Para los rockeros de los 70’s, «Popotitos» fue una canción que enganchó, quizás tanto por su nombre como por su ritmo, figurando en el repertorio de famosos rockeros celtibéricos e hispanoamericanos. La protagonista, Popotitos, tenía unas piernas flacas -unas patitas, vamos- como un par de palillitos o carricitos en la letra del cancionero americano, y la canción salía de la gracia de aquellas piernas bailonas.
Como si de una Popotitos se tratara, todos los nombres de la Platycnemis latipes (Rambur, 1842) cantan o hacen referencia a sus patitas blancas, incluso los nombres populares o vernáculos: Caballito patiblanco, en castellano, Pale White-legged Damselfly o White featherleg en inglés, Agrion blanchâtre en francés, Weiße Federlibelle en alemán… vienen a fijarse y coincidir en las patitas apuntando especialmente a su color casi blanco, cosa lógica, porque no es frecuente el color blanco -casi blanco- en las libélulas, ni tampoco la forma de las tibias o pantorrillas del 2º y 3er par de patas, lanceoladas y anchas -pues eso es lo que significa Platycnemis, tibias o pantorrillas anchas- , además, están erizadas de abundantes espinas que les dan aspecto de plumas -¿?-, según indican esos nombres que les pusieron los que tal cosa imaginaron. Sin duda, las patitas de las Platycnemis tienen un encanto, una personalidad especial…
Macho de Platycnemis latipes (Rambur, 1842), al solecito
(Picar en las imágenes para verlas con más resolución)
Como todos los zigópteros, en general, las Platycnemis son muy esbeltas, aunque tal vez su delgado abdomen y su longitud de unos 35 mm., algo por encima de la media de zigópteros, le dan un aspecto peculiar. Les gusta posar al solecito y, aunque su cuerpo no tiene zonas brillantes, su color blanco mate, como de cerámica, refleja la luz de forma tal que hace difícil conseguir buenas fotos de ellas, porque los blancos suelen salir “saturados”, que equivale a decir “quemados”, o con falta de las escasas tonalidades azuladas que se aprecian en el exoesqueleto de los machos, a tono con el color de sus ojos.
Hembra de Platycnemis latipes, con tonos anaranjados que indican su madurez
Las hembras de Platycnemis son algo menos esbeltas que los machos, un pelín más feúchas que ellos -diría yo- blanquecinas, pero con unos tonos terroso-anaranjados que aumentan a medida que van madurando y poniéndose más guapas, diría yo, también.
¿Cuál de los dos cooperó en mayor grado para que el enganche fuera exitoso?
En cuanto a sus comportamientos en pareja, las Platycnemis no desmerecen de otros odonatos y tienen esa increíble capacidad de agarrarse en vuelo, ya sea por habilidad, o puntería, de los machos al abrir y cerrar sus elementos de agarre –apéndices anales o cercoides– o de las hembras, a las que supongo, tal vez, más mérito en la precisión del agarre, ya que sus ojos quedan mucho más cerca de la zona del enganche, y por tanto, de posicionar o acercar su pronoto -protuberancia tras el cogote- de forma que los cercoides del macho acierten en su intento de enganche “a ciegas”.
Una fase intermedia de colocación, iniciada por el macho, que permite ver la forma de las pantorrillas
Después de hacer ese simpático numerito con figura de corazón, es típico verlas en tándem a la hora de hacer las puestas, quedando el macho erguido mientras sujeta por el pronoto a la hembra ponedora, que sumerge en el agua el extremo de su abdomen mientras oviposita u ovoposita, pero de esas escenas aún no he conseguido una foto medio-presentable…
Fase final, corazoncito a media luz (¡Flashes no, por favor!)
Tanto ovopositar como ovipositar deben ser palabras bárbaras –barbarismos– que la RAE desconoce o desprecia, y que los bárbaros entomólogos usan a su aire, con poco miramiento, como ovopositor u ovipositor, los supuestos órganos con los que se llevan a cabo las correspondientes acciones de puesta de huevos. Algún día, posiblemente, sabremos cual es la más adecuada para escribirla sin que el corrector ortográfico nos la subraye de rojo, pero mientras tanto, no debemos ponernos rojos porque pasen cosas así…