Sorpresas y paisajes

Fotografías de lo que veo por esos campos…

Archive for the ‘Odonatos’ Category

Ponerse coloradas

Posted by Pele Camacho en 26 septiembre, 2016

Hace pocas semanas, mientras miraba y enfocaba algunos bishos que muestro más abajo, recordé una cancioncilla pegadiza y marchosona que, hace ya unos pocos años, con cimbreos y acordes andalusíes, media docena de danzarinas requeterepetían en la tele:

“…aunque parezca mentira 
me pongo colorada cuando me miras
me pongo colorada cuando me miras
me pongo coloraaaaada”

(puedes requeteescuchar la cancioncilla si requetepicas →«aquí» )

Ponerse colorao  como un tomate”, ruborizarse, es algo que pasa a personas vergonzosas, pero el colorao desaparece pronto, como si fuera mentira, y poco después de parecer un piel roja vuelven a tener el rostro pálido. Todo lo contrario pasa en algunas libélulas que “se ponen coloradas” de manera permanente porque, marchosas ellas y amantes del sol, consiguen cambios de color por la pruina que generan sus cuerpos con la calor, como una capa protectora que progresa adecuadamente y les dura hasta el fin de sus días. De la pruina trataba la entrada  “Pruina y pruinosos”picar para ver– que ahí se enlaza por si fuera de interés.

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Macho recental de Trithemis kirbyi- Selys 1891, con pálida cutícula sin mancha de rojo alguno

La mayoría de los odonatos emergen de su fase de ninfas con una cutícula de un lustroso color marfileño y algo reluciente, como el que muestra la foto de ese recental de Trithemis kirbyi – Selys 1891 .  A las pocas semanas de eclosionar rompiendo la cutícula de sus larvas,  según la especie y el sexo, evolucionan hacia unos colores céreos que varían en tono e intensidad, según su edad y el tiempo que han pasado al sol.

Generalmente, con su continuo “patrulleo” en busca de comida y pareja, los machos están al sol mucho más tiempo que las hembras y, en consecuencia, necesitan una mayor protección solar que ellas. A lo largo de millones de años, la evolución les ha dotado de un mecanismo de autogeneración de la pruina, una capa polivalente que actúa como filtro solar con el factor de protección adecuado. El color de la pruina varía de unas especies a otras, pero en esta entrada elegí como fundamental el rojo-colorado, para ser coherente con la canción y el título.

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Un adulto colorado de Trithemis kirbyi – Selys 1891: un color conseguido con mucha calor

Para ver lo que supone “ponerse colorada”, se pueden comparar las fases de adulto y recental de un macho de la libélula Trithemis kirbyi – Selys 1891: lo único que casi no ha cambiado de una etapa a la siguiente es el color casi negro de los pterostigmas, la forma de las celdillas de sus alas y las posiciones de las manchas ambarinas de las bases alares que, junto con las venas frontales, también han evolucionado hacia colorados más intensos.

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Macho recental de Crocothemis erythraea – Brullé 1832, con muy pocos días de vuelo

Quizás el enrojecimiento más brutal en la familia Libellulidae o de los libelúlidos, es el que se observa en los machos de Crocothemis erythraea – Brullé 1832.  Sus recentales, a los que no es fácil ver ni distinguir de las hembras jóvenes por el color,  son también de tonos marfileños que se van poniendo acaramelados a los pocos días de vuelo, pero se ponen rojos hasta los ojos al completar la fase de adulto, como muestra la foto de abajo. Parece que mientras son jóvenes suelen estar lejos de los adultos: no se les ve cerca de las charcas donde revolotean los veteranos.

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Macho adulto de Crocothemis erythraea – Brullé 1832, un veterano con muchas horas de vuelo

Entre las hembras de los odonatos no hay muchas que se “pruinicen” poniéndose coloradas, pero siempre hay excepciones, por ejemplo, en algunas especies de zigópteros  -caballitos- hay hembras que tienen trazos de algún color que les hace parecerse a los machos de su especie y, por eso, se las denomina andromorfas, es decir, con aspecto de machos. En relación a formas, colores y comportamientos, entre las hembras de Homo sapiens con rostro pálido también hay excepciones: algunas nunca se ponen coloradas como dice la cancioncilla ut supra, ni aunque a veces se “pongan de rojo” con chaqueta, falda, bolso… posiblemente, porque no son vergonzosas y, por eso, como no tienen vergüenza, el rubor no va con ellas. Son criaturas excepcionales en muchas cosas y casos.

Como en el orden de los odonatos los hay de muchos colores, también hay especies que de jovencitos son casi blancos y de adultos se ponen verdes. Un ejemplo está en el caballito Lestes viridis – Vander Linden 1825, quizás uno de los caballitos más grandes dentro de ese suborden con reminiscencias hípicas poco justificadas.

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Hembra jovencísima de Lestes viridis – Vander Linden 1825, apenas una hora después de eclosionar su ninfa-madre

La pruina es de tonos céreos en muchas especies, pero también hay ejemplos suficientes en los que muestran un brillo metálico que -no me extrañaría- puede suponer una reflexión de la luz y la calor solar que los ilumina, abrillanta y acalora. Desconozco si hay estudios que hayan analizado cómo puede disminuir la temperatura de tejidos anatómicos subyacentes, recubiertos por una pruina metalizada o por otra cérea de igual espesor y densidad. Yo los hubiera hecho, desde luego, pero dejando aparte tendencias científicas frustradas, en la foto siguiente se muestra una hembra madura de Lestes viridis, con su impresionante y resplandeciente verde metalizado. Por cierto, es otro ejemplo más, como aquellos de la reciente entrada “Una de caballitos”, donde se puede ver que muchos zigópteros posan con las alas separadas del cuerpo, pero casi siempre juntitas. Excepciones aparte, claro.

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Hembra madura de  Lestes viridis – Vander Linden ,1832,  vestida de verde y oro, con finura y elegancia torera

Recordando otros ambientes y colores, me viene a la memoria cierta clase -que algunas tribus llaman “casta”- de la especie Homo sapiens, que suelen pasar la mayor parte de su tiempo remunerado en “poner verdes” a otros de su clase y condición, citando operaciones que van desde el “blanqueo” hasta otras que suponen operar en o con algo “black” -o sea, negro – referencias, en fin, que a la mayoría de los «paganos» que les remuneran para parlotear menos y trabajar más, les supondrían cambios de coloración, por palidez o rubor. Pero todas esas clases, castas, clanes, tribus o lo que sean, como mucho, muestran algún tic nervioso de párpados, labios, dedos, piernas…, pero casi nunca rubor. Será porque tienen tan poca vergüenza como ganas y capacidad para trabajar en lo que deberían, supongo yo.  Pero esas son otras historias para “alucinar en colores”.

