Sorpresas y paisajes

Fotografías de lo que veo por esos campos…

Archive for agosto 2011

Con divisa verde y oro

Posted by Pele Camacho en 20 agosto, 2011

Las Lestes viridis (Vander Linden, 1825) pertenecen a uno de esos géneros que componen un grupo amplio, los Lestes (Leach, 1815), y como en otras familias numerosas,  las diferencias que siempre existen entre los distintos parientes han provocado a más de un experto investigador para encontrar diferencias que justificaran el desgajamiento de un nuevo género y la creación de un nuevo cisma taxonómico; y en esas estamos, con un nuevo género denominado Chalcolestes que se acuñó casi exclusivamente para acoger a las Lestes viridis y a sus casi gemelas Lestes parvidens, aunque el asunto sigue en espera de reconocimiento por la comunidad odonatológica internacional que, de momento y hasta donde yo sé, ha dictaminado que los datos aportados y los estudios realizados son insuficientes para hacer la movida, así que, con la confusión servida, oficialmente siguen siendo Lestes. Eso de los “cismas” es algo que  mola mazo a ciertos homosapiens

Vista dorsal de una hembra de Lestes viridis (Vander Linden, 1825)

(Picar en las imágenes para verlas con más resolución)

Según se las mire, hembras y machos adultos tienen un aspecto muy parecido: grandes, casi 50 mm de envergadura, estilizados, posando con las alas separadas del cuerpo, mostrando ese precioso dorsal verde metálico característico y común a los adultos de ambos sexos y que sirvió de base al cismático nombre propuesto para el género, Chalcolestes, asociado al brillo del cobre –chalco, en griego clásico romanizado- ya que su carácter predador  –lestes, también en griego clásico- no los diferencia de otros lestidos, o de la familia Lestidae, predadores ellos como todos los miembros del orden Odonatos.  Lo del cobre  -o lo del oro- depende del ángulo de inspección y de la imaginación del inspector, pero también vale pensar que todos los oros dorados de menos de 24 quilates llevan cobre, o dicho de otra manera: ”Nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal -o del ángulo- con que se mira”.

Vista dorsal de un macho de Lestes viridis

Si bien en las vistas dorsales se pueden diferenciar machos y hembras por la forma final del abdomen y de los cercoides o apéndices anales –un par de pinzas arqueadas y blanquecinas en los machos, frente a unas puntas cortas en las hembras-  las vistas de perfil permiten apreciar mucho mejor las diferencias entre hembras y machos: el abdomen de ellos es muy estilizado, mientras los de ellas son proporcionalmente algo más gruesos, aparte de los relieves propios de las genitalias secundarias de ellos y los abombamientos de los segmentos finales que contienen los ovipositores de ellas.

Vista lateral de una hembra de Lestes viridis

Otra característica identificadora de la especie es la forma de “punta afilada” con que termina la parte inferior de la zona verde-metalizada en los laterales del tórax, tanto en las hembras como en los machos.

Vista lateral de un macho de Lestes viridis


Las vistas macro siempre sorprenden con algo nuevo que a simple vista no podemos apreciar, por ejemplo, esa especie de flequillo erizado que se observa en la siguiente foto, recordando aquellos mechones de los toros llamados melenos por la pelambrera que tienen en la testuz.

 «Meleno» alado, con divisa verde y oro y mirada azulada

Y si podría haber cisma con lo del cobre o lo del oro, ¿por qué no montarlo también con los ojos?… porque si la mirada del meleno dejó dudas, miren ustedes la siguiente y – si no tienen nada mejor que hacer- lean aquellas reflexiones que hice y miren las que se veían en las entradas que titulé «Ojo, que la vista engaña» y «Jugando con el espectro»

 Una mirada azul con un cuerpo verde y oro

Y después de esta entrada con reflejos de los fiestorros taurinos típicos de Agosto, solo me queda desearles que sigan ustedes disfrutando de un tranquilo y feliz Agosto, con o sin vacaciones…

