Sorpresas y paisajes

Fotografías de lo que veo por esos campos…

Archive for octubre 2010

Ojo, que la vista engaña…

Posted by Pele Camacho en 29 octubre, 2010

¿Quién no se sorprende cuando mira los impresionantes ojos de las libélulas y no se pregunta qué o cómo verán ellas con ellos?  Hay tanto escrito sobre los ojos de las libélulas, por muy relevantes estudiosos de los múltiples campos relacionados con visión y percepción, que pretender explicar aquí algo de ello sería quedarse muy corto pero, después de observarlos muchas veces e intentar aprender algo acerca de ellos, voy a intentar explicar algunas conclusiones personales, donde se mezclan imaginación y algo de ciencia sobre lo primero que sorprende de esos ojos,  sus colores casi indefinibles, porque…  ¿Qué colores tienen los ojos de algunas libélulas?  Pues mire usté…, mire usté y verá que depende de cómo o cuándo las mire usté…

Orthetrum brunneum, macho joven, en una vista de perfil


Orthetrum brunneum, el mismo macho joven, de frente, apenas un minuto después

Lo del “cuándo” puede tener sentido si las libélulas pueden cambiar el color de sus ojos en un corto espacio de tiempo, pocos segundos, como cambian sus colores algunos otros animales, por ejemplo, cefalópodos, camaleones y, tal vez, algunos menos conocidos. Pero si esa alternativa temporal no es cierta, o incluso también si lo fuera, hay que preguntarse por la alternativa espacial, por el “cómo”.

Los ojos compuestos de las libélulas -y de muchos otros insectos- son como un mosaico convexo en el que se agrupan ordenadamente miles de ojos simples de aspecto hexagonal, en una disposición que optimiza el aprovechamiento de la superficie convexa, como si fuera un panal esférico, algo de lo que saben mucho las abejas, otros insectos maravillosos que también tienen ojos compuestos. 

Microfotografía del ojo compuesto de un insecto. Del blog “ocularis.es” (*1)

Cualquier aficionado a la fotografía sabe que un objetivo “ojo de pez” es una lente convexa, abombada, que proporciona un enorme ángulo de visión.  Las leyes de la óptica también confirman que la naturaleza es sabia y que, sin saber leyes ni teoremas, la evolución de las especies dio forma de lente convexa a los ojos compuestos de aquellas especies, como las libélulas, en las que su sistema de visión busca, precisamente, maximizar el ángulo del campo de visión.

Trithemis annulata, hembra madura, mostrando la zona cenital de sus ojos compuestos

La percepción es algo más profundo y mucho más complejo; según define la RAE, es “la sensación interior que resulta de una impresión material hecha en nuestros sentidos”, en este caso, el sentido de la visión. Los científicos explican cómo funciona el sistema de visión de los animales, porque el estudio y la experimentación con modelos matemáticos o físicos permite averiguarlo, pero saber cómo perciben, saber cómo son las sensaciones que llegan a un cerebro del que se sabe aún menos que del cerebro humano, eso ya es otro cantar…

Los dibujos adjuntos  -adaptados de los originales de la Universidad de Costa Rica (*2)- muestran de manera muy sencilla cómo está constituido un ojo compuesto y la estructura de los ojos simples integrantes, los omatidios, una especie de tubos ligeramente cónicos que recuerdan los anteojos marinos, aquellos que usaban los capitanes piratas de las películas. Hay quien escribe, en castellano, ommatidium en singular y ommatidia en plural, mezclando latín, inglés y castellano.  Aunque sea menos “científico”, yo lo escribo en castellano, omatidio y omatidios, aunque la RAE no haya reconocido todavía la palabra.

Estructura y disposición de omatidios en un ojo compuesto

La parte frontal del omatidio, la faceta,  es una lente córnea de sección hexagonal, con un ligero abombamiento para dar un poder óptico a la lente y, probablemente, para darle una mayor resistencia mecánica, por los mismos principios físicos que justifican la consistencia del arco de un puente romano o una bóveda.  Después hay un cristalino sencillo, pero cónico, que recuerda al del ojo humano,  que tiene forma de lenteja  -una lente pequeñeja– , y aquí podíamos decir que acaba la parte óptica y comienza la fisiológica, la sensorial, la que proporciona los estímulos que el cerebro de la libélula interpretará de alguna forma que, por acertada que pueda ser la que se describa, es supuesta, porque ninguna libélula lo ha contado a nadie, aunque se han hecho experimentos interesantísimos para ver las reacciones o comportamientos de ciertos insectos a patrones o estímulos visibles.