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Casi sin papeles

Posted by Pele Camacho en 19 septiembre, 2016

Podría decirse que la protagonista de hoy, la  Aeshna affinis – Vander Linden, 1820, vuela por ahí casi «como sin papeles”.  El nombre del género Aeshna, puesto en 1775 por el naturalista danés Johan Christian Fabricius (1745-1808), tiene un origen desconocido, como si Fabricius o alguien posterior hubiera «perdido los papeles» descriptores  donde estarían los motivos o razones para ese nombre del género, del que derivaría el de la familia Aeshnidae, o de los ésnidos,  definido por J.P. Rambur en 1842. Quizás el eslabón perdido lo fue por la juventud de Fabricius en 1775, porque se conservan como joyas otros muchos documentos suyos posteriores, como el que definió el orden de los odonatos en 1793.

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Un macho de Aeshna affinis, descansando, por fin…

Algunos investigadores modernos dicen que Aeshna podría derivar de una fusión de dos palabras griegas  –α, prefijo privativo y ισχνós, extenuado, cansado- con el significado final de “incansable”, un adjetivo que encaja perfectamente con su vuelo patrullador y cansa-fotógrafos.

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Macho de Aeshna affinis, patrullando y retando a fotógrafos 

Y con respecto al nombre específico de “affinis”, no puede decirse que Vander Linden estuviese muy inspirado para nominar su Aeshna cuando dijo para ella que era “afín”, o sea, “parecida” a la Aeshna mixta -Latreille, 1805. Si el parecido es en las características comunes, todas las especies de Aeshna serían affinis, pero quizás Vander Linden desconocía en 1820 que había otras Aeshnas identificadas con anterioridad a su affinis  y todas ellas tienen rasgos específicos suficientemente diferentes, o sea, que el «papel» descriptor de affinis, como irrelevante o inútil; miren, si no, la foto siguiente de un macho de Aeshna mixta, en su pose característica como colgando de la ramita que le vino bien.

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Macho adulto de Aeshna mixta-Latreille 1805, en una pose típica de esta especie

Solamente hay cinco Aeshnas celtibéricas, pero con una distribución geográfica muy irregular: únicamente la Aeshna mixta tiene cobertura peninsular; la Aeshna affinis ha sido vista mayormente en la mitad norte, en zonas disjuntas y, ocasionalmente, algún fotógrafo ha tenido la suerte de verla por Despeñaperros el pasado Julio.

Para no entrar en las “afinidades” mixta-affinis,  yo resaltaría una diferencia que pude constatar: los machos de Aeshna affinis retienen a sus parejas de cópula hasta que efectúan la oviposición, mientras que las hembras de otras Aeshnas realizan las puestas aisladamente, según afirman los expertos y observadores, es decir, sus machos se desentienden de ellas después de la fecundación.

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Pareja de Aeshna affinis, en descanso post-fecundación, pendientes de oviposición

En la foto anterior puede verse, con un pequeño esfuerzo, el detalle de la pinza que montan los cercoides del macho para agarrar la cabeza de la hembra: el cercoide central que se observa en la primera foto -llamado lámina supraanal-  se sitúa entre los ojos de la hembra sujetando por delante, mientras los cercoides laterales, también llamados apéndices anales superiores, sujetan por detrás de los ojos haciendo una pinza de precisión que, normalmente, no daña los ojos de la hembra.

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Volando hacia atrás, en un intento de desenganche con más fuerza que éxito

Pero una cosa es que la presa ocular no dañe los ojos -que alguna vez, sí- y otra que sea cómoda para ellas porque, a veces, se ve como ellas intentan desengancharse volando y tirando hacia atrás, doblando el abdomen del macho pero no su voluntad de mantener el tándem. Después de ver la duración de tales agarres «oculo-occipitales» y sus arrastres en vuelos supuestamente sincronizados, no extraña que sea difícil ver hembras a su libre albedrío: posiblemente, se esconden y sólo salen para comer o por el puro instinto de perpetuar la especie, porque en aquel arroyo solo eran visibles machos patrullando o parejas con hembra prisionera.

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Una de caballitos

Posted by Pele Camacho en 12 septiembre, 2016

Caballitos del diablo, un apelativo cuyo origen no he sabido o podido encontrar. Debió ser idea -imagino yo-  de un personaje medieval, quizás un fraile aficionado a los bishos y con cierto temor al “más allá” donde diablos con cuernos y cola puntiaguda aguardan a mortales pecadores.

Podría haber titulado “Una de zigópteros”, nombre que acuñó Selys de Longchamp en 1854 para el suborden de los odonatos que posan “con las alas juntas”, pero las modelos de esta entrada no posan así, aunque son “zigópteros” por otras razones. Y tampoco me pareció apropiado traducir los vocablos “damselflies” o “demoiselles” que usan angloparlantes y francoparlantes para referirse a las especies del suborden citado, porque “Una de señoritas” podría tener interpretaciones sesgadas. Y así quedó el título en “caballitos”, sin ese diablo inventado por algunos antecesores de los que hoy dicen que el maligno no existe.

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Pareja de Lestes dryas en equilibrio digital

A la vista del tamaño y esbeltez de la pareja que se muestra en el soporte “digital” de la foto anterior, no me parecen desafortunados los apelativos ingleses y franceses: no se puede negar la elegancia y fino talle de las protagonistas, capaces de contorsionarse en una postura que solo podrían emular practicantes de gimnasias olímpicas.

La especie Lestes dryasKirby 1890 no es muy frecuente por debajo de los Pirineos, y menos aún por debajo de Despeñaperros, donde el pasado Julio fueron avistadas las que se muestran en esta entrada. Son escasas las citas de la especie por aquí abajo, pero haberlas, haylas.

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Macho de Lestes dryas entre juncos

Como en otras muchas especies de odonatos, los machos de Lestes dryas son más espectaculares y llamativos que las hembras: sus ojos azules resaltan en las zonas umbrosas donde suelen volar y posarse sigilosamente entre hierbas bajas y juncos de ribera, retando al fotógrafo a enfoques, ajustes y contorsiones que hubieran sido más fáciles al sol.