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De «pintones» a «pelotes», con postre

Posted by Pele Camacho en 13 agosto, 2011

Empieza la recta final del verano y es el tiempo de los higos, que en su proceso de maduración y en la jerga de mi tierra, por lo menos, pasan de “verdes” a “pintones” cuando empiezan a tomar los colores típicos de la fruta madura. Después llegan a un punto en que ya tienen los colores del higo maduro, pero sin estarlo. En ese momento se dice que están “pelotes”, les falta poco para madurar, pero todavía están duros, casi como una pelota, frente al higo maduro que ha de estar un poquito blando para alcanzar su punto ideal.  El diccionario web de la RAE no sabe lo que es un “higo pelote”. Y yo tampoco sé si esa jerga va mucho más allá de mi tierra chica, de la que recuerdo cuando era chico y me iba con mis amiguetes a bañarnos y a comer higos en el huerto de mi abuelo o en el de algún pariente de mis compañeros de correrías veraniegas.


Macho muy joven de Sympetrum fonscolombii (Selys, 1840), como un «pintón» incipiente con chapetas

(Picar en las imágenes para verlas con más resolución)

Muchos machitos de libélulas tienen en sus primeros días de vida unos cambios de coloraciones que me hacen recordar la evolución de los colores de higos y brevas, y así, los machitos de Sympetrum fonscolombii  (Selys, 1840), cuando emergen, tienen casi el mismo color marfileño que las hembritas, pero en apenas un par de días empiezan a salirle los colores a rodales, como chapetas rojas que evolucionan en pocos días, dándole un bello aspecto peculiar y tan efímero como su corta “adolescencia”.


Un fonscolombii  muy «pintón«, ya casi «pelote«, con la narizota o frons aún anaranjado

A los mocitos “pintones” de fonscolombii de las fotografías anteriores, habían empezado a salirles los colores de maduros, pero podría decirse que aún les faltaba un poco para ser “pelotes”. En su proceso de enrojecimiento-maduración tienen que aprender algunas cosas –quizás su propio instinto libelulero se las enseñe- para adquirir los atributos y destrezas de los individuos maduros. La tersura de sus alas y esos vivos colores rojos y gualdas de su abdomen parecen prometer que llegarán a serlo, pero en ese momento sólo eran unos inmaduros, como aquellos chavales que entonces iban a comer higos subiéndose a las higueras…


Un «pelote» casi «maduro«, con la narizota ya claramente roja y restos amarillos en los flancos

En apenas un par de semanas, pasan de “pelotes” a «maduros«, vistiéndose de un rojo vivo, mucho más bonito que los negrotes-violáceos de las brevas o los higos.


Machote de Sympetrum fonscolombii, con todos los atributos de un individuo maduro y atlético

Y de postre a esta entrada, mezclando ingredientes gastronómicos y conceptos literarios del blog, permítanme ustedes animarles a preparar un sencillo y humilde postre jaenero, que aunque suele prepararse con brevas, también puede hacerse con higos.

– Preparen una copa de boca ancha, de 8 a 10 cm. de diámetro, más o menos, de esas que algunos llaman de cóctel o de champaña.

– Corten una tira delgada, de unos 3mm. de grosor aproximadamente, de un melón madurito y colóquenla en la copa, como forrándola interiormente, dándole un ligero rizo u ondulación que será más fácil de hacer si la tira es delgadita y de un melón maduro, como el machote de la última foto que se ha mostrado. La estética es también importante en gastronomía…

– Cojan unas brevas o higos maduros, claro, y después de pelarlos, corten unas rodajas de un grosor de 1 cm. aprox., y póngalas en el centro de la copa con forro de melón. Preferiblemente, póngase la copa así preparada en el frigorífico durante una media hora al menos, y antes de servirla échenle un chorrito de Pedro Ximénez para rociar a las brevas o higos.   Rico, rico…

Que ustedes disfruten con la copa de «Higos al Pedro Ximénez», con la sobremesa y con la recta final del verano…

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