La Laeosopis roboris (Esper, 1789) es una especie de mariposa de la familia lycaenidae, o de los licénidos, con una distribución limitada a la península ibérica y sureste de Francia. Sin embargo, no se observa su presencia en toda esa extensión y a lo largo de su periodo univoltino -limitado también a los meses de Junio y Julio- sino que presenta amplias discontinuidades geográficas que son, tal vez, por falta de entorno apropiado o de observadores con costumbre de registrar su existencia en las pocas horas de la mañana en que suele estar libando.
Laeosopis roboris, en vista de babor, libando con acompañante
(Picar en las imágenes para verlas con más resolución)
Quizás por ese reducido biotopo, la información sobre el género Laeosopis (Rambur, 1858) es también algo escasa, o no tiene fácil acceso desde la web. En cualquier caso, aunque existen o se citan varias subespecies, la especie roboris es única en su género, lo que hace dudar del futuro de esa denominación taxonómica, separada de otros licénidos con los que, seguramente, tiene muchos de sus caracteres en común. Del nombre del género Laeosopis parece como si se hubiera perdido el rastro de su origen, mientras que el nombre de la especie –roboris– se asocia al roble, lo que es extraño, porque su observación casi siempre se asocia al fresno –Fraxinus angustifolia– como planta nutricia habitual de sus larvas, pero con pocas flores que ofrecer a los adultos de la especie, que se mueven por las ramas altas desde las horas calurosas del mediodía hasta poco después del amanecer, cuando con sol suave se dejan ver mientras revolotean a baja cota.
Laeosopis, en vista de estribor, libando en las umbelíferas preferidas de aquel lugar
La localización peninsular, aunque discontinua, ha determinado su apelativo anglosajón de Spanish Purple Hairstreak, es decir, “pelijosa púrpura española”, lo que tiene su lógica y razón si se mira el color de sus anversos alares, más o menos violetas en machos y algo menos intensos en hembras. Lo de “pelijosa” -una traducción personal del que escribe- es un rasgo algo común a muchos licénidos de la subfamilia Theclinae, llamados “hairstreak” por las vellosidades o mechones visibles en la parte baja de sus alas. No conviene olvidar que, siendo Lepidópteros, el color de las escamas que recubren sus alas es, en algunas especies, dependiente del ángulo de observación e iluminación: son como vidrios tintados que juegan con la radiación de la luz que las ilumina, dando sensaciones cromáticas variables. Ese es el caso que se aprecia en algunas fotos de Laeosopis.
Los colores de las escamas de muchos lepidópteros dependen del ángulo con que se miran
Así, en base a esos anversos manchados de violeta, le encaja bien a la Laeosopis roboris ese apelativo de moradilla del fresno, frecuente en los entornos «mariposiles» hispanos. Pero una cosa es dónde crecen sus larvas -u orugas- y reposan sus pupas -o crisálidas- y otra cosa es donde liban los adultos -o imagos- cuyas hembras pondrán sus huevecillos en los fresnos. Los fresnos son árboles amigos de los arroyos, donde suelen estar las fresnedas, muchas veces mezcladas con los alisos de las alisedas. Cerca de los arroyos la vegetación es exuberante y caprichosa; no en todos los arroyos se tiene cerca el mismo tipo de vegetales y, quizás por ello, la distribución geográfica de la moradilla se ciñe a los biotopos donde coexisten fresnos y florecillas donde libar al gusto, que en el suyo son ciertas umbelíferas, plantas más o menos aromáticas, como el hinojo, el comino, el anís … y algunas otras más tóxicas que aromáticas, como la cicuta, con umbelas de florecillas blancas, que convendría conocer para evitar aquello de Sócrates…
Un macho de Laeosopis, con violetas intensos, y una umbelífera de dudosa confianza
Dentro de las pocas peculiaridades que se citan de la Laeosopis roboris, una común con otros licénidos es su carácter mirmecófilo. La mirmecofilia, que podría traducirse como “afinidad por las hormigas”, es una relación mutualista relativamente frecuente en la naturaleza, entre algunos vegetales y animales que establecen una especie de simbiosis que beneficia a las hormigas y a las especies mirmecófilas. Varias especies de licénidos confían la protección de sus larvas a ciertas hormigas que cuidan de ellas porque segregan sustancias azucaradas que son para ellas un gustoso alimento, mientras otros licénidos establecen esa atracción de hormigas en su fase de crisálida, como parece ser el caso de las Laeosopis que, entre sus rarezas difíciles de ver, está la de ser “amigas de las hormigas”.
Estas moradillas revoloteaban una mañana de Junio, por unas fresnedas del PN de Despeñaperros, cerca de Santa Elena, (Jaén).