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Hembra de Lestes dryas  haciendo ejercicio de barra en junco

Si las hembras de Lestes no son más escasas que los machos lo aparentan, porque están ocultas y dan la impresión de que solo se levantan con la presencias de machos o fotógrafos inoportunos. No tienen rasgos identificadores que permita diferenciarlas a simple vista de las hembras de otras especies de Léstidos de tamaño similar;  o quizás sea la falta de experiencia de algún fotógrafo por la escasez de encuentros con ellas.

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Hembra de Lestes barbarus

No es raro que después de un safari fotero, al intentar separar y clasificar las fotos nos cuelen algún gol por las escasas diferencias que comentaba antes. Cuando aparece una especie que era minoritaria donde otras fueron las protagonistas, es fácil llevarla a la misma carpeta y, casualmente, encontrarla por algún rasgo que resalta en la pantalla del ordenata y que apenas era observable entre hierbas y sombras. En este caso, el aviso lo dieron los pterostigmas, esas “manchas alares” situadas casi en las puntas de las alas. Observen las diferencias entre los pterostigmas de la Lestes barbarus con las de las Lestes dryas.

Los pterostigmas, según concluyen algunos investigadores, tienen una función estabilizadora del vuelo en determinadas condiciones: son celdillas que, aparte del color, tienen un espesor y peso diferente de otras celdillas del ala. Parece que actúan como contrapesos estabilizadores y, aunque sea difícil de imaginar, ayuda ver ejemplos como las pastillas de plomo que se fijan en las llantas de los coches para evitar vibraciones a cierta velocidad. Otro ejemplo menos conocido son los contrapesos de uranio empobrecido que llevaban -no sé si aún los llevan- en algunas partes móviles de las alas y colas de aviones como el Jumbo 747, o para evitar vibraciones de flaps, slats o alerones a las velocidades de vuelo de esas fortalezas voladoras. Se supo de esos trozos de Uranio 238 -70% más denso que el plomo- al encontrarlos  entre los restos de varios accidentes de Jumbos. Pero esas son otras historias.

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Imaginando conocimientos

Posted by Pele Camacho en 5 diciembre, 2014

“La imaginación es más importante que el conocimiento”, dijo Albert Einstein en una extensa entrevista que le hicieron en 1929. El sentido de la frase tiene que ver con hipótesis científicas pendientes de demostrarse con hechos, pero que pueden establecer bases para el avance del conocimiento en áreas donde solo es posible hacer conjeturas.  Einstein publicó su famosa Teoría de la relatividad en 1915 y algunos consideraron entonces que era una hipótesis con riesgo de ser errónea. Fue galardonado con el premio Nobel de Física en 1921, pero no por su Teoría de la relatividad, sino por sus aportaciones científicas sobre la luz, los fotones y  la fotoelectricidad.  La luz es el estímulo funcional de los sistemas de visión biológica y, también, de los modernos sistemas de visión artificial y de energía fotovoltaica, que no son poca cosa…

Entre los sistemas de visión biológica, algunos destacan por su sensibilidad, otros por su agudeza o su capacidad adaptativa  y otros, simplemente, por su llamativa estructura, como aquella de los ojos compuestos de muchos insectos y, particularmente, los espectaculares ojos de los odonatos, pero… ¿cómo ven o qué ven los odonatos?  Esas son preguntas de muy difícil respuesta aún después de muchos estudios, pero cabe hacer hipótesis.

IMGP0903_1200_811KNVista superior de los ojos, vertex y ocelos de una hembra de Trithemis annulata

(Picar en las imágenes para verlas con más resolución)

Además de los enormes ojos compuestos, los odonatos disponen de tres ocelos mucho más pequeños que delimitan una especie de triángulo frontal prominente conocido como vertex; dos ocelos están en los extremos laterales del vertex, como mirando hacia los lados, mientras un ocelo frontal, anterior o algo más adelantado, apunta hacia delante; parece como si la prominencia del vertex -o el relativo hundimiento de los ocelos- sirviera para evitar luces de zonas fuera del área de visión del ocelo respectivo. Desde hace más de un siglo, el estudio de los ocelos reveló que tienen, básicamente, una especie de lente corneal y una retina formada por células visuales que conectan con un nervio óptico ocelar. Las características de esas lentes corneales y las distancias a sus retinas indican que los objetos visibles por los ocelos deben estar muy próximos, apenas un par de centímetros. Sin embargo, hay disparidad de opiniones -hipótesis- acerca de cuál es la función o funciones que tienen los ocelos en la vida de los odonatos.

IMGP2026_1200_1056KNOjo compuesto de Anax parthenope, con casi 30.000 omatidios

En la entrada “Ojo, que la vista engaña”picar para ver– presenté una descripción simple de la estructura de los omatidios y su disposición o apilamiento en un ojo compuesto.  Los omatidios no tienen una estructura muscular que permita ensanchar o contraer los conos ópticos -equivalentes a los cristalinos– que contienen; puede decirse que cada omatidio tiene una lente con distancia focal fija, sin ninguna capacidad de acomodación; supondría una complejidad enorme acomodar elementos con focales variables en los más de 25.000 omatidios que, como promedio aproximado, tienen los ojos de las libélulas y, además, sería una función casi inútil por el rápido cambio de posición y distancias a objetos durante el vuelo.

IMGP1837_1200_840KNVista frontal de los ojos y ocelos de un macho adulto de Trithemis annulata

La percepción de movimientos lejanos parece ser la principal función de los ojos compuestos. Se ha comprobado que algunas libélulas se espantan al agitar objetos distantes más de diez metros. Sin embargo, las mismas especies tienden a permanecer quietas si se hace una aproximación hacia ellas -mejor por detrás- sin movimientos bruscos, lo que indica que su forma de visión es más sensible o detecta mejor el movimiento que las formas. Estos conceptos de detección, percepción y reacción solapan las funciones del sistema óptico y las del cerebro: las libélulas, como la mayoría de los animales, reaccionan por instintos de defensa o ataque cuyos mecanismos de disparo se desconocen. El funcionamiento del cerebro sigue siendo la gran incógnita del reino animal, con muchas más hipótesis que conocimientos.

