Las Lestes viridis (Vander Linden, 1825) pertenecen a uno de esos géneros que componen un grupo amplio, los Lestes (Leach, 1815), y como en otras familias numerosas, las diferencias que siempre existen entre los distintos parientes han provocado a más de un experto investigador para encontrar diferencias que justificaran el desgajamiento de un nuevo género y la creación de un nuevo cisma taxonómico; y en esas estamos, con un nuevo género denominado Chalcolestes que se acuñó casi exclusivamente para acoger a las Lestes viridis y a sus casi gemelas Lestes parvidens, aunque el asunto sigue en espera de reconocimiento por la comunidad odonatológica internacional que, de momento y hasta donde yo sé, ha dictaminado que los datos aportados y los estudios realizados son insuficientes para hacer la movida, así que, con la confusión servida, oficialmente siguen siendo Lestes. Eso de los “cismas” es algo que mola mazo a ciertos homosapiens…
Vista dorsal de una hembra de Lestes viridis (Vander Linden, 1825)
(Picar en las imágenes para verlas con más resolución)
Según se las mire, hembras y machos adultos tienen un aspecto muy parecido: grandes, casi 50 mm de envergadura, estilizados, posando con las alas separadas del cuerpo, mostrando ese precioso dorsal verde metálico característico y común a los adultos de ambos sexos y que sirvió de base al cismático nombre propuesto para el género, Chalcolestes, asociado al brillo del cobre –chalco, en griego clásico romanizado- ya que su carácter predador –lestes, también en griego clásico- no los diferencia de otros lestidos, o de la familia Lestidae, predadores ellos como todos los miembros del orden Odonatos. Lo del cobre -o lo del oro- depende del ángulo de inspección y de la imaginación del inspector, pero también vale pensar que todos los oros dorados de menos de 24 quilates llevan cobre, o dicho de otra manera: ”Nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal -o del ángulo- con que se mira”.
Vista dorsal de un macho de Lestes viridis
Si bien en las vistas dorsales se pueden diferenciar machos y hembras por la forma final del abdomen y de los cercoides o apéndices anales –un par de pinzas arqueadas y blanquecinas en los machos, frente a unas puntas cortas en las hembras- las vistas de perfil permiten apreciar mucho mejor las diferencias entre hembras y machos: el abdomen de ellos es muy estilizado, mientras los de ellas son proporcionalmente algo más gruesos, aparte de los relieves propios de las genitalias secundarias de ellos y los abombamientos de los segmentos finales que contienen los ovipositores de ellas.
Vista lateral de una hembra de Lestes viridis
Otra característica identificadora de la especie es la forma de “punta afilada” con que termina la parte inferior de la zona verde-metalizada en los laterales del tórax, tanto en las hembras como en los machos.
Vista lateral de un macho de Lestes viridis
Las vistas macro siempre sorprenden con algo nuevo que a simple vista no podemos apreciar, por ejemplo, esa especie de flequillo erizado que se observa en la siguiente foto, recordando aquellos mechones de los toros llamados melenos por la pelambrera que tienen en la testuz.
«Meleno» alado, con divisa verde y oro y mirada azulada
Y si podría haber cisma con lo del cobre o lo del oro, ¿por qué no montarlo también con los ojos?… porque si la mirada del meleno dejó dudas, miren ustedes la siguiente y – si no tienen nada mejor que hacer- lean aquellas reflexiones que hice y miren las que se veían en las entradas que titulé «Ojo, que la vista engaña» y «Jugando con el espectro»
Una mirada azul con un cuerpo verde y oro
Y después de esta entrada con reflejos de los fiestorros taurinos típicos de Agosto, solo me queda desearles que sigan ustedes disfrutando de un tranquilo y feliz Agosto, con o sin vacaciones…