas entradas- aunque ¿le dijo alguien a los anónimos autores que la frase fue dicha por el creador o se lo inventaron ellos? ¿Por qué el hombre fue creado antes que la mujer? con lo fácil que habría sido que la primera mujer pariera al primer hombre o hacer a los dos de una tacada y del mismo barro, en lugar de aquello de la costilla de Adán de la que salió Eva… pero como no quiero meterme en barrizales dejó el asunto bíblico aquí. Amén. Pero la famosa frase tiene su aquel y se ha “clonado” en novelas, películas, canciones…como aquella de Víctor Manuel que decía:
…
No es bueno que el hombre esté solo
se vuelven igual que los lobos
que caigan, que crezcan, que sangren, que duela
que no se sometan, que escapen, que metan.
…
Y parece que a los libélulos también les va la letrilla de la canción porque, cuando están solos, se enredan en grescas que, probablemente, no serían tantas si por allí tuvieran compañeras con las que hacer sus “ruedas del amor”, esos tándems únicos en la naturaleza conocida desde los tiempos del Génesis. Por cierto, menos mal que la RAE define tándem como “Conjunto de dos elementos que se complementan”, porque antes de leer eso solo me sonaba a bicicleta de dos plazas.
Si es fácil la confusión de machos al intentar identificarlos por sus colores, no lo es menos con las hembras, pues ellas suelen tener colores menos intensos que los machos maduros de sus respectivas especies. Compare el lector algunas fotos de la entrada anterior con las respectivas de ésta y verá…
Crocothemis erythraea, hembra adulta, mostrando su espina vulvar en el extremo del abdomen
Así surge de nuevo la relevancia identificadora de las genitalias, prominencias que los machos muestran en los bajos de sus segmentos S2, mientras que las hembras parecen ocultar las suyas, las espinas vulvares, entre S8 y S9.
Crocothemis erythraea, hembra de emergencia reciente, mostrando ya su espina vulvar prominente
Algunas hembras, como las de Crocothemis erythraea, muestran su espina prominente desde muy jovencitas. Casi recuerda un gatillo disparador. Podría decirse que es una espina vulvar “conspicua”, muy conspicua…
Hembra adulta de Sympetrum meridionale, con espina vulvar apenas visible
En otras especies, como la Sympetrum meridionale, apenas se aprecia en sus hembras un mínimo relieve de sus genitalias, lo que también es suficiente para identificar “por omisión” u “ocultación”. Tienen una espina vulvar “inconspicua”, o sea, casi inapreciable, como si no tuvieran…
Hembra adulta, vieja, de Sympetrum striolatum, mostrando una espina vulvar de tamaño mediano
Y entre esos máximos y mínimos, toda una gama de espinas vulvares con tamaños, formas y colores difícilmente apreciables a simple vista y, muchas veces, invisibles en las fotos.
Hembra joven, de Sympetrum striolatum, muy diferente de la anterior, pero casi igual espina vulvar
Pero dado que parecen conservar la forma y el tamaño relativo de la espina vulvar, desde sus primeros días hasta su vejez, aunque sus colores difieran de manera que induzcan a pensar que son especies diferentes, la observación de ese apéndice, junto con algún otro dato de color o forma, puede ser la clave complementaria para identificar la especie, sobre todo en fases juveniles que es cuando más despistan.