IMGP3093_1200_937KNVista lateral del ojo compuesto de un macho inmaduro de Sympetrum fonscolombii

Los fotorreceptores retinales convierten la luz en impulsos eléctricos que se envían al cerebro a través de los nervios ópticos. La conversión se realiza por un proceso químico que se inicia en las opsinas, unas macromoléculas fotosensibles a distintas longitudes de las ondas luminosas: parece que en el ojo humano hay opsinas sensibles a la gama de radiaciones azules, verdes y rojas, es decir, a las “radiaciones visibles”; sin embargo, algunos investigadores concluyeron -vía hipótesis- que los ojos compuestos de algunos odonatos tienen zonas sensibles a radiaciones ultravioletas e, incluso, sensibilidad a la polarización de la luz, una propiedad de la luz y concepto físico evidente cuando se usan gafas polarizadas, por ejemplo. Pero no está claro qué utilidad tiene o puede tener esa detección de la polarización de la luz en la vida de los odonatos.  Parece más claro, sin embargo, al observar las diferencias en el aspecto de las facetas y zonas de un ojo compuesto que, probablemente, cada zona tenga una capacidad de visión especial, es decir, que sea responsable de una particular función visual con un propósito específico.IMGP2776_1200_887KNNFacetas superiores del ojo compuesto de un macho joven de Trithemis annulata

En cuanto a la forma de visión del ojo compuesto existen dos teorías fundamentales: una es la de Visión en mosaico, que supone que la parte fotosensible del omatidio está solamente en su extremo final, donde proyecta lo que el cono óptico ve en el estrecho campo visual frente a él. Esto supone que la visión del ojo compuesto proyecta la escena que observa en una especie de mosaico con tantos puntos sensibles como omatidios integran el ojo compuesto. Con esta teoría de “aposición”, la imagen que se llevaría al cerebro recuerda al mosaico de píxeles de una cámara fotográfica y, sin entrar en detalles complejos de percepción, se adapta bien a experiencias para detección de movimientos rápidos. La otra teoría, conocida como Visión dióptrica, supone que el omatidio es sensible en toda su longitud posterior a la lente corneal y que, como consecuencia, recoge luz con un ángulo de visión más ancho que el supuesto en la teoría del mosaico y hace «superposición» de los campos visuales de omatidios adyacentes, creando en la retina una imagen continua, sin el efecto de imagen pixelada que implica la teoría del mosaico, aunque algo menos nítida por efecto de la superposición.

IMGP0164_1200_1147KNVista lateral del ojo compuesto de una hembra joven de Orthetrum cancellatum

¿Qué teoría sobre la visión con ojos compuestos es más verosímil?  Para dar respuesta coherente, posiblemente, hay que echar imaginación para buscar y conseguir un conocimiento mucho más ancho y profundo de la estructura funcional de los omatidios y de su conexión al cerebro…

Largos trabajos de investigación suelen preceder a los planteamientos de las hipótesis que dan lugar a los nuevos conocimientos: se puede creer o confiar en la intuición y la inspiración -como también decía Einstein- pero no es fácil que solo con ellas surjan ideas útiles.   Algunos ministros y ministras irresponsables pasan de estos asuntos con poca intuición y menos imaginación… ¡qué error y qué coste!

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Protocolos de mojaculos

Posted by Pele Camacho en 14 octubre, 2014

Odonata es el nombre científico acuñado por Johan Christian Fabricius (1745-1808) al final del siglo XVIII para el “orden” que, dentro de la “clase” Insecta, engloba a libélulas y caballitos, nombres vernáculos ampliamente aceptados que surgieron por asociaciones de ideas con raíces muy antiguas. Aún así, es posible que haya sitios cercanos donde no sepan qué es “un caballito” ni, tal vez, qué es “una libélula”, pero tendrán otros nombres vernáculos para referirse a esos llamativos animalejos que son acuáticos en la mayor parte de sus vidas: frente a  las pocas semanas -pocos meses, como mucho- que dura su vida aérea como adultos o imagos, las primeras etapas de sus vidas son acuáticas y comienzan con la puesta de huevos u oviposición que, salvo escasas excepciones, las hembras de los odonatos llevan a cabo en medio acuático o muy cerca de él (*).

IMGP3867_1200_877KNUna pareja de Platycnemis acutipennis, iniciando una nueva generación

Frente a los nombres científicos de la nomenclatura binomial, utilizados en la ordenación o clasificación biológica de las especies, algunos nombres vernáculos son apelativos de rango corto y su significado suele perderse poco más allá de la zona donde surgieron. Son nombres antiguos, casi motes o apodos, transmitidos “localmente” de generación en generación y, solamente aquellos “mejor puestos”, los que casi no necesitan explicación, llegan a sobrepasar los límites geográficos del lugar donde surgieron. Este es el caso de “mojaculos”, un nombre poco científico que quizás usted conozca y, probablemente, bastante más antiguo que el de Odonata, además de ser mucho más comprensible y comunicativo.

IMGP3791_1200_1223KNUna pareja de Sympetrum fonscolombii, mostrando la presa inicial del protocolo reproductor

En el reino Animalia, término que acuñó Carlos Linneo (1707-1778) -maestro de Fabricius- para englobar a todos los animales, no hay ningún orden con especies dotadas de genitalias secundarias como las que tienen y usan los machos de odonatos. Como consecuencia de ello, el protocolo reproductor de los odonatos es único en la naturaleza y se desconoce completamente su evolución; es un “completo misterio”, como decía R.J. Tillyard , el gran experto en odonatos, en su obra “The Biology of Dragonflies”.

IMGP0967_1200_1219KNEl “tándem” exclusivo del Orden Odonata, mostrado con una pareja de Sympetrum fonscolombii

Pero, aunque todos los odonatos hacen ese peculiar “tándem copulativo”, no es única la forma de llevar a cabo las puestas de huevos: unas son endofíticas, es decir, los huevos se insertan en el tejido vegetal de algunas plantas, otras son epifíticas, y ponen los huevos en la superficie de plantas acuáticas y, finalmente, las exofíticas depositan los huevos en la tierra o el agua.