La transparencia de la córnea y del cristalino -si no hay cataratas agudas- permite ver el fondo de ojo.  Mirar el fondo de ojo es, como poco, mirar su aspecto y su color. El fondo de ojo de los vertebrados es la retina, el mosaico cóncavo que contiene los conos y bastones, los fotorreceptores retinales que captan la luz y, pasando por la fisiología que hay detrás, la transforman en los estímulos que el nervio óptico transmite al cerebro.  El recubrimiento interior de un omatidio son las llamadas células pigmentadas que, por supuesto, tienen un color, aunque no tengan fotorreceptores como la retina. Los fotorreceptores del omatidio son las retínulas, unas células que hay alrededor del rabdoma, una especie de fibra óptica que empieza justo detrás del cristalino y lleva la luz hacia el fondo, estimulando a las retínulas que lo rodean en su longitud, enfundadas en el tubo cónico de las células pigmentadas secundarias.

 
Orthetrum coerulescens, macho maduro, mostrando pseudopupilas y su ocelo lateral derecho

Entonces, habida cuenta de la forma de tubo, de anteojo óptico, que tiene un omatidio ¿qué se verá si se mira de frente a un grupo de omatidios? Pues se verán sus fondos de ojo, las retínulas frontales de esos omatidios; y de los omatidios que hay al lado, de aquellos a los que no se está mirando “de frente” por la convexidad del ojo compuesto, se verán los “laterales del ojo” de cada tubo, sus células pigmentadas primarias; y de los omatidios que se miren tangencialmente solo se verá el color vidrioso de su lente corneal natural…
Así pues, si el color frontal de las retínulas, el color de las células pigmentadas laterales y el color de las lentes corneales son, o se ven, diferentes, los colores de los ojos compuestos de algunas libélulas serán según se los mire, dependerán del «punto de vista» o del punto del espacio desde donde sean observados, y se veran como conjuntos de manchas de colores variables. Que digo yo…

¿Y qué pasa en aquellas partes de los ojos compuestos, en el centro y abajo, donde apenas se aprecian las facetas de los omatidios? Pues, al parecer, tienen un tipo de visión distinta, donde intervienen pseudopupilas  -unas manchas negras algo difusas que en todos los ojos de libélulas se pueden apreciar-   y hasta tres zonas pseudofoveales comparables a las fóveas dobles de algunos vertebrados en los que la evolución ha rizado el rizo para que vean más y mejor según las circunstancias. Pero eso ya requiere mirar desde otros puntos de vista, son ya otras historias…
 
(*1)  http://ocularis.es/blog/?p=136

(*2)  http://www.miucr.ucr.ac.cr/quees/como_ven.htm

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Poker de negras

Posted by Pele Camacho en 21 octubre, 2010

Entre mis buenos recuerdos madrileros se cuentan los cafelitos que me jugué al dominó y al poker de dados con los mejores amigos que tuve en aquellos años estudiantiles  -que no todo iba a ser estudiar- en un chiringuito que había junto al Puente de los Franceses, en la esquina opuesta al Parque del Oeste. Había una salita apartada, con una docena de mesas, donde se podía hablar y reír en voz alta y hacer ruido con las fichas del dominó o los dados del cubilete mientras jugábamos al mentiroso, intentando pasar un puro -una jugada difícilmente superable- al siguiente de la ronda. Pasar, por ejemplo, un poker de negras “pelón” podía ser un farol… o no, porque  si había, por ejemplo, tres negras a la vista  y dos dados ocultos bajo el cubilete ¿te atreverías a levantar?, pero si es falso y no levantas  ¿qué jugada más alta -y creíble- le pasas al siguiente?  Como si lo estuviera viendo…

Bien, pues aquí va un poker de negras, y no te vayas a creer que no me costó conseguirlo, porque las Selysiothemis nigra no se veían por Málaga desde hacía muchos años  o, por lo menos, nadie dijo que las hubiera visto recientemente.  Primero vi a los machitos, a los que confundí con otra todavía más negra, la Diplacodes lefebvrii, hasta que mirando sus alas con más atención descubrí sus pterostigmas marfileños bordeados de una línea negra, como si hubiese un signo “=” en cada pterostigma…

Macho de Selysiothemis nigra, mostrando la delicada elegancia de sus alas y sus ojazos

Después del inesperado “descubrimiento” delante de la pantalla del ordenata, el primer día que tuve libre fui a buscar más y, en efecto, allí seguían ellos, que no ellas, ocultas en vaya usté a saber qué sombra, mientras sus machitos seguían volando y esperando que alguna saliera a refrescarse en la charca, o a lo que fuera, para intentar la propagación de la especie.  Ellos volaban pero, a diferencia de las brujas Anax, de vez en cuando posaban y se dejaban fotografiar.
 

Otro macho de Selysiothemis nigra, mostrando un detalle de anillos claros en sus segmentos

Como se suele decir, a la de tres fue la vencida, y por fin aparecieron las damas de Selysiothemis. En los dados de poker las damas son negras también, con la “Q” de Queen, porque parece que el poker también lo inventaron los anglosajones y sus símbolos no se han traducido ni siquiera en las barajas de poker de Heraclio Fournier.  Las damas de Selysiothemis tienen la misma cara, o mejor dicho, la misma cabezota y los mismos ojazos que sus parejas, además de las mismas alas de sutiles y escasas nerviaciones, casi inapreciables si se compara con las que tienen otras especies de alas más ostentosas.

Dama de negras, hembra de Selysiothemis nigra, posando en piedras calientes

Volví a verlas más días, una vez que observé que no le tienen miedo al calor, más bien diría lo contrario, pues parecían “calentarse” con la temperatura medioambiental, al tiempo que noté que parecía gustarles el ambientillo tóxico de las adelfas -Nerium oleander- que había por allí cerca, por aquello de lo malo abunda.  Las damas de Selysiothemis no abundan, todo lo contrario, escasean y es difícil hacer un poker de negras con ellas porque, entre otras cosas, ellas no son muy negras, sino más bien pardas, así que…
 

Dama negra de Selysiothemis nigra, sobre fruto de adelfa

Supongo, amigo lector, que a estas alturas de la lectura y del poker (*) te habrás dado cuenta de que he intentado colarte un farol y, según se mire, en lugar de poker de negras, te he pasado unas dobles parejas de negras-pardas… Tú verás cómo te las apañarías para superar el pase, si te pasó. Chungo lo tendrías…

(*) En castellano lo correcto sería decir póquer pero, aunque suene igual, escrito así tiene un aspecto raro, de falso, de farol… hay cosas que mejor no traducir y dejar como estaban en el original. Que digo yo…

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La pequeña sirena

Posted by Pele Camacho en 15 octubre, 2010

Los nombres populares de las especies siempre tienen alguna razón de ser y, en el caso del Anax parthenope, alias Lesser emperor en el mundo anglosajón, por ejemplo, es una referencia comparativa que rebaja un pelín su importancia en relación al Anax imperator, un poquito más grandote y, por tamaño y apellido, simplemente, “el emperador”.  Las comparaciones siempre fueron odiosas  -más para unos que para otros-  así que yo, mediterráneo de adopción, en lugar de llamarle emperador menor, le hubiera puesto pequeña sirena que me suena mucho mejor, en cualquier caso e imaginación. Luego lo explico.
 
El nombre científico de las especies, como en alguna otra entrada he comentado, muchas veces no tiene más razón de ser que el nombre popular, pero es el que se considera universalmente aceptado, o sea, por la comunidad científica y sus seguidores, hasta que venga algún otro científico y descubra algo nuevo que descoloque los taxones y mande al garete todas las nomenclaturas relacionadas. No sería la primera vez ni la última, pero de sabios es rectificar, siempre que no sean muchas las rectificaciones, claro, pero…  ¿Por qué los sabios de turno le pusieron Anax parthenope?