IMGP2011_1200_1398KNRefracción y reflexión de la luz, con una pareja de Anax parthenope, haciendo una puesta con presa

Las puestas más vistosas y espectaculares son, sin duda, las acuáticas: en algunas especies, el macho suele sujetar a la hembra hasta que deposita los huevos fecundados, evitando que otro macho haga tándem con ella y anule la fecundación anterior. Hay especies que hacen puestas en estado de reposo que, todo sea dicho, favorece la tarea de apunte y enfoque fotográfico…

IMGP2553_1200_802KNPareja de Sympetrum fonscolombii, mojando el final del abdomen con ritmo marchoso…

Otras veces, la puesta es dinámica y la pareja vuela dando una exhibición de ritmo y una precisión con la que intentan competir algunos aficionados a la fotografía de naturaleza viva…

IMGP1370_1200_1265KNHembra de Anax imperator, haciendo una puesta tranquila

En algunas especies, la hembra sigue ovipositando después de verse libre de la presa del macho, sumergiendo su ovipositor que está pocos milímetros más arriba que su apertura anal… pero eso es un detalle accidental, aunque sea el que les da ese nombre vernáculo de “mojaculos”, bien puesto donde los haya…

(*) Después de la oviposición, en algunas especies se inicia una diapausa o retraso del desarrollo embrionario que puede durar hasta cinco meses, para adaptarse a las estaciones y a una climatología favorable. En otras especies la maduración del embrión se inicia de modo inmediato, con una duración variable de 1 a 8 semanas que determina el inicio de la fase larvaria, cuando surge la prolarva al eclosionar el huevo.  Las prolarvas de aquellas especies que hacen puestas fuera del agua, buscan inmediatamente el medio acuático para desarrollarse como larvas y evolucionar en estadios sucesivos, con más de 10 mudas de cutículas o ecdisis que permiten el crecimiento de las larvas, en periodos que van desde 1 año hasta 3 en regiones frías, con excepciones de especies polivoltinas en zonas cálidas, donde puede haber más de una generación al año.

 

 

 

 

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Angelitos negros

Posted by Pele Camacho en 21 septiembre, 2014

… Pintor de santos de alcoba 

siempre que pintas iglesias

pintas angelitos bellos

pero nunca te acordaste

de pintar un ángel negro

                                                        (De “Angelitos negros”,  Antonio Machin, 1903-1977)

En el tema de los ángeles hay algo de confusión. Parece que hubo «angeólogos» que estudiaron «la naturaleza y ordenación de los ángeles», pero no dejaron claro el aspecto o los colores de los ¿nueve? órdenes, grados o coros angélicos; de ahí, posiblemente, la polémica entre artistas del pincel y de la música. Entre los órdenes angélicos, los angeólogos establecieron que los máximos niveles jerárquicos corresponden a querubines y serafines, que yo imaginaba rubitos y pequeñines -no sé por qué, quizás por la rima- , mientras que los niveles más bajos eran los de ángeles y arcángeles, que en ciertas representaciones son suficientemente corpulentos como para blandir espadas e imponer su autoridad angelical a los humanos o a otros ángeles malos  -también llamados “ángeles caídos”- que algunos artistas representan en color negro o rojo y, a veces, con alas de murciélago, cuernos, tridente y cola acabada en punta de flecha, de donde, quizás, sale ese dicho de “cuando el demonio no tiene nada que hacer mata moscas con el rabo” …y como mis conocimientos de Angeología son, prácticamente, nulos, dejo aquí  esta introducción al título de esta entrada.

IMGP1956_1200_1007KNEl Orthetrum trinacria, casi negro, se dejó caer como un ángel exterminador y devoró la mosca en apenas un minuto

En algunas épocas y culturas, también las libélulas han soportado el estigma de animales malignos o demoníacos y, aunque parezcan creencias superadas, algunos restos de ellas deben quedar en los subsconscientes, si no ¿por qué se me ha ocurrido este título?…quizás porque tienen alas y porque algunas especies son negras o casi…y, tal vez, porque tienen un vuelo “diabólico”, en su sentido o acepción figurada de complejo, difícil, inimitable…mezclado con el concepto más estricto y relativo al “diablo”, el ángel caído y negro por excelencia, «achuscarrado» de estar en los infiernos por maligno… aunque ya no sé, tampoco, si esa idea del maligno terrorífico es aún mantenida por los herederos de aquellos que la crearon.

IMGP1467_1200_1131KNNegro por excelencia, un macho de Diplacodes lefebvrei, el angelito más negro de todos, en su medio preferido de hierbas acuáticas

Las Diplacodes lefebvrei (Rambur, 1842) son pequeñitas, unos 25 mm. de longitud y “negras como un zapato”, expresión cuyo origen desconozco.  El nombre genérico Diplacodes significa “con dos láminas”, en referencia a la forma de sus apéndices genitales, difícilmente apreciables en las fotos que se dejan hacer en vivo y en directo, porque parece que tuvieran sobredimensionado su aparato volador en relación al peso y dimensiones del cuerpo: su vuelo es rápido, imprevisible y, aparentemente, inagotable, como si fueran incapaces de permanecer quietas durante unos pocos segundos; me refiero a los machos, porque de las hembras apenas puedo decir que creo haber visto un par de ellas, aunque de lejos. El nombre específico “lefebvrei” es en honor del entomólogo francés Alexander Lefebvre (1797-1868).

IMGP1980_1200_1037KNDiplacodes lefebvrei jovencito, con restos de colores recentales

Otros «angelitos negros» son los machos adultos de Selysiothemis nigra (Vander Linden, 1825), pertenecientes a un género monoespecífico nombrado en honor del barón Edmond Selys de Longchamp (1813-1900), entomólogo belga que desarrolló una enorme actividad en el orden de Odonatos. El nombre especifico, nigra, justifica por sí solo parte del título de esta entrada. Es una especie atípica, al menos, en su distribución geográfica, pues está ausente en zonas próximas de características, supuestamente, muy similares a las de aquellas zonas donde se las suele ver. También cabe decir que, aparentemente, desaparece de algunas zonas por periodos de decenas de años, sin que haya hechos o circunstancias que pudieran explicar el fenómeno.

IMGP1575_1200_878KN

 La hermosa cabezota, los ojazos, de un macho adulto de Selysiothemis nigra

Parecidas, de lejos, a las Diplacodes lefebvrei, las Selysiothemis son también pequeñitas, entre 25 y 30 mm. pero tienen una característica particular: su gran cabezota, es decir, sus enormes ojos de un color granate oscuro, muy grandes en relación a su delgado cuerpo de un color azul oscuro por efecto de la pruína que suele recubrirlos, que en las hembras se queda en unos tonos pardos que solo se aprecian en días de mucha suerte fotográfica.

IMGP1851_1200_742KNMacho de Selysiothemis nigra, sobre un brote de adelfa Nerium oleander, un arbusto maligno por su toxicidad

Para terminar con algo relacionado al inicio de esta entrada, citaré un episodio que presencié, personalmente, en una pescadería  de un mercado, donde se mostraban unas magníficas japutas, un pescado sabroso de aspecto negruzco, que suscitó el interés de dos monjas que pasaban por allí y mantuvieron con el pescadero el diálogo que sigue:

  • Pónganos dos “angelitos negros”,  dijo una de ellas mientras señalaba con el dedo a las japutas
  • ¿Dos de estos? ,  dijo el pescadero con una sonrisa que no sabría calificar
  • Sí, sí… dos de esos,  afirmó la monja

Y el pescadero les vendió las dos japutas.