En el caso de esta brujita Anax, -lo de bruja lo dejamos para la emperatriz de las brujas-  si tiene alguna razón de ser lo de parthenope, quizás lo sea porque el lugar en que primero se la referenciara fuera Nápoles, cosa que no sé y que supongo por el caso de la brujita Orthetrum trinacria, cuyo nombre específico hace referencia al lugar donde primero se habló de ella,  la isla de Sicilia, muy cerca de Nápoles, que los antiguos llamaban Trinacria por su forma triangular, mientras que a la antigua Nápoles, los antiguos del lugar la llamaron Parténope, porque creció junto a la costa donde apareció ahogada la sirena Parténope, momento en el que empieza a mezclarse el encanto de uno de los mitos griegos más bellos y la realidad de la historia de Nápoles, transmitida por generaciones.

Parténope era la menor de tres hermanas, Leucosia, Ligea y Parténope,  sirenas hijas de la ninfa y musa Calíopela de la bella voz– don que heredaron de su madre y, cerca de unos arrecifes, cantaban seductoras melodías que hacían perder los puntos cardinales a los marineros que por allí pasaban, pereciendo en los arrecifes.  Intentaron camelar a Ulises con bellas canciones de amor cuando volvía para reencontrarse con su esposa Penélope, que tejía y tejía para frenar a los moscones que la importunaban, según cuentan la mayoría de las leyendas.  Ulises aguantó el envite de las sirenas porque, aleccionado por la bruja Circe, pidió a sus colegas que le ataran bien atado al palo mayor de la barca, pues no quería dejar de oír las arrebatadoras melodías de las tres sirenas. El obligó a sus marineros a ponerse taponcillos de cera en los oídos para no ser hechizados por las sirenas que, después del fracaso de sus cantos, se ahogaron de pena y rabieta, porque ellas, como sirenas que eran, debían nadar muy bien…  No me canso de admirar la belleza de una religión con dioses, semidioses y humanos aspirantes a la deidad, a los que les pasaban cosas tan alucinantes y la imaginación desbordante de aquellos antiguos mediterráneos que bordaron semejantes aventuras para que perduraran en múltiples culturas durante los siglos de los siglos .

El descanso del guerrero:  Macho de Anax parthenope en un inusual descanso

La pequeña sirena es una libélula muy hermosa, una de esas brujas Anax que vuelan incansables, pero alguna vez,  mayormente por razones de amor  -¡Ah, l’amour!, que decía Ninette–  hacen un alto en su vuelo y esperan la llegada de sus parejas o descansan de sus lances de amor con ellas.  En esos momentos es cuando les puedes hacer una foto, si has tenido la suerte de estar cerca.  C’est la vie, mon ami

Pero, con esa forma tan suya que tienen los Odonatos de enredarse en vuelo, los lances de amor acaban amerizando en algunas ramas de la charca cercana, para completar la función reproductora,  o en algunas ramas cercanas a la charca, por imprevistos de un vuelo alterado por las circunstancias.

Vuelo interrumpido: pareja de Anax parthenope encajadas entre dos frutos de adelfa

A pesar de su pericia en esos lances, normalmente bien resueltos después de una evolución de muchos millones de años  -250 dicen los sabios- , en el caso de las brujas Anax los lances dejan una impronta en la parte posterior de los ojos de la hembra, unas pequeñas marcas resultantes del roce, el apoyo o la presión que hacen en ellos las aristas de los apéndices del abdomen del macho que hace el agarre per collum, o sea, por el cuello o el cogote.
 

Marcas  post-tandem en la parte posterior de los ojos de una Anax imperator  (Corbet, 1957)

Eso, supongo, dañará la visión de los omatidios afectados por las marcas pero, habida cuenta del elevado número de omatidios que tienen las Anax en sus enormes ojos compuestos, probablemente tenga un efecto mínimo en la visión del individuo marcado. Y digo individuo, en el más amplio sentido de la especie, porque tales marcas se han encontrado tanto en machos como en hembras, como explica en sus libros Philip S. Corbet, entomólogo de reconocido y merecido prestigio y profundo conocedor de las libélulas. Al parecer, según Corbet y sus colegas, no siempre aciertan los machos Anax a distinguir si el individuo al que quieren hacer la presa per collum es un macho o una hembra. A saber si eso no provoca una efecto de aprendizaje en su proceso de evolución, una especie de  la próxima vez, cuando seas tú el de arriba, ten más cuidado que mira lo que pasa…
 

Hembra de Anax parthenope depositando huevos en un soporte típico de sus puestas

En el proceso de puesta en el agua de los huevos fecundados, es normal que los machos de Anax parthenope mantengan agarrada a la hembra, pero el efecto de la cópula parece ser mucho más duradero y, según referencias citadas por Corbet, hay hembras que continúan haciendo puestas varios días después de la cópula y, aún más, que la mayoría de las oviposiciones observadas no estaban inmediatamente precedidas por una cópula.  Juzgue el lector acerca de la eficiencia del proceso reproductivo y de quién lo hace mejor, si la hembra multiponedora o el macho unicopulador.

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La bruja Anax

Posted by Pele Camacho en 12 octubre, 2010

Es la más grande y la más impresionante de esas brujitas que parecen haber perdido sus caperuzas mientras vuelan con las patorras encogidas, como agarradas a los palos multicolores de sus escobas… Ésta es la «emperatriz» de todas las brujitas ibéricas: la bruja Anax imperator, tan grande como bella.

Va y viene sin parar, apenas la puedes seguir para apuntarle, la pierdes de vista, pero vuelve una y otra vez y tú aprietas el disparador con más fuerza que fe, intentas hacerle fotos pero…

Anax imparator, macho, patrullando como acostumbran

¿Qué puedes hacer cuando la bruja patrullea sin parar? En esas condiciones parece que tu visión de observador medio mareado, la rotación de la Tierra y todas las demás cosas que están por ahí dando vueltas influyen en las fotos y eso es lo que hay.

Cansado de intentarlo, dejas de apuntarle para admirar su acrobacia, su dominio del aire; la ves patrullar incansable, rítmica, como en un rápido movimiento perpetuo que me recuerda a este, de apenas 3 minutos:

Genio y figura de un maestro de leyenda: www.youtube_ Movimiento perpetuo

Y, de pronto…, de pronto hace un quiebro raro, empieza a volar distinto y se posa… ¡¡¡ se posa !!!, lejos, donde apenas la puedes ver, te acercas como puedes y… y ves que no está sola, que lleva agarrada una tierna y temblona Sympetrum fonscolombii, un “cucuruchito”, como dice el amigo Iñaki, al que le va cantidá el gore libelulero.

El «emperador de las brujas» y su «cucuruchito»: ha enganchado, al vuelo, una hembrita de Sympetrum fonscolombii

Como el cucuruchito era grande y el posadero incómodo, se cambió un par de veces y, con eso de “el que la sigue la consigue”, le hice varias fotos pero en ninguna me dejó ver mejor su “cucuruchito” y, aunque en alguna se viera más, no se veían mejor los azules turquesa del emperador de las brujas sin caperuza, algo muy especial que, difícilmente, se deja fotografiar muy pocos días.

En una pose más cómoda, para ella y para el fotógrafo, el «emperador» prosigue en su almuerzo

Las fotos fueron hechas cerca de unas charcas malagueñas, el 2 de Octubre de 2010, con la buena compañía del amigo Manuel, al que le gusta ver libélulas y otras brujitas malagueñas.

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Terrible, pero no siempre…

Posted by Pele Camacho en 8 octubre, 2010

La Orthetrum trinacria tiene fama de ser una criatura voraz y a ello, posiblemente, coopere su aspecto un tanto tétrico, como una daga de espadachín, o incluso de espadachín, envuelto en atuendo negro, cual capitán pirata o pistolero de leyenda, que aguardara escondido a la incauta víctima inocente que pasará  por allí sin haberlo visto.

Coenagrium scitulum, macho, posando impunemente delante de un Orthetrum trinacria macho

Durante un tiempo suficientemente largo, estuve esperando captar  la “tragedia” de un momento a otro, pero no llegó.  El Coenagrium scitulum, con su vuelo suave, hizo unas cuantas poses y espantadas, lo mismo que hizo el Orthetrum trinacria, pero en ningún momento vi una intención agresiva.  Se ignoraron olímpicamente.

Crocothemis erythraea, macho, tranquilo ante la mirada de dudosa intención del Orthetrum trinacria

Hasta el momento en que el hambre apremia, parece haber sitio para todos,  “Tóo er mundo e’ güeno…”  y, hasta rojos y azules, a diferencia de sus imágenes de homasapiens ibéricos,  parecen vivir en armonía.