En fin, que el concepto de “angelitos negros” es muy amplio, incluso en ámbitos «angelicales» que yo imaginaría más exclusivos.

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Los Trinacria

Posted by Pele Camacho en 13 julio, 2014

Los Trinacria tienen algo en común con los Soprano y los Corleone: sus orígenes sicilianos, por lo menos.

Hollywood y la interné han difundido ampliamente, hasta un nivel exotérico, las historias de las dos últimas familias, pero no ha ocurrido lo mismo con la primera, aunque su nombre toponímico es tan antiguo como las culturas mediterráneas en las que surgió lo de Trinacria que, según dicen, significa “con tres esquinas o picos”, como algo triangular. Eso fue así porque, ya en aquellos tiempos remotos de hace más de veinte siglos, sin satélites ni instrumentos sofisticados, los tres cabos o abombamientos en la geografía de Sicilia fueron detectados por los navegantes de entonces: el situado al sur no tiene ciudades o parajes relevantes, pero sí los tienen el occidental, donde está Marsala -“Scallopini Marsala”-  y el oriental de Mesina, que da nombre al estrecho que la separa de Calabria, la punta de la peninsular bota italiana donde residen los calabreses, algunos de los cuales compiten con los sucesores de Sopranos y Corleones.

IMGP9771_1200_1047KNUn capo di capi: Un macho en plenas facultades

(Picar en las imágenes para verlas con más resolución)

Los trinacrias de esta entrada -a nivel odonatológico Orthetrum trinacria, (Selys, 1841)– fueron identificados por primera vez en Sicilia y de ahí les cayó el nombre que, aparte de biensonante, les da matices esotéricos más o menos creíbles. Sus tamaños destacan por encima de la media libelulera; son superestilizados, con un abdomen delgado y  largo, y unas alas que, por el contrario, son largas y relativamente anchas, lo que les confiere una capacidad de vuelo sobresaliente. En cuanto a su aspecto, sobre todo el de los machos, y el color azul oscuro de todo su cuerpo, les da un matiz algo siniestro, como de matones o de “pistoleros libeluleros”…

IMGP9744_1200_936KNUna mamma:  «Se adivina con mirarla que no la han querido bien… » (Tango porteño)

Las hembras, como en la mayoría de las especies de libelúlidos, permanecen en un “segundo plano”, apartadas de las exhibiciones de vuelo de sus machos. Son más difíciles de ver -y no digamos de fotografiar- porque apenas se las ve si no es en los momentos de cópulas o sus “desenganches”; son más claritas, tienen manchas amarillentas en sus libreas y sus ojos más glaucos, aunque no menos bellos que los impresionantes ojos azules de los machos.

IMGP8132_1200_797KN Il ragazzo:  Jovencito mostrando aún parte de sus colores marfileños

Como en casi todos los odonatos jovencitos, hembras y machos de la misma especie se parecen, dejando aparte los detalles de las genitalias secundarias -los apéndices anales– que marcan diferencias desde sus emergencias.

Y retomando aquello de los matices esotéricos de las Trinacrias, se podría empezar por el símbolo o icono –la Trinacria– que figura en la actual bandera de Sicilia: una cabeza femenina que parece ocultar un cuerpo del que surgen tres piernas que apuntan un triángulo superpuesto a los triángulos rojo y gualda de la bandera. Indudablemente, el icono tiene “gancho”, porque también figura en la bandera de la isla de Man, pero con menos gracia que en la siciliana, “como-no podía-ser-de-otra-manera”

IMGP9821_1200_1024KNOcchi sbarrati di capo:  ojos descomunales de un jefe. De su visión dependen muchas cosas…

Más allá en la simbología relacionada a “trinacrias” y triángulos, están los “ojos que todo lo ven”, donde se mezclan dioses, mitologías y sectas que la literatura esotérica ha utilizado con no poco éxito comercial, aunque con dudosa veracidad, pues por y para eso es esotérica.

IMGP9750_1200_896KNOjos glaucos de una mamma:  «Ojos claros, serenos, si de un dulce mirar…  » (Gutierre de Cetina)

Yo no sé cuánto, cómo y qué ven los ojos de los trinacria, pero cuando veo sus colores y sus facetas,  se me quedan cortas las ópticas con las que yo los miro y los guardo para recuerdo.

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Como Marcial

Posted by Pele Camacho en 29 junio, 2014

Una cosa es que me gusten los pasodobles toreros y otra sería que me gustara el espectáculo taurino que, respetando el gusto de los que sepan apreciarlo, solo me gusta en sus comienzos, cuando lo único rojo son los colores de los capotes; después me resulta difícil soportar la mezcla de sentimientos con otros rojos. Y así las cosas, al cuento de lo que va esta entrada, la letra de uno de los pasodobles más populares y escuchados en tardes de toros empieza así:

Voy a los toros

porque esta tarde Marcial torea,

que es el más grande…

 

Pues como Marcial, el maestro Marcial Lalanda, el más grande, los Anax imperator (Leach, 1815)  son los odonatos más grandes de por aquí, con alas y cuerpos de unos 8 cm. de longitud, de lo más largo que se ve en el orden Odonata y en la clase Insecta. A veces, cuando me encuentro con ellos me traen recuerdos de momentos musicales inolvidables, con personas que siempre recordaré, porque con bandurria, guitarra y voces, me enseñaron el estribillo del pasodoble que repite:

Marcial, eres el más grande…

rítmico y marchoso, pegadizo y hasta “marcial”, forzando la acepción del adjetivo e imaginando el paseillo de las cuadrillas.

IMGP8197_1200_983KNEl encuentro más frecuente con los Anax imperator

(Picar en las imágenes para verlas con más resolución)

El vuelo de los Anax imperator, por su envergadura y filigranas, es un espectáculo de acrobacia y maestría difícil de explicar: rápido, con quiebros bruscos o paradas imprevisibles y “reprises” sorprendentes, de duraciones inimaginables y desesperantes para el fotógrafo que desea llevarse el recuerdo de esos ases del vuelo acrobático. No es fácil apuntar, enfocar y disparar con resultados fotográficos medianamente presentables, pero algunas veces hay suertecilla y se quedan medio parados en el aire, décimas de segundo, y si estabas preparado y esperando, algo queda para recordar.

IMGP4527_1200_974KNOjos claros, serenos… en un descanso cercano

Pero también descansan, algunas veces en un sitio cercano y accesible al que intenta llegar el fotógrafo sin dejar de mirarlos, echando los pies a ciegas, tropezando con pedruscos y agujeros hasta llegar a ellos con el máximo sigilo que el entorno permite, para empezar a disparar 10, 20, 30 fotos… las que nos deje hacerle, desde un ángulo, desde otro que parece mejor, hasta que se cansa de descansar y se va. Se acabó la suerte y la sesión de fotos, quizás hasta el año que viene y, mientras tanto, ¿qué es de ellos y ellas?

IMGP8044_1200_1212KNPuesta de una hembra de Anax imperator: el posible comienzo de una vida

A los Anax imperator les cabe el honor de haber sido objeto de amplio estudio, por ejemplo, la publicación “The Life-History of the Emperor Dragonfly Anax Imperator”, de Philip S. Corbet, una autoridad en odonatos, con publicaciones de referencia mundial, como “Dragonflies: Behavior and Ecology of Odonata” y “A Biology of  Dragonflies”, donde también dedica muchas páginas al emperador de las libélulas. Sus vidas empiezan con una puesta de huevos en medio acuático, donde estarán hasta dos años como ninfas devoradoras de bichejos, cambiando varias veces de cutícula en procesos de muda o ecdisis, hasta que la naturaleza les pide la emergencia necesaria para salir al medio aéreo.

IMGP7572_1200_876KN Una exuvia de Anax imperator: donde terminó una vida acuática y empezó otra aérea

Como recuerdo de la vida acuática, en alguna parte queda “el último traje”, la exuvia vacía de la que salió la libélula en algún amanecer, para estar apenas un par de horas estirando sus alas, como “calentando motores”, para iniciar sus impresionantes vuelos que pueden durar hasta poco más de dos meses, una corta vida aérea si se compara con la que tuvieron en la charca donde su madre hizo la puesta.

IMGP5521_1200_1139KNEl final de una hembra de Anax imperator

En los estudios de Philip Corbet se dice que los Anax imperator tienen escasos predadores; sus vidas terminan muchas veces por hambre, por no poder alimentarse en condiciones atmosféricas adversas que no les permitan cazar las presas que necesitan para subsistir, o en las luchas que tienen entre ellos, casi siempre relacionadas con los “enganches” de sus procesos reproductivos, por ejemplo, cayendo al agua de donde salieron y de la que les resulta muy difícil escapar cuando son adultos: cuatro alas grandes y un cuerpo en proporción requieren mucho esfuerzo para despegarse de la tensión superficial del líquido que les retiene. De adultos vuelan de manera maravillosa, pero de nadar, nada de nada…

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Serranillas y serranas

Posted by Pele Camacho en 12 May, 2014

Hace unos días intenté ver de nuevo las eclosiones de ninfas que presencié hace unos años, pero llegué unos días tarde y solo conseguí ver unos cuantos machitos jóvenes de Orthetrum cancellatum (Linnaeus, 1758), retozones ellos y rebosantes de la energía primaveral típica de estos ejemplares.  Conté, quizás, con unas hormigas como aliadas para poder hacer la foto de uno de aquellos machos jovencitos, distraído -aparentemente- con el displicente bulle-bulle de unas hormigas que parecían ignorar el peligro potencial de las mandíbulas amenazadoras o, tal vez, conscientes de que su ácido fórmico no las hace formar parte de una dieta fácil para los odonatos.

IMGP8531_1200_1361KNMachito joven de Orthetrum cancellatum, aún con trozos amarillos de cutícula sin pruína.

Apenas había media docena de jovencitos en la charca y, de vez en cuando, aparecía un Anax imperator patrullante que espantaba cualquier posible individuo en actitud o intención de descanso: aquello era como una exhibición de vuelo acrobático y un buen momento para practicar la fotografía de libes en vuelo.

IMGP8539_1200_968KNInstinto de protección:  la reacción frecuente al detectar a un fotógrafo

Así las criaturas y circunstancias, poco después volvía con más despecho que fotos y pensando en donde recalar para compensar los intentos fallidos.  Y entonces apareció ella, una hermosa “serrana” que me hizo recordar unos versos que inmortalizaron otros intentos fallidos, pero de amores no correspondidos.

IMGP7582_1200_1062KNHembra jovencita de Orthetrum cancellatum: alas impecables y cuerpo aún esbelto

Creo que recuerdo desde la primera vez que los leí aquellos versos de “Moça tan fermosa…”, una de esas poesías medievales conocidas como “serranillas”, diminutivo en honor de unas “serranas” que debieron ser, más bien, unas “moçarronas”, dicho en aumentativo macarrónico para describir algo mejor a unas señoras -supuestamente-  “de pelo en pecho” o “de armas tomar”, “dispuestas a todo” para poder cumplir con sus tareas de cobradoras del peaje -dicho en términos modernos- que se estilaba en aquellas vías o senderos que atravesaban las sierras medievales de nuestra geografía. Una de aquellas vías fue la “del Calatraveño a Santa María”, que aún andan los investigadores elucubrando por dónde pasaba, famosa desde que el Marqués de Santillana hiciera referencia a ella y a sus cuitas con la “fermosa de la Finojosa”… ¿recuerdan vuesas mercedes?

Moça tan fermosa

non vi en la frontera

com´una vaquera

 de la Finojosa.

Faciendo la vía

del Calatraveño

a Santa María,

vençido del sueño,

por tierra fragosa

perdí la carrera,

do vi la vaquera

de la Finojosa…

 

una rima sencilla y rítmica, como escrita con vaivenes a lomos de un caballo cansado ya de la agotadora vía fragosa…

IMGP7614_1200_991KNUna serena “serrana”,  posando como una fermosa dama

El camino “do vi a la fermosa” era un carril serrano que, si no llegaba a la categoría de “tierra fragosa”, no carecía de pedruscos y matojos para andar con tiento y no doblar tobillos. Pero la “serrana”, hermosota y tranquila, posó en plan vedette, como si quisiera detenerme y cobrar el peaje de aquel carril.

IMGP7623_1200_1035KNBien como riendo, dixo: «Bien vengades; que ya bien entiendo lo que demandades…”   Marqués de Santillana

Fueron las fotos de un buen día de safari fotográfico, fundamentalmente,  por la cooperación de la “serrana”.  Sin embargo, al  Marqués de Santillana parece que no le cuajó tan bien, si fue firme aquello de “… non es deseosa de amar, nin lo espera, aquessa vaquera de la Finojosa”, con que terminó la “serranilla”.

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Individuales y conjuntas

Posted by Pele Camacho en 7 May, 2014

En estos tiempos primaverales -que también son fiscales- una parte importante del personal anda perseguido por el recuerdo y la amenaza encubierta del eslogan «Hacienda somos todos» que, aunque siempre fue falso, nunca lo fue de manera tan pública y notoria como después de hacerse «en diferido» el reventón de esas sagas de sobres, dineros B, evasión fiscal y otras historias de mafias y chorizos protegidos por unas siglas. Circunstancias aparte, la perfección informática reconcentrada en un programa llamado «Padre» -“Pater fiscalis”, podría llamarse en nomenclatura binomial- permite dos modalidades fiscales que, posiblemente, ustedes ya conocen: individuales y conjuntas. Los nombres son tan genéricos y comprensibles que también pueden aplicarse a la vida y fotos de los bishitos y, si no, sigan y vean…

Los protagonistas de esta entrada son unos cuantos individuos e individuas de  Pyrrhosoma nymphula (Sulzer,1776),  a los que dediqué la entrada «Pequeñas ninfas de cuerpo rojo» , unos preciosos animalejos que dejan ver sus cuerpos rojos entre los primeros verdes primaverales. Como zigópteros que son, tienen un vuelo rápido y silencioso, y un cuerpo superesbelto, más ellos que ellas, porque las funciones maternales requieren unos volúmenes innecesarios en los atléticos cuerpos de los machos.

(Picar en las imágenes para verlas con más resolución)

IMGP6442_1200_1236KNMacho joven de  Pyrrhosoma nymphula , buscándose la vida a su modo y manera, por instinto.

 En el mundo animal, los individuos se rigen por instintos para la supervivencia y la propagación de las especies. Ya lo dijo -a su manera- el Arcipreste de Hita, en la perla literaria que tituló “Libro del Buen Amor”:

“Como dise  Aristóteles, cosa es verdadera,

el mundo por dos cosas trabaja: la primera

por aver mantenençia; la otra era

por aver juntamiento con fembra placentera…”

Para «la primera«, machos y hembras de Pyrrhosoma nymphula se buscan la vida como pueden, o sea, individualmente, en una especie de seguimiento instintivo del latinajo «primum vivere, deinde philosophari«, mientras desarrollan su cuerpo y habilidades para «la otra» que, también instintivamente, llevan a cabo con ayuda de las feromonas.

IMGP7198_1200_996KNMacho maduro de Pyrrhosoma nymphula recuperando fuerzas para el patrulleo

Cuando ya son mayorcitos y la hemolinfa les transmite las calores feromónicas, los machitos de Pyrrhosoma nymphula se ponen rojos y, como individuos maduros, van de allá para acá, se dejan ver y no dejan de mirar para ver si ven alguna fembra placentera, como decía aquel «perla»  del arciprestazgo .

IMGP6664_1200_1281KNHembra joven de Pyrrhosoma nymphula ,  variante f. melanotum  con ligeros toques de rojos

Las hembras de esta especie, con colores más apagados que los machos, presentan variantes cromáticas no siempre fáciles de ver, porque el escapismo natural de las hembras -salvo cuando el instinto “maternal” las hace más “sociales”- hace difícil su fotografía, ya sea por lo intrincado de los lugares donde se posan o por el tiempo en que lo hacen, sin apenas permitir al fotógrafo adaptar sus cachivaches a las  circunstancias de tiempo y espacio.

IMGP6462_1200_827KNHembra de Pyrrhosoma nymphula, variante f. melanotum,  sin apenas rojos en su oscura librea

Como se puede observar en muchas especies de odonatos, los dos sexos parecen llevar vidas individuales, separadas o disjuntas, siendo más notoria la presencia de los machos que parecen competir por el dominio del área de influencia a la que, en algún momento, llegarán las hembras que no parecen pelear entre ellas, viviendo y volando a su bola y apareciendo cuando la naturaleza y el instinto les demandan hacer el ”juntamiento” que decía el arcipreste, es decir, hacer vida conjunta. Ya salió la palabra…

P4300454_1200_1341KNVista quasi cenital de una conjunta de Pyrrhosoma nymphula,  con hembra de la variante  f. fulvipes   (foto de Vicente Camacho)

Las circunstancias del ayuntamiento o cópula -que muchas veces se produce en vuelo con una precisión impecable- les hace volar de manera conjunta con menos gracia y soltura, por lo que después de algunos vuelos normalmente cortos aterrizan o, más bien, se «dejan caer» de mala manera en lugares extraños, lo que unido a las dimensiones de la conjuntada pareja hace aún más difícil la fotografía del  tándem, que requiere un posicionamiento óptimo del fotógrafo respecto a los conjuntados, como en la foto de Vicente Camacho. La causa del problema fotógrafico es, fundamentalmente, la necesidad de una “profundidad de campo”o «profundidad de enfoque»  muy por encima del límite que permite la óptica: hay que elegir qué parte se enfoca y aceptar, o tragarse, el desenfoque de las partes que se alejan de la zona enfocada.

IMGP6686_1200_1012KNEnfoque al  1  y desenfoque en el 2:  «profundidad de enfoque» centrada en el macho de Pyrrhosoma nymphula  

Para evitar la falta de “profundidad de campo”, aparte del posicionamiento correcto del fotógrafo, hay “remedios” técnicos que consisten en hacer una serie de fotos con enfoques a lo largo de una línea que recorre a la pareja conjuntada y, posteriormente, con ayuda de un programa informático que no es, ni mucho menos, gratuito, hacer un “apilamiento” -una especie de “ayuntamiento”- de las fotos individuales obtenidas antes, para tener una foto conjunta en la que todo sale enfocado. Desde un punto de vista técnico e informático, la obtención de esa especie de foto “panorámica en profundidad” es una maravilla, pero desde el punto de vista fotográfico o artístico es, más bien, un engaño, una superchería…

IMGP6687_1200_1040KNEnfoque al  2 y desenfoque en el  1 :  «profundidad de enfoque» centrada en la hembra de Pyrrhosoma nymphula

El programa “Padre” sí es gratuito aunque, como posiblemente saben ustedes, pueden no serlo sus resultados, a veces ni en individuales ni en conjuntas. Eso, como los desenfoques, hay que tragárselo.  Sin embargo -y sin vergüenza ni dignidad- los chorizos lo “remedian” con sobres y maletines. Pero eso son otras historias de engaños y supercherías.

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