En la naturaleza  -salvo en la del homosapiens–  rara vez se usan los recursos “porque sí”; porque en la naturaleza existe el “ocio”, pero no el “negocio”, y lo que a vista de homosapiens podría ser considerado como una oportunidad de negocio o un placer gastronómico gratuito, para un depredador natural no pasa de ser un “elemento observable” que solo excita sus feroces instintos si sus necesidades lo requieren para vivir.

Atrevimiento y displicencia

Pero cuando el instinto dice “aquí estoy yo”, ese mundo de paz franciscana se transforma en algo terrible, casi diabólico, donde todo vale y donde la realidad supera a la imaginación.

Predadores y presas: algo natural para la supervivencia y el equilibrio ecológico

El ataque a la presa suele ser rápido y certero, como corresponde a unos maestros del vuelo acrobático, guiados por un sistema de visión sofisticado que les permite cazar al vuelo como si fueran las rapaces de su medio. Una vez que la presa ha caído entre las espinas de sus patas, entra en acción el sistema triturador con la fuerza de sus mandíbulas de Odonato.  Los ojos y la cabeza de la víctima serán lo primero en desaparecer. Impresionante…

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«Kim»

Posted by Pele Camacho en 3 octubre, 2010

Kim” fue una preciosa perrita boxer que regalaron a mis hijos. Le pusimos “Kim” porque sus morretes recordaron, no sabría decir cómo, a los de Kim Bassinger. Fue uno más de la familia y nos dejó recuerdos que aún perduran. Tenía carácter pero no ladraba casi nunca, salvo cuando yo regañaba a alguno de mis hijos; entonces se enfadaba conmigo y me lanzaba unos cuantos ladridos, cosa que me enfadaba a mí, ella se enfadaba aún más y, finalmente, tenía que ser yo quien cediera y la acariciara pidiéndole disculpas. Me “perdonaba” y se iba con mi hijo “regañado”, después de haber puesto paz entre nosotros.

Como en cualquier boxer, el mayor defecto de “Kim” era su forma de comer o beber. Con su narizota chata -la “trufa”- , su mandíbula prognata y su boca grandota, siempre fue un espectáculo verla engullir o tragar lo que fuera y, hasta “Marco Polo”, nuestro gato, con el que nunca se llevó mal, parecía alucinar cuando la veía beber agua haciendo un ruido increíble.

Lestes barbarus, macho maduro, en una pose típica de la familia Lestes, con alas abiertas

La criatura de esta entrada es un macho maduro de  Lestes barbarus, un “caballito del diablo” al que solo he visto una vez, allá por los confines septentrionales de la provincia de Málaga. Volaba y posaba tranquila, como hacen normalmente la mayoría de sus parientes zigópteros.

16:48:04    Hubo suerte. La merienda ha comenzado

Los odonatos, con sus morretes potentes, chatorros y mazacotes como los de un boxer,  me recuerdan a “Kim”.  La forma de devorar a sus presas, con un ansia asombrosa, como si temieran que alguien se los fuera a quitar, les da un aspecto feroz, como los de algunos seres “superiores” y, supuestamente, más inteligentes.

 
16:48:10   Progresa y engulle adecuadamente

La seguía, saltando yo entre los pedruscos del lecho de un arroyo, mientras ella parecía revolotear de manera indolente de un pincho a otro, sin que la presencia del fotógrafo pareciera importarle lo más mínimo.

16:48:20   Entró, entró… Rico, rico…, en la naturaleza no hay desperdicios

En el último salto vi que hacía un quiebro extraño, pero de nuevo posó y pude notar que movía algo su cabeza  de forma casi imperceptible.  Al buscar el plano lateral de su perfil pude ver que había pillado la pitanza de su merienda y que la engullía con fruición.


16:48:36   Otro empujoncito y… ya está

Desde la primera a la última foto que hice de su merienda  transcurrieron menos de 50 segundos.  Mi  atención concentrada en ella, como un “Marco Polo” cualquiera, saltaba de observar fascinado su monótona voracidad a mantener el plano de enfoque.  Un episodio alucinante, natural y brutal como cualquier cacería de la sabana africana, aunque el “agente” protagonista aquí, el Lestes barbarus, no llega a los 50mm